Cuando vas a hablar con una persona que se encuentra en un albergue de migrantes en México te acercas un poco encogida. Pequeñita. Con el miedo de cometer alguna imprudencia que le pueda dañar, hacerle sentir incómoda. Más aún en Navidad y cuando la distancia es forzada con su hogar. Porque sabes que quien estará delante de ti llegará ya magullada. Dolorida. Probablemente rota. Por fuera y también, por dentro.
Y entonces conoces a Sindy. Una mujer con una sonrisa que ilumina el mundo, con una energía que podría recargar cientos de pilas, además de las mías que, a estas alturas del año y cerca de la Navidad, ya estaban a medias.
Si quieres conocer su historia, ¡mucho mejor verla!
Desde Venezuela hasta México: la historia de Sindy
Sindy es venezolana. Está casada y tiene tres hijos. Los cinco, juntos, abandonaron su país de origen para llegar andando hasta México. Es un camino largo y lleno de obstáculos y riesgos desde el principio. Nos cuenta que huyeron de su país porque estaban amenazados, porque “en Venezuela no ser afín al gobierno se paga caro” y escapar durante dos años al país vecino no era suficiente. Así que decidieron marchar más lejos.
Recuerda con exactitud los días y las fechas. Fueron 21 perdidos en el Tapón de Darién, una selva que se reparte entre Colombia y Panamá. Una trampa mortal para cientos de migrantes que se atreven a cruzarlo. Después aún restaba un mes y medio más hasta llegar el 22 de septiembre al Hogar Refugio para personas migrantes de la 72 (también llamado La 72) en México.
Sindy es rotunda al confesar que lo que hace, lo hace por sus hijos. Su verdadera fuerza para seguir adelante en un camino infernal ha sido su hijo pequeño, que tiene autismo.
Habla de su situación actual en La 72: "aquí por fin me siento protegida". Sus palabras de agradecimiento son para el equipo de trabajadores, trabajadoras y voluntariado que la han ayudado a poner en regla sus papeles y le han brindado la información necesaria para que ella y su familia conocieran sus derechos.
La Navidad, una época complicada para migrantes en México
A Sindy le pesa la llegada de la Navidad, especialmente por la falta de los abrazos de su abuelo, quien, sin embargo, le da fuerzas para seguir su camino. La distancia es insalvable pero reconoce que la fuerza del cariño supera la falta.
La familia de Sindy y ella misma han encontrado en el albergue otra pequeña familia de la que les cuesta pensar en separarse. Será con estas personas con quienes compartan estos días de fiesta. Admite que siempre está contenta a pesar de sus problemas porque lamentarse de ellos no vale, pero sí resolverlos para seguir adelante. Con ese mismo espíritu, anima a las mujeres que llegan al albergue sin esperanza: “porque hay que luchar por lo que uno quiere, por sus sueños”. El suyo es llegar a Monterrey y volver a montar sus talleres de belleza.