El número de personas que pasan hambre en el mundo aumentó en 37 millones entre 2017 y 2018. En ese último año, la cifra de personas que sufren el hambre alcanzaba la escandalosa cifra de 822 millones. Así lo señalaba el informe Global Hunger Index (GHI) que presentamos en octubre de 2019 y que es elaborado cada año por Alliance 2015, nuestros socios europeos. Para la inmensa mayoría de esos millones de personas, la pandemia de la COVID-19 no ha mostrado su peor cara.
El Programa Mundial de Alimentos pide ayuda
Hablar de hambre en mitad de una emergencia como esta no solo no resta importancia a seguir empujando el esfuerzo sanitario. Al contrario, nos obliga a mirar también hacia otras necesidades que la COVID-19 nos traerá. Una de ellas es el hambre, que ya era una emergencia en sí misma antes de la pandemia.
El Programa Mundial de Alimentos ya ha solicitado contribuciones por valor de 1.900 millones de dólares para dar asistencia alimentaria por tres meses a los países más frágiles. Para Haití o Níger, que ocupan respectivamente los puestos 111 y 101 de los 117 países analizados en el GHI , las consecuencias económicas de la COVID-19 pueden ser demoledoras para la alimentación de sus habitantes.
¿Cómo afectará la COVID-19 a la población más empobrecida?
Todavía hay incógnitas sobre si en los países más cálidos y con una población media mucho más joven, la transmisión del virus será tan letal como en el Norte. Sin embargo, conviene prepararse: el número de contagios y fallecidos está creciendo día a día. La Unión Africana reportaba el 7 de abril más de 10.000 casos y casi medio centenar de muertes. En todo caso, aunque la crisis sanitaria no les afectase tanto como al Norte, un pequeño incremento de infecciones supondría ya un riesgo de colapso en sus débiles sistemas sanitarios públicos y de protección social. Enfermedades derivadas del mal estado del agua como la diarrea, con 1.700 millones de casos y más de medio millón de muertes de niños al año, u otras como la malaria y el VIH (con 25,7 millones de infectados en África) ya suponen un reto para la sanidad de estos países.
De lo que no hay dudas es que la crisis económica alcanzará también a estos países. Con mucha menos posibilidad de respuesta, acabará afectando al incremento de las cifras de personas en situación de hambre. Estados con economías muy frágiles deberán poner en marcha mecanismos de ayudas que, seguramente, quedarán muy lejos de sus objetivos.
COVID-19 y hambre: las regiones más afectadas
En la región Latinoamericana y del Caribe, la CEPAL estima que más del 47% de la población no tiene acceso a ningún tipo de protección social. Así mismo señalaba que en 2020 la cifra de personas pobres en la región podría aumentar de 186 a 220 millones, con 90,8 millones de personas viviendo con menos de 1,9 dólares al día.
En África, regiones como el Sahel o el Cuerno de África ya están en grave situación por hambre. Esta última región está soportando ahora una plaga de langostas que está arruinando sus cosechas. Un grupo de ONG, entre las que se encuentra Ayuda en Acción, ya alertó a finales de marzo sobre ello. La Oficina para la Coordinación de Asuntos Humanitarios apuntaba, a finales de 2019, que este año habría 167,6 millones de personas que necesitarían ayuda humanitaria.
Hambre y confinamiento por la COVID-19
Otra de las preocupaciones relacionadas con la COVID-19 y el hambre es la puesta en marcha de las medidas de confinamiento. Estas medidas en la India nos han dejado imágenes de un éxodo de trabajadores que malvivían en las ciudades, caminando por las carretas hacia sus comunidades de origen de donde salieron huyendo por el hambre. Las mismas (y necesarias) medidas de confinamiento impiden a millones de personas salir a trabajar a diario para procurarse un sustento básico. Según cifras de la OIT, el 60% de los trabajadores del mundo trabajan en la economía informal, sin sistemas de protección social y con poco acceso al crédito. Muchos de estos trabajadores dedican una importante parte de sus ganancias a la alimentación básica familiar y muchas son mujeres que viven en países en desarrollo.
Especulación alimentaria: la gran amenaza
Pero el coronavirus también puede despertar otra pandemia en los mercados: la del pánico acaparador de alimentos. Ya sucedió en la crisis de 2008. A día de hoy parece que los suministros de grano básico están asegurados, sin embargo, si la situación de confinamiento continúa mucho más tiempo, se pueden producir movimientos especulativos que pueden derivar en incrementos del precio de los alimentos. Esto sería de extrema gravedad para los países en desarrollo y sus poblaciones más vulnerables. Los Directores generales de la FAO, la OMS y la OMC, ya han hecho un llamamiento mundial para reducir la incertidumbre a través de información accesible y fiable. Esto ayudaría a contener un posible pánico que conllevase el acaparamiento de alimentos y otros artículos esenciales.
Lo único que puede protegernos de crisis como esta es la corresponsabilidad y la solidaridad mundial. Necesitamos una acción internacional conjunta que atienda a todos los enfoques, el sanitario prioritariamente pero también otros, como es el de proveer alimentos a los millones de afectados por la COVID-19, muchos de ellos ya viviendo en situación de hambre.