Educar en valores se parece más al trabajo de sembrar, cultivar y cuidar un bosque que a cualquier otra profesión. Es una apuesta personal en la que los adultos tenemos que dedicarle tiempo al hacer, pero también necesitamos tiempo para pararnos a pensar en aquello que hacemos. Es, también, una apuesta familiar donde los niños y niñas necesitan tiempos para "aburrirse” y los padres y madres necesitan tiempos para transmitirles no solo conocimientos y habilidades técnicas, sino todo el cariño que les tienen.


Educar en valores: Día Internacional de la Tolerancia


1.- Antes de ponernos a sembrar necesitaremos conocer bien a los más pequeños, el suelo donde crecerá nuestro bosque. Cuando educamos en valores nos pasa lo mismo que con los árboles, la “normalidad” no existe: lo más común es ser diferente. Y como el suelo “normal” no existe, tendremos que averiguar qué es lo que tiene y de qué carece.


El primer paso, entonces, es educar en la tolerancia. Los adultos tenemos que promover, cada día, la curiosidad y las ganas de  conocer otras realidades; fomentando, desde el primer día que vamos al parque, el respeto, la sencillez o la sociabilidad.


Todos los días del año, pero hoy especialmente, Día Internacional de la Tolerancia, los adultos tenemos que tratar de sembrar, en los más pequeños, los valores vinculados con el hábito de relacionarnos con aquellas personas que no son igual que nosotros por su color de piel, condiciones físicas o intelectuales o cualquier otro aspecto.


2.- Asumidas las características del suelo, como son y cómo se reconocen los más pequeños, llega el momento de identificar las especies que se pueden dar en ese terreno. Nuestro segundo paso al educar en valores será, por tanto, reconocer que no tenemos que ser cuadriculados y  que lo largo de la vida, todas las personas, tenemos alternativas a la hora de tomar decisiones, elegir qué camino escoger o plantearnos un objetivo de felicidad.  


También debemos defender la diversidad en el aula. Y entender que la sobrerrepresentación de alumnado de diferentes orígenes geográficos, sociales, etc. no va en contra del rendimiento del resto; si no que la heterogeneidad de culturas, que incluye las autóctonas, es una valor añadido que se debe trabajar en los centros educativos. Fe de ello son los casi 70 centros educativos donde impulsamos nuestro proyecto Aquí También.


educar en valores3.- Conocido el suelo, elegidos los árboles que plantaremos, toca mejorar el suelo. Para educar en valores es básico fomentar la iniciativa personal a la hora de proponer acciones que ayuden a otros a obtener mejores resultados en todos los ámbitos: las relaciones interpersonales con los hermanos, los amigos y el resto de personas, la actitud positiva en casa y el colegio, etc. 


Enfocarnos en la mejora continua y en la excelencia, cuando educamos en valores, nos invita a soñar, pensar y diseñar un mundo más abierto y accesible. Se trata, entonces, de trabajar en identificar, en el aula y en casa, a aquellas mujeres y hombres que han destacado por sus contribuciones a la sociedad y que pueden ser un referente y modelo de vida para todos nosotros. Pero, también, es necesario fomentar con nuestros actos y decisiones la igualdad de oportunidades, garantizando que todos niños y niñas pueden participar y disfrutar de nuestras actividades.


4.- Ha llegado el momento de ponerse manos a la obra: cavar y plantar. El esfuerzo colectivo es una parte fundamental cuando se trata de educar en valores y, también, del trabajo que promueve Ayuda en Acción.


No podemos educar en valores solos. Esto es una cuestión de trabajo en equipo. Necesitamos todas las manos disponibles y dispuestas a sumar en este proyecto. Es una labor de corresponsabilidad de padres, madres y docentes; pero no están solos. Otros padres y madres de familia, el vecindario y las iniciativas sociales (presentes en el barrio) son, también, parte importante para garantizar que nuestro bosque crece y se extiende a lo largo de los años.


5.- Nuestro bosque ya está listo. Ahora, por si mismo, ha de generar los nutrientes que necesita para crecer y regenerase en el territorio. De igual modo, nuestra iniciativa de educar en valores no será exitosa, si los más pequeños no dan el paso a crear, cuestionar y desarrollar su propia escala de valores.


La sostenibilidad de nuestro quehacer a la hora de educar en valores pasa, entonces, por promover en los niños y niñas el valor de la autocrítica. Se trata de desarrollar en la edad temprana la capacidad que tenemos todas las personas de vernos a nosotros mismos para ser mejores personas cada día. El éxito vendrá entonces si educamos en la práctica diaria de identificar nuestros errores y fortalezas con el objetivo de afianzar nuestras cualidades positivas y cambiar aquellas que no lo son tanto.


A caminar se aprende andando. A educar en valores se aprende paso a paso.