En el año 2000, Naciones Unidas declaraba el 20 de junio como el Día Mundial del Refugiado. Lamentablemente, hace falta una fecha señalada para recordarnos que dada tres segundos una persona se ve obligada a huir para salvar su vida.
En 2016, la cifra de refugiados superaba los 65,5 millones de personas -la cifra más alta registrada desde la II Guerra Mundial-, de los que el 51% son menores. Desde entonces, la cifra de personas que dejan sus hogares para sobrevivir a los conflictos, la violencia, la inseguridad o las vulneraciones de derechos humanos no han dejado de aumentar.
Emergencias como la del barco Aquarius ponen de manifiesto la gravedad de esta situación y que sea necesaria una respuesta global para los refugiados y desplazados forzosos, entre los que se encuentran los solicitantes de asilo, desplazados internos, apátridas y retornados. Como parte de esa respuesta, en el seno de Naciones Unidas, se debaten este año dos pactos mundiales sobre migración y refugio que vendrían a materializar los acuerdos de gobernanza global en esta materia, planteados en la Declaración de Nueva York de septiembre de 2016 y que ratificaron 193 estados.
Día Mundial del Refugiado: Uganda y Etiopía, los países con más refugiados de África
En el Día Mundial del Refugiado resulta casi inevitable mirar a África, continente en el que viven más de cinco millones de refugiados y la cifra de desplazados internos supera los 11 millones. Uganda, Etiopía y Kenia lideran la lista de países africanos que dan respuesta a la movilidad humana en el continente. Según cifras de Naciones Unidas, solo los dos primeros acogen a 2,6 millones de personas refugiadas, siendo Sudán del Sur, Eritrea y Somalia los principales países de procedencia.
En Uganda, se estima que llegan casi 2000 personas al día. Una cifra casi insostenible para un estado que lleva años ocupando los últimos puestos en el Índice de Desarrollo Humano. Es decir, uno de los países más pobres del mundo. Por su parte, Etiopía es conocida como el “campo de refugiados de África” y ocupa el cuarto puesto a escala mundial como país de acogida, después de Turquía, Pakistán e Irán, con casi un millón de refugiados repartidos en una veintena de campamentos en todo el país.
Desde 2015, Ayuda en Acción trabaja junto al Servicio Jesuita de Refugiados (SJR) en tres campamentos de refugiados en Uganda y Etiopía; Adiharush y Mai Aini, ubicados en la región etíope de Tigray y Adjumani en el este de Uganda. Según datos de 2016, la cifra de personas refugiadas en Mai Aini era superior las 11.000, mientras que en Adiharush se registraban algo más de 7000; en ambos casos, las cifras de menores no acompañados superan los 1000 entre niños, niñas y jóvenes. En el caso de Adjumani, la población del campo se estima en 4500 personas.
En cuanto a su procedencia, en Uganda predominan las personas sursudanesas que huyen de la guerra civil que sufre el país desde 2013. En el caso de Etiopía, la población refugiada es predominantemente eritrea; se estima que, de media, 5000 jóvenes abandonan el país para no ser reclutados por el servicio militar obligatorio que les exige permanecer en el ejército indefinidamente.
Desde Ayuda en Acción contribuimos a mejorar el bienestar psicosocial de los refugiados de estos campamentos de Etiopía y Uganda. Lo hacemos a través de actividades recreativas como deportes, música, teatro o talleres de pintura con los que los apoyamos para mejorar su bienestar físico y mental, superando así los traumas vividos en sus países de origen y durante su viaje de huida, además de sobrellevar la vida en los campamentos.
Si bien trabajamos de manera directa en Etiopía y Uganda, nuestro compromiso con los millones de refugiados y sus derechos no se limita estos dos países ni se reduce al Día Mundial del Refugiado. Como organización que defiende los Derechos Humanos, reivindicamos que se respete la dignidad de quien se ve obligado a huir para salvar su vida y que puedan hacerlo a través de vías legales y seguras. Ejemplo de ello son acciones como #NoTeOlvides de los refugiados, con las que queremos visibilizar la situación y exigir el compromiso real de los dirigentes y la comunidad internacional.