La COP27 se reúne en este mes de noviembre para debatir sobre qué hacer ante esta evidencia: la crisis climática está aquí y sus consecuencias son devastadoras en todo el mundo.
La comunidad internacional está muy lejos de alcanzar los objetivos del Acuerdo de París para contener el calentamiento global al máximo convenido de 1,5° centígrados, según el nuevo informe del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, que aboga por una transformación “urgente e integral” para evitar que se produzca una catástrofe climática.
La COP27 se celebra, además, en un contexto geopolítico de alta tensión, por lo que es un verdadero reto para los países llegar a un acuerdo.
Desde Ayuda en Acción lanzamos varias reclamaciones. Creemos que la COP26 fue un avance respecto al reconocimiento por parte de los países que se está fallando colectivamente y que hay que aumentar los planes de recorte de emisiones de gases de efecto invernadero. Sin embargo, los avances fueron “lamentablemente insuficientes”, según Naciones Unidas. La ciencia nos está demostrando que hay que hacer mucho más. Y ahora hay una oportunidad para ello.
Compensaciones por daños y perjuicios
Un sistema de compensaciones por daños y perjuicios centró uno de los debates más intensos de la COP26, pero finalmente no se aceptó. Sin embargo, los países sí se comprometieron a seguir hablando de este punto. Y desde Ayuda en Acción creemos que ahora hay una oportunidad de avanzar porque es una cuestión de justicia climática.
Apostamos por un sistema de financiación climática en el que los emisores y grandes contaminadores históricos compensen a los países más pobres por los daños causados. Los países más ricos son los mayores responsables de la crisis climática porque son los que más contaminan. De hecho, gran parte del crecimiento económico de los países desarrollados se ha dado gracias a los combustibles fósiles, por lo que han emitido la mayoría de los gases invernadero.
Por otro lado, son los países más pobres los más afectados por la crisis climática –los que suelen sufrir los peores desastres naturales y mayor inseguridad alimentaria–. Celebrándose la COP27 en la ciudad egipcia de Sharm El-Sheikh, cabe poner el ejemplo de África, que emite muy pocos gases de efecto invernadero (el 3,8% del total mundial según los datos del Banco Mundial). Sin embargo, su población es la que más sufre las consecuencias de la crisis climática.
Inversión para la protección y conservación de la naturaleza
La respuesta a la crisis climática requiere la acción colectiva de todos los países. Entre esos esfuerzos, los países desarrollados se comprometieron a movilizar conjuntamente 100 000 millones de dólares estadounidenses anuales para 2020, procedentes de diversas fuentes. El objetivo era abordar la urgente necesidad de mitigación y adaptación de los países en desarrollo. Aún no se ha cumplido y desde Ayuda en Acción reclamamos una calendarización para que el compromiso sea efectivo cuanto antes.
Esta financiación es fundamental para la protección y conversación de áreas de alto valor ambiental y recuperación de áreas degradadas. Esto solo se puede hacer incluyendo a las comunidades que tienen mayor relación con la naturaleza –muchas de ellas indígenas–, que son sus garantes y protectores y que, como se ha demostrado en muchas regiones de Latinoamérica, son las únicas capaces de parar los procesos de expansión ilimitados de los grandes proyectos industriales.
La urgente adaptación al cambio climático
Más allá de reducir emisiones y frenar el ritmo del calentamiento global, tenemos que adaptarnos a esta emergencia. Sobre todo en los países en los que hay más desastres como incendios, inundaciones, huracanes, sequías, etc. Para cada vez más personas la adaptación al clima es una cuestión de supervivencia.
Es fundamental que las comunidades sean cada vez más resistentes a los impactos climáticos. Por ello también los Gobiernos del mundo tienen que dedicar esfuerzos a esta misión. La inversión en adaptación es una estrategia a corto y largo plazo porque protegemos infraestructuras y vidas. De hecho, es más económico. Según un informe de 2019 de la Comisión Mundial sobre la Adaptación, una inversión mundial de 1,8 billones de dólares en sistemas de alerta temprana, infraestructuras resistentes al clima, mejora de la agricultura y protección global de los manglares podría generar 7,1 billones de dólares por costes evitados y beneficios sociales y medioambientales. El acceso universal a los sistemas de alerta temprana puede reportar beneficios hasta 10 veces superiores al coste inicial.
Por todas estas necesidades y beneficios hay que cambiar la estrategia: Naciones Unidas calcula que solo el 21% de la financiación climática proporcionada por los países más ricos a los países en desarrollo se dedica a adaptación y resiliencia. El mundo necesita que la cifra aumente y un nuevo acuerdo equilibrado.