“Aquí no vamos a morir de la enfermedad, aquí vamos a morir de hambre”. Así nos contaba Dionisia, campesina guatemalteca, cómo la COVID-19 estaba afectando a su vida. Ella y su familia son parte de los 690 millones de personas que malviven sin las calorías suficientes. ¿Cómo agrava la COVID-19 esta realidad?, ¿qué está fallando en los sistemas alimentarios?, ¿lograremos el Hambre Cero en 2030? Conoce nuestra radiografía del hambre en el mundo a través del informe Global Hunger Index 2020.
Global Hunger Index 2020: el impacto de la COVID-19 en el hambre
Ya no es noticia que la pandemia, como todas las grandes crisis, ha redescubierto las carencias previas ya existentes. El problema del hambre es un claro ejemplo. La plataforma Alliance2015, de la que formamos parte, publicaba en octubre de 2020 el Global Hunger Index 2020. Se trata de un informe que, desde 2005, mide el hambre en el mundo estableciendo un ranking entre los países en desarrollo analizando tres dimensiones del hambre:
- Ingesta calórica insuficiente.
- Desnutrición infantil.
- Mortalidad infantil.
Dicho informe ya alertaba, analizando solo los datos de 2019, que no se alcanzaría el objetivo del Hambre Cero en 2030. Y para 2020 las estimaciones tampoco son buenas. Según Naciones Unidas, probablemente hayamos cerrado el año 2020 con 130 millones de personas más engrosando las listas del hambre.
La COVID-19 ha irrumpido en un mundo de crisis globales superpuestas: crisis medioambiental, múltiples conflictos y crisis económicas y sociales. Otras conclusiones del Global Hunger Index 2020 son:
- Más de 50 países tienen niveles de hambre “graves” o “alarmantes”.
- Unos 690 millones de personas ingieren menos calorías de las recomendadas, lo que supone un aumento de 10 millones desde 2018 y de casi 60 millones desde 2014.
- 144 millones de niños y niñas sufren desnutrición crónica y 47 millones más de desnutrición aguda.
- Antes del impacto de la COVID-19 ya se estimaba que, al ritmo actual, unos 37 países no lograrán ni siquiera alcanzar un nivel bajo de hambre en 2030.
144 millones de niños y niñas tienen desnutrición crónica. Así es la radiografía del hambre en 2020 que nos deja el informe Global Hunger Index. Clic para tuitear
Un sistema alimentario enfermo
El informe alerta de que tenemos un sistema alimentario exclusivamente pensado para producir beneficios en el mercado y alejado de su función primordial: alimentar a toda la población. Nuestros sistemas alimentarios son injustos, amenazan la salud humana, animal y planetaria y, además, son inadecuados para superar las crisis y acabar con el hambre en 2030. ¿Aún no nos crees? ¡Sigue leyendo!
- Alimentación y cambio climático: prácticas como el cambio de uso de la tierra, la agricultura intensiva y la producción ganadera a gran escala han destruido los hábitats y contribuyen al cambio climático. El enorme aumento de la producción ganadera intensiva ha causado la pérdida de biodiversidad y contribuye al aumento de enfermedades infecciosas emergentes. El contacto cada vez más estrecho entre los animales silvestres y el ganado aumenta el riesgo de que surjan enfermedades animales y su transmisión a los seres humanos. Los sistemas alimentarios contribuyen entre el 21% y el 37% del total de las emisiones netas de gases de efecto invernadero causadas por el hombre y representan el 70% del uso de agua dulce.
- Desigualdad: la gobernanza mundial de la alimentación se inclina en contra de los países de ingresos bajos y medios y de los pequeños agricultores. Estos países dependen, cada vez más, de las importaciones de alimentos baratos y procesados, a menudo subvencionados en los países ricos, con los que los pequeños agricultores locales no pueden competir, lo que debilita sus cadenas de producción y distribución. Se prevé que esos países se conviertan en importadores netos de alimentos para 2030, lo que los hace vulnerables a las perturbaciones externas de las cadenas de alimentación globalizadas, como ha demostrado la pandemia.
- Falta de seguridad en la tenencia de la tierra, sobre todo en comunidades rurales e indígenas. Esto propicia la apropiación de tierras fértiles por parte de grupos de inversores que promueven una producción agrícola orientada al mercado internacional y que suele desplazar a pequeños agricultores, pastores y grupos indígenas, dejando escasos beneficios en la región.
El año 2020 se cerró con 130 millones de personas más engrosando las listas del hambre. Clic para tuitear
¿Cómo lograr el hambre cero?
No estamos ante un problema de escasez de alimentos, sino de distribución y de cómo el propio sistema está pensado más para el mercado global que para la alimentación. Es vital repensar cómo producimos, procesamos, distribuimos y consumimos nuestros alimentos, a la vez que reducimos los desperdicios y las pérdidas de alimentos durante el proceso, diseñando un sistema saludable y sensato para humanos, animales, plantas y para el propio planeta. Otras recomendaciones son:
- Aumentar las prácticas agrícolas sostenibles.
- Producir y suministrar más alimentos asequibles, frescos y saludables donde se remunere de forma justa y sostenible a todas las personas involucradas en la cadena.
- Promover un sistema circular, es decir, una economía alimentaria basada en la reutilización de materiales y productos, así como la eliminación de residuos; reducción de los desechos generados; reutilización segura de los alimentos sobrantes; uso de subproductos y desechos de alimentos; reciclaje de nutrientes, y gestión de los excedentes para que no se pierdan.
Quedan apenas 10 años para llegar a 2030, una meta que la comunidad internacional y la sociedad en su conjunto nos impusimos para conseguir un planeta sostenible y más justo. Lograr cambios profundos en el actual sistema alimentario mundial es un paso que nos ayudará a erradicar el hambre y la malnutrición, pero también a tener un planeta más seguro y vivible.