El pasado mes de septiembre Ayuda en Acción y la Universidad del País Vasco organizaron un curso sobre los retos de la movilidad humana. A través de una colaboración con El Orden Mundial”, trazamos los mapas y principales características en cuanto a migraciones forzadas en África. Hoy queremos contar un poco más sobre ello.

Migraciones: no es un fenómeno nuevo, pero va en aumento


Las migraciones han acompañado al ser humano toda su existencia. La ONU de hecho la califica como un fenómeno milenario. A día de hoy su dimensión está determinando flujos de movimiento internacionales cada vez más acelerados, influido por las nuevas tecnologías de la comunicación y las mejoradas vías de transporte.

La información sobre estos flujos también está cada vez más documentada, permitiéndonos conocerlos mejor. Sin embargo, siguen manteniéndose vivos mitos que no se corresponden con la realidad. Por ejemplo, que la mayor parte de las personas migrantes se dirigen hacia países más desarrollados o que la mayoría son personas refugiadas son algunos de esas “leyendas urbanas”. Nada más lejos de la realidad.

La búsqueda de una vida mejor es uno de los grandes motores de transformaciones sociales, económicas y tecnológicas. Dentro de eso que llamamos una vida mejor podríamos mencionar razones familiares, laborales o académicas, como las más frecuentes. Sin embargo, en no pocas ocasiones la migración es forzada como consecuencia de conflictos políticos o civiles y con cada vez más frecuencia, como consecuencia de los efectos del cambio climático. África es una de las regiones más afectadas por esto último. Y allí migrar cada vez es más una obligación que un derecho.

Las migraciones intraafricanas


La mayoría de personas migrantes de África subsahariana se trasladan a otros países de la región o incluso a otras zonas dentro de su mismo país. Salir de sus lugares de origen es para muchos africanos y africanas la mejor (y en muchas ocasiones la única) forma de tener oportunidades que les permitan desarrollarse social, económica y personalmente. En otras ocasiones, se trata “simplemente” de salvar sus vidas.

Los países africanos que más flujos migratorios reciben son aquellos que están más desarrollados económicamente: Nigeria, Sudáfrica, Etiopía o Costa de Marfil). Y eso no es casual. En el lado opuesto, en el de los países que emiten mayor número de migrantes (forzosos o no) estarían Sudán, República Democrática del Congo o Somalia.

Es frecuente que las personas migrantes acaben en uno de los países vecinos al suyo, donde normalmente se comparte lengua y cultura. Pero también es una cuestión de oportunidades: no todas las personas migrantes pueden costearse un viaje a Europa y no siempre la adaptación, si eso ocurre, es fácil.

Según El Orden Mundial llama la atención “la inexistencia de grandes rutas migratorias” que vayan del sur al norte de África: el desierto del Sáhara actúa como barrera natural. Sin embargo, sigue siendo la principal ruta clandestina para quienes van desde Sahel, la última región en incorporarse a la estrategia de Ayuda en Acción con Níger y Mali.

Migraciones en África: mapa

Conclusiones


La población mundial está en constante movimiento y a la luz de las tendencias de las últimas décadas el número de personas migrantes en el mundo continuará aumentando en los próximos años. La pandemia de la COVID-19 ha impactado directamente en los movimientos migratorios de todo el planeta. La imposición de restricciones de movimiento, cuarentenas para viajeros/as, nuevos controles de entrada e incluso la reimposición de controles fronterizos en zonas como el área Schengen han alterado las migraciones durante este periodo. Pero a su vez también han dejado patente el importante papel que ha tenido la población migrante a la hora de responder a esta crisis sanitaria global.

Una de las principales conclusiones extraídas de este periodo atípico de pandemia en lo que a migraciones se refiere es la necesidad de entender la interrelación de los procesos migratorios en todo el mundo. De ahí la necesidad de plantear políticas holísticas de gobernanza mundial de las migraciones.

En esta línea, es necesario que los organismos internacionales y los Estados sigan trabajando para crear una legislación internacional acorde a los flujos migratorios actuales y de futuro en un mundo cada vez más interconectado. Oponer políticas de securitización de fronteras a un fenómeno intrínseco de los seres humanos es una manera de hacer todavía más vulnerables a las personas que tienen la necesidad de migrar para llevar una vida mejor.

Es fundamental abordar con datos e información precisa los fenómenos migratorios mundiales para plantear políticas que permitan migraciones seguras y que eviten discursos alejados de la realidad, que no buscan más que una instrumentalización política de las migraciones. Plantear de modo franco y abierto el debate sobre los retos de la movilidad humana con la pobreza, la desigualdad, el cambio climático y los conflictos como telón de fondo supone afrontar algunos desafíos que deberán resolverse desde distintos aspectos.

  • Abordar un debate ético desde el reconocimiento de que todas las personas tienen derecho a buscar una vida mejor y más digna, pero también desde la autonomía de elección individual.

  • El fenómeno migratorio es una estrategia más de desarrollo y de resiliencia de las comunidades. Es necesario huir de la lectura única que presenta a la migración como el fracaso del desarrollo.

  • Defender las acciones de cooperación al desarrollo como un factor más en la mejora de la situación en las comunidades y/o como promotoras de capacidades que mejoren la autonomía de cada persona para que puedan tomar mejores decisiones sobre su futuro, ya sea permanecer en su comunidad o migrar.

  • Asegurar la protección y el apoyo para las personas que en su desplazamiento requieren de asistencia humanitaria. Una asistencia orientada a proteger y reconstruir sus vidas acceder a oportunidades en destino o regresar a sus hogares.

  • Ninguna razón se debe anteponer al cumplimiento estricto de la legislación internacional.

  • Promover políticas y acciones orientadas a ordenar, regular y dotar de seguridad a todo el proceso migratorio como son el Pacto Mundial para la Migración y el Pacto Mundial sobre los Refugiados. Estos pactos ofrecen una base de consenso que establecen unas políticas y pautas orientadas a garantizar la libertad de decisión de las personas a migrar o no.

  • Promover la coherencia de políticas. Seguir trabajando para que los Estados cumplan sus compromisos internacionales como los ODS o el Acuerdo de París son también medidas que mitigarán y reducirán algunos de los escenarios que son la causa de los fenómenos de expulsión de población.

  • Combatir el discurso xenófobo y racista que criminaliza la migración. Es necesario combatir las ideas preconcebidas sobre la migración que impregnan la actualidad y que no se corresponden con la realidad. Hay que trabajar por visibilizar los beneficios de la migración en las sociedades y trabajar en las causas de los problemas relacionados con la movilidad y la inclusión plena de los colectivos migrantes en las sociedades de acogida.


Si los Estados no abordan de manera decidida estos retos, se estará perdiendo la oportunidad de ver y tratar la movilidad humana como un flujo de energía social, cultural y económica que deberá mejorar a las sociedades de origen y acogida y, sobre todo, perdiendo la oportunidad para construir sociedades más diversas e inclusivas en un mundo cada vez más interconectado e interdependiente.