A finales del siglo XIX Oscar Wilde vivió en la sociedad victoriana, donde enormes desigualdades empezaban desde el momento de nacer. En su pieza teatral “La importancia de llamarse Ernesto” caricaturiza las oportunidades a las que tienen acceso algunas personas meramente por su origen y por llamarse de una u otra manera.
Muchas personas parecen tener vidas paralelas, sin embargo, las oportunidades a las que tienen acceso condicionan su presente y sus aspiraciones a un futuro mejor. Varias circunstancias limitan su realidad: el lugar donde nacen, si son niños o niñas, su grado de educación, si sus familias arrastran o no una situación de pobreza.
La época victoriana empieza a ser referente en muchos aspectos a la realidad que vivimos hoy. Las diferencias crecientes entre los que tienen y los que no son cada vez más extremas, determinadas por su origen y el acceso que puedan tener a servicios y formación, impiden que vidas paralelas tengan las mismas oportunidades.
Nacho nació en Madrid y tiene acceso a una serie de comodidades comunes a sus vecinos, amigos y compañeros de clase: calefacción, nevera llena o acceso a colegio con todo lo necesario para una educación adecuada.
Este retrato, que a priori parece tan normal, choca frontalmente con la realidad de otras millones de personas que nunca tendrán acceso a este tipo de comodidades. Tal es el caso de Anaís, que vive en la comunidad rural de Cascas, en Perú, sin acceso a electricidad, gas, ni agua corriente. Su colegio carece de infraestructuras para una educación adecuada. Tendrá que dejar de estudiar a los 12 años y ponerse a trabajar para que su familia se pueda sostener.
Nacho tiene un enorme abanico de oportunidades vitales en su futuro. Él tendrá opciones de ingresar en la universidad, dedicarse a un trabajo, disfrutar de derechos, cultura y experiencias que Anaís nunca tendrá. Son vidas paralelas que nunca llegarán a cruzarse.
Pero Nacho y su familia saben que pueden hacer algo al respecto. Puede cambiar el final de esta historia. A través del Apadrinamiento en familia ayudan a dar oportunidades a personas como Anaís, y a toda su comunidad, a tener a una vida digna. A apoyarles en cuestiones tan necesarias como educación, salud y desarrollo económico.
Con el Apadrinamiento en familia se transmite a los peques de la casa (hijos, sobrinos o nietos) el valor de la solidaridad. Además aprenderán cómo viven otros niños en otras culturas y lo importante que es ayudarnos los unos a los otros.