Desde 2013 ocurre entre Venezuela y Colombia un fenómeno masivo de movilidad humana. La región de Norte de Santander, en Colombia, es uno de los principales departamentos de destino por ser zona fronteriza. Allí, personas como Michell trabajan cada día dando apoyo a las personas migrantes e impulsando proyectos de construcción de paz e integración socioeconómica y cultural con solo con la población migrante, sino también con la de acogida. ¡Sigue leyendo para conocer su historia!

El trabajo de Michell en la frontera Venezuela-Colombia


Actualmente las acciones de respuesta para personas migrantes y refugiadas se enmarcan en la estabilización social a través del Estatuto Temporal de Protección para migrantes venezolanos que permite su regularización, protección e inserción en las dinámicas de los territorios. Nuestra compañera Michell ha trabajado con migrantes caminantes que se movilizan a pie desde Venezuela hasta Colombia o hacia terceros países en busca de nuevas oportunidades: “aquí nos encontramos con migrantes que tienen semanas caminando solos o con sus familias, se enfrentan a ciertos riesgos particulares como cambios de clima, robo de pertenencias y trata de personas. Hemos logrado identificar niños, niñas y adolescentes no acompañados, mujeres gestantes y lactantes y comunidad LGBTIQ+”.

Objetivo número 1: salvar vidas


El trabajo de asistencia humanitaria en Colombia con personas migrantes tiene entre sus objetivos salvar vidas. Por eso, gran parte de nuestro trabajo se basa en la entrega de kits energéticos que garanticen la seguridad alimentaria, el acceso a agua potable y para uso higiénico o la entrega de kits de bioseguridad. “Además –señala Michell- les atendemos a nivel psicosocial, sobre todo a la infancia, que disponen de una zona de protección infantil en la que a través del juego se nos permite trabajar para ayudar a superar posibles traumas”.

Pero sin duda, aunque muchas personas migrantes solo están de paso, en esta zona de Colombia otras muchas se quedan, porque no quieren desprenderse de ese vínculo geográfico cercano con sus familiares en Venezuela. Trabajamos con migrantes con vocación de permanencia en asentamientos humanos de la ciudad de Cúcuta. Allí se enfrentan a inseguridad alimentaria, dificultad para el acceso a la salud y trabajo formal, explotación laboral, discriminación y xenofobia. “Nuestro objetivo es promover la inserción sociocultural de las personas migrantes garantizando su seguridad alimentaria con la entrega de bonos, a través de jornadas de salud física y psicológica y el fortalecimiento de habilidades productivas”. Precisamente la implementación de estas iniciativas ha permitido acercar zonas periféricas de Cúcuta y Villa del Rosario al núcleo urbano logrando que las personas migrantes accedna a recursos productivos, así como a espacios de decisión pública.

Para Michell, ser trabajadora humanitaria le permite ser testigo de los cambios que se van produciendo en el lugar donde vive y trabaja: “este nivel de empoderamiento y visibilización de migrantes, población LGBTIQ+, víctimas del conflicto armado y en situación de vulnerabilidad me motiva para lograr una transformación social y también personal como profesional de las ciencias humanas”.

El cambio, dice Michell, empieza por dentro. El hecho de poder identificar las afectaciones emocionales y físicas que conllevan las personas en proceso de movilidad humana ha despertado en ella la capacidad de empatía y comprender que la migración es un fenómeno natural, que sus antepasados han sido migrantes y que ella también puede serlo.