El nuevo informe sobre el Global Hunger Index (GHI, por sus siglas en inglés) muestra que el progreso mundial contra el hambre se ha estancado y lo más probable es que la situación empeore ante el actual aluvión de crisis mundiales superpuestas –conflictos, cambio climático y consecuencias económicas de la pandemia del COVID-19-. Son crisis que se suman a factores subyacentes como la pobreza, la desigualdad, la gobernanza inadecuada, las infraestructuras deficientes y la baja productividad agrícola, que contribuyen al hambre crónica y a la vulnerabilidad. El conflicto en Ucrania añade una capa adicional de complejidad, agitando los mercados de alimentos, fertilizantes y energía en todo el mundo.
Ralentización en la lucha contra el hambre
La puntuación del GHI de 2022 para el mundo es de 18,2, considerada moderada, un poco menos que la puntuación de 2014, de 19,1. Se trata de una ralentización considerable en comparación con períodos anteriores: la puntuación del GHI mundial del año 2000 era de 28,0 y se redujo a 24,3 en el GHI de 2007. Es decir, que en los últimos siete años la puntuación del GHI solo se ha reducido en 0,9 puntos mientras que entre los años 2000 y 2007 se redujo hasta 3,7 puntos y entre 2007 y 2014 se redujo hasta 5,2 puntos.
La prevalencia de la subalimentación –uno de los cuatro indicadores utilizados en el cálculo del GHI– disminuyó entre 2000 y 2017, momento en el que aumentó, al principio de forma gradual y después de forma brusca. En 2021, hasta 828 millones de personas estaban subalimentadas, lo que representa un retroceso más de una década de progreso en la lucha contra el hambre.
Los otros indicadores utilizados en el GHI muestran resultados mixtos. Las tasas de emaciación infantil (bajo peso para la altura) se han estancado en los últimos años en todo el mundo, mientras que las tasas de mortalidad infantil y de retraso en el crecimiento infantil (baja altura para la edad) han seguido disminuyendo. Sin embargo, en comparación con otros indicadores, las tasas de retraso en el crecimiento infantil cambian lentamente con el tiempo, y pueden pasar varios años hasta que reflejen el contexto mundial cada vez más difícil.
Cinco países en nivel ‘alarmante’
El hambre sigue siendo ‘grave’ tanto en Asia Meriodional (donde el hambre es más alta) como en África Subsahariana (donde el hambre es la segunda más alta). En Asia Occidental y el Norte de áfrica, donde el hambre es moderada, hay signos preocupantes de un retroceso en el progreso contra el hambre, mientras que se considera ‘baja’ en América Latina y el Caribe, Asia Oriental y Sudoriental, Europa y Asia Central.
Mientras que alcanza niveles ‘alarmantes’ en cinco países: Chad, República Centroafricana, República Democrática del Congo, Madagascar y Yemen, y se considera provisionalmente alarmante en otros cuatro: Burundi, Somalia, Sudan del Sur y Siria. En otros 35 países el hambre se considera grave, según las puntuaciones del GHI de 2022. Además, el hambre ha aumentado en 20 países desde 2014.
En el mundo tan solo 46 países podrían alcanzar un nivel de hambre bajo para 2030
La situación del hambre en el mundo, tal y como se refleja en el GHI de 2022, es sombría y lúgubre. A pesar de la meta del “Hambre Cero” de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, los avances logrados se están perdiendo y la situación corre el riesgo de revertirse. Si no se produce un cambio importante, ni el mundo en su conjunto ni los aproximadamente 46 países en mejor situación alcanzarán siquiera un nivel de hambre bajo en 2030, según las previsiones del GHI.
La amenaza de hambruna se cierne de nuevo principalmente sobre el Cuerno de África y los fondos humanitarios son todavía insuficientes para llegar a todos los necesitados. Además, debemos abordar el problema del hambre en el mundo con una nueva visión para poder tomar medidas que permitan construir un mundo más resiliente y sostenible que en el pasado. La transformación de los sistemas alimentarios es urgente y debe dar mayor atención a la gobernanza local, adaptándose en cada lugar a sus recursos naturales, sus métodos de agricultura y ganadería y tradiciones culturales como condiciones agroecológicas.