Ecuador, 16 de abril de 2016. Sobre las seis de la tarde, el suelo pronunció su primer rugido. Aquella sacudida inicial no asustó a Wendy: “parecía un leve temblor más de los que estamos acostumbrados a vivir”, recuerda. Al fin y al cabo, el país pertenece al llamado Anillo de Fuego del Pacífico, un área de 40.000 kilómetros de actividad volcánica donde se producen el 90% de los terremotos del planeta. Esto equivale a unos 7.000 temblores al año, la mayoría de ellos moderados. Por desgracia, el seísmo de esta historia no fue anecdótico: “unos minutos después, llegó el temblor más fuerte, uno que nunca habíamos vivido”, cuenta Wendy. Al terremoto de Ecuador le sucedieron 1.500 réplicas. El resultado fue un seísmo de 7,8 grados en la escala de Richter que dejó 671 fallecidos a su paso y casi 8.700 personas desplazadas.



Aunque los desastres naturales siempre han existido, su frecuencia y capacidad destructiva están alcanzando límites insospechados debido a un factor innegable: el cambio climático, una realidad que está obligando a millones de personas a salir de sus hogares. Lo saben muy bien en Perú, donde el fenómeno de El Niño Costero que arrasó el país en 2017 se convirtió en una de las mayores catástrofes medioambientales jamás vividas en el territorio. Las fuertes inundaciones arrasaron entonces viviendas, sistemas de agua, tierras de cultivo, puentes y carreteras, lo que provocó el desplazamiento de millones de personas. Aún hoy, muchas familias siguen sin poder volver a casa.


Salvar vidas es uno de los compromisos de Ayuda en Acción desde que nacimos en 1981. Sin embargo, cuando se trata de una emergencia, tan importante es para nosotros la respuesta inmediata como el trabajo previo y posterior a la misma.


Respuesta ante la emergencia de Ecuador


Ayuda en Acción, que trabaja en Ecuador desde 1985, fue una de las primeras organizaciones que se movilizaron para prestar ayuda tras el terremoto de 2016. Gracias a nuestra presencia en el terreno y la colaboración con los socios locales, pudimos atender las necesidades más urgentes del cantón de Muisine, provincia de Esmeraldas, una de las zonas más castigadas por la catástrofe.


Tras la emergencia, asistimos a 950 familias mediante la entrega de más de 2.300 kits de alimentos, artículos de higiene y limpieza, colchones, bidones de agua, linternas, juguetes y toldos, entre otros. También realizamos realojamientos en viviendas temporales y ofrecimos apoyo psicosocial tras el desastre.


Aunque las primeras horas son fundamentales para asegurar la supervivencia de la población, sobre todo de la infancia, también es necesario pensar en el proceso de reconstrucción. Asegurar y mantener las condiciones de salud e higiene adecuadas, reducir el riesgo de enfermedades y proteger la dignidad de los afectados son clave para minimizar los efectos de la catástrofe. Así, tras la respuesta inmediata en Esmeraldas, rediseñamos nuestro plan de trabajo hasta 2025 para apoyar a sus familias en el proceso de recuperación de la zona. Durante este periodo de tiempo, nos centraremos en la rehabilitación de las condiciones de habitabilidad, la recuperación de medios de vida y de las infraestructuras afectadas, la mejora de los sistemas de agua, el apoyo psicosocial a las familias y el fomento de la resiliencia comunitaria a través de la creación de comités de gestión de riesgo.


Respuesta ante la emergencia de Perú


Nuestra presencia en Perú desde 1987 también nos permitió atender inmediatamente a la población de Piura y la Libertad, dos de las regiones más golpeadas por una catástrofe que dejó más de 130 fallecidos, 243.000 damnificados y casi un millón de personas afectadas.


Dos años después de la emergencia seguimos trabajando en Perú al lado de quienes lo perdieron todo, contribuyendo para que vivan en condiciones dignas y puedan recuperar cuanto antes sus medios de vida. Uno de nuestros últimos proyectos al respecto servirá para mejorar el acceso a agua y saneamiento entre 1.000 personas del pueblo de Cura Mori, en la región norteña de Piura.


Se trata de una de las regiones más pobres del país, así como una de las más castigadas por El Niño Costero. Aún hoy, muchas de estas familias solo tienen acceso directo a agua potable durante 1 hora cada 3 días y carecen de baños u otro tipo de saneamiento básico. Para dar respuesta a esta situación, llevaremos a cabo actuaciones como la construcción de un tanque de agua, la instalación de medidores y letrinas ecológicas, o la creación de una nueva red de tuberías para conectar las viviendas, entre otras. También fortaleceremos a las organizaciones locales en la promoción de un uso eficiente del agua y desarrollaremos acciones de sensibilización de la población en hábitos de higiene saludables.


Conoce más historias sobre nuestro trabajo en movilidad humana visitando la página Ayuda en Acción: Operación Salida.



En el terremoto lo perdió todo, menos las ganas de luchar.