Es habitual que, cuando hablamos de pobreza, lo último en lo que pensemos sea en relacionarlo con la obesidad o el sobrepeso. Pero la verdad es que este tipo de malnutrición es otra de sus caras: azota a las familias con menos recursos y no entiende de fronteras.
La obesidad se ha convertido en un problema global. Tanto es así que el segundo de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS): hambre cero, incluye el compromiso no solo de erradicar el hambre, sino también la meta de “poner fin a todas las formas de malnutrición”. Lo que hace referencia a la desnutrición… pero también a la obesidad, y su relación con la pobreza es estrecha.
De hecho, la FAO ha incluido por primera vez este término en su último informe sobre el estado de la seguridad alimentaria y la nutrición. Este texto pone de manifiesto que la obesidad y el sobrepeso son también signos de inseguridad alimentaria.
Un problema de salud mundial
Lejos de disminuir, las cifras de obesidad y sobrepeso en todo el mundo aumentan año a año en todos los países y este incremento es especialmente alarmante en los niños y niñas en edad escolar y en los adultos.
En poco más de 40 años, la obesidad se ha casi triplicado en todo el mundo. Más de 2.000 millones de personas adultas tenían sobrepeso en 2017, algo que afecta a más de 40 millones de niños y niñas menores de cinco años. En España, se calcula que el 17,4% de la población adulta (18 y más años) sufre obesidad y si a esto añadimos el número de personas con sobrepeso, la cifra sube a más de la mitad de la población. La cifra se sitúa en el 10,3% en el caso de los menores de 17 años, lo que supone que 1 de cada 10 niños y niñas tiene obesidad infantil. Y estos porcentajes lejos de disminuir, aumentan año a año.
Sus consecuencias para la salud son muy graves y más para la infancia. Ya que pueden llegar a desembocar en patologías como la diabetes de tipo 2, hipertensión, asma, otros problemas respiratorios, trastornos del sueño y enfermedades hepáticas. Pero no sólo eso, los niños y niñas con obesidad son más propensos a tener baja autoestima, depresión y aislamiento social.
La principal razón de este incremento se encuentra en los cambios de hábitos de vida. Se consumen más alimentos de alto contenido calórico (ricos en grasa) y ha descendido la práctica del deporte.
La relación entre obesidad y pobreza: las familias con menos recursos, las más vulnerables
Así pues, los mejores aliados de la obesidad son el sedentarismo y la mala alimentación. Y precisamente este último, es el que está más relacionado con la pobreza.
Y es que comer bien sale caro. Una cesta de la compra con alimentos ricos en nutrientes como son el pescado, la carne, las legumbres, las verduras o frutas frescas incrementa la factura de la compra. De ahí, que las familias con menos recursos tengan que recurrir a productos preparados y ultraprocesados que son más asequibles, pero que también tienen un alto contenido calórico y menor valor nutritivo.
Los datos corroboran esta desigualdad entre rentas altas y bajas. Según los últimos publicados por el INE, el 69,4% de las personas con ingresos bajos consumió fruta diariamente en 2017, frente al 83,6% de las personas con ingresos altos. Por su parte, el 58,4% de las personas con ingresos bajos incluyó en su dieta diaria verduras, ensaladas o legumbres , frente el 69,3% de las de ingresos altos.
Desde hace más de 38 años, Ayuda en Acción está del lado de las personas más vulnerables; por ello, una de nuestras líneas de actuación es la promoción de condiciones de vida saludables en más de 20 países del mundo. En España, por ejemplo, damos formación a niños, niñas, jóvenes y familias en riesgo de exclusión en hábitos de vida saludable y nutrición a través de nuestro programa Aquí también.