Más de 821 millones de personas padecen hambre en el mundo a pesar de contar con recursos para alimentar a todos. Ante esta cifra alarmante de 1 de cada 9 personas, erradicar el hambre en el mundo y acabar con la inseguridad alimentaria y la malnutrición siguen siendo objetivos prioritarios de organizaciones como la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura.


En el otro extremo, la FAO también calcula que cada año, a nivel mundial, se pierden o desperdician 1.300 millones de toneladas de alimentos, es decir, un tercio del total de los alimentos producidos para el consumo humano. Esta pérdida de alimentos representa un desperdicio de recursos utilizados en la producción, como la tierra, el agua o la energía, lo que aumenta las emisiones de gases verdes en vano.


La FAO creada el 16 de octubre de 1945 decidió elegir esta fecha para celebrar el Día Mundial de la Alimentación. El lema elegido para este año 2018 es el de "Nuestras Acciones son nuestro Futuro. Un mundo #HambreCero para 2030 es posible". Todos somos responsables de ello.


De hecho, recordemos que el 25 de septiembre de 2015 los representantes de más de 150 países pactaron una nueva agenda para el Desarrollo Sostenible que es la Agenda 2030 que recoge 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible. El segundo de ellos es precisamente el Hambre Cero.


Proteger el sistema agrario, clave para acabar con el hambre


Para poder garantizar la alimentación en el mundo, se deben en primer lugar preservar los sistemas agrarios agrícolas y, para ello, es imprescindible focalizar los esfuerzos más que nunca en la conservación y producción en el entorno rural. El 70% de la población que vive en pobreza extrema se da en áreas rurales que se dedican principalmente a la agricultura.


Uno de los mayores enemigos del sistema de producción de alimentos es la sobreexplotación de recursos en todos los ámbitos que, está dañando los ecosistemas. Si no se toman medidas estrictas para salvaguardar bosques, océanos y suelos fértiles puede que sea demasiado tarde y que no haya marcha atrás.


Niños y mujeres, los más afectados por el hambre


Es una evidencia que los niños en el entorno rural son más propensos a no desarrollarse bien. Según el informe ‘El estado de la seguridad alimentaria y la nutrición en el mundo 2018 presentado recientemente, no se ha adelantado mucho en el retraso del crecimiento infantil. En 2012, había 165 millones de niños menores de 5 años con retraso de crecimiento y el año pasado todavía se calculaba que hay más de 151 millones.


En cifras globales, África y Asia tienen más niños con retraso del crecimiento, 39% y 55% respectivamente. La región que se lleva la peor parte en cuanto a desnutrición general es África subsahariana. Allí, una persona de cada cuatro está desnutrida.


Las mujeres también sufren desnutrición y el 32,8% de ellas en edad reproductiva están afectadas por anemia.


Factores que afectan al aumento del hambre


Uno de los mayores retos de llegar al Hambre Cero en el mundo es conseguir que factores como el cambio climático no afecte en gran medida a la producción de alimentos para poder seguir surtiendo a la población de los recursos necesarios para vivir.


El aumento de temperaturas a nivel global, las sequías o las inundaciones afectan de manera directa a los cultivos lo que produce un aumento del precio de los alimentos y, como consecuencia hay menos producción y dificulta que los alimentos lleguen a todos.


Por otra parte, se debe incidir en apostar y desarrollar sistemas productivos de alimentación sostenible. Para ello, podría ser una buena acción volver a los orígenes y no alterar las condiciones naturales de cultivo de plantas ni de alimentación de animales.


También, el aumento del hambre se produce en regiones que sufren conflictos armados o crisis económicas acuciantes y duraderas en el tiempo ya que en su día a día viven la realidad de la inseguridad alimentaria y desnutrición de su población.


Es necesario que se destinen recursos económicos e inversión en infraestructuras y medios productivos en cualquier país que sufra un desastre natural o conflicto de cualquier tipo que afecte a las condiciones de alimentación.


¿Qué se puede hacer para ayudar?


Desde FAO inciden en primer lugar, en cambiar los hábitos de consumo actuales y optar por obtener los productos de consumo en mercados locales donde se garanticen las formas sostenibles de producción de alimentos. Precisamente, Ayuda en Acción destina parte de sus acciones en el desarrollo de las economías locales.


Los consumidores de los países más desarrollados deberían saber planificar y comprar solo lo que necesitan y, si en algún momento sobran alimentos, no se deben tirar a la basura sino llevarlos a organizaciones locales que se encargan de repartirlos entre los más necesitados. 


También como ciudadanos debemos exigir a los representantes políticos a invertir en acciones y políticas sostenibles que tengan como objetivo la resiliencia climática para garantizar la alimentación básica de la población, reducir el riesgo de desastres y luchar contra el desperdicio y derroche de alimentos. Para poner fin al hambre en ese año 2030 la FAO estima que de media se deberían invertir unos 2267.000 millones de dólares más al año.


Este 16 de octubre, Día Mundial de la Alimentación, puede ser un gran día para comenzar a promover y participar en eventos que se van a celebrar en más de 150 países en el mundo porque el hambre en el mundo es responsabilidad de todos: gobiernos, organizaciones, empresas, sector privado y de la población y sociedad civil.