En el contexto de crisis que las ONG conocemos, el concepto de resiliencia aparece con fuerza. Una resiliencia que, en lo social, define la capacidad de las comunidades e individuos para recuperarse y superar situaciones de adversidad de todo tipo. Sabemos que son las sociedades con mayores índices de educación las que superan mejor los baches. Por este motivo, las ONG dedicamos mucho esfuerzo a fortalecer la resiliencia de las comunidades y de los sistemas educativos. Reivindicar en estos momentos un concepto de escuelas resilientes nos parece, desde Ayuda en Acción, sumamente oportuno, especialmente a la hora de contribuir en la construcción conjunta de un modelo que responda a los retos globales que nos acucian. La respuesta no debe demorarse más.
Un modelo educativo resiliente en una crisis como la de la COVID-19 debe poder garantizar con la suficiente seguridad la continuidad del proceso educativo para todo el alumnado, tanto en remoto, como presencialmente.
Escuelas resilientes: sus características
#1 Inclusivas
En este sentido el primer objetivo debe ser el de asegurar el foco en los colectivos más vulnerables, en no dejar a ningún alumno o alumna atrás. Por eso las escuelas resilientes deben ser abiertas, inclusivas y libres de todo tipo de barreras de acceso, permanencia y de seguimiento de los procesos educativos.
Esto, en el contexto actual, significaría que los planes de retorno a la enseñanza virtual deberían atender las necesidades que ya quedaron patentes meses atrás: las de conectividad, las alimenticias (ayudas de comedor), pero también las de seguimiento y refuerzo. Todo ello sabiendo que serán las familias con peor situación socioeconómica las que, en una posible vuelta a casa por cierre o cuarentena, tendrán mayores dificultades para apoyar el seguimiento del proceso educativo de sus hijos e hijas, bien por falta de infraestructura digital, por capacidad o por imposibilidad de conciliar la vida laboral y familiar.
#2 Seguras
El elemento de la seguridad también está en estas escuelas resilientes. En el contexto de la pandemia, significa no solo la aplicación de las medidas, sino que sean también promotoras de la cultura de paz. Esto implicaría llevar a cabo actividades de sensibilización y concienciación que conviertan al alumnado, incluso a los más pequeños, en ciudadanía activa frente a la pandemia y no, como ya se viene tristemente asentando en el debate, en víctimas propagadoras del virus.
#3 Conectadas
Otro elemento crucial es el de la conectividad. Las escuelas deben estar conectadas al mundo y a su comunidad. Aquí lo digital toma enorme relevancia con medidas enfocadas, de nuevo, al alumnado más vulnerable. Esto implica disponer de una conexión digital adecuada que es ya básico en lo presencial, pero que, en caso de confinamiento o cuarentena, permita continuar en modo virtual el proceso educativo, convirtiéndose en un elemento potentísimo de resiliencia. Para ello, no basta con la infraestructura digital para docentes y alumnado -con tabletas, conexión y plataformas virtuales seguras y gratuitas- sino formación continua a la comunidad educativa y adaptación de los contenidos a este nuevo formato. Este proceso no se hace de la noche a la mañana y necesitará de una apuesta decidida a largo plazo por parte de las administraciones.
Pero una conexión al mundo no es solo digital: implica la conexión de la escuela con su comunidad. En todo el debate, la comunidad educativa (en especial el alumnado) ha tenido poco espacio de participación a la hora de presentar sus necesidades. Se deben establecer canales de participación interna adaptados a las distintas edades, pero también conectados al exterior. Un sistema educativo resiliente debe tener una plataforma de escucha constante entre la administración educativa y las escuelas.
#4 De calidad
Por último, las escuelas resilientes deben ofrecer una educación relevante. Esto pasa por poner especial atención a la incorporación -en currículos y programas- de los conocimientos y nuevas competencias necesarias, como son los contenidos digitales y tecnológicos. Pero también otros como los medioambientales o los de ciudadanía, y siempre muy orientados al acceso y la creación de oportunidades reales hacia el empleo decente y la autonomía.
Para ello, la formación docente deberá ser permanente. Pero también es fundamental mantener intacta su motivación, y esto implica, por ejemplo, no dejarles inermes frente la emergencia sanitaria. Viendo la lista de medidas que están aplicando los docentes para garantizar su seguridad y la de su alumnado, uno se plantea cómo lo están logrando si no hay grandes contrataciones, no solo para bajar la ratio de alumnado/profesor, sino para poder dedicar más atención a quien más lo necesita.
Es tan urgente como importante no demorarnos más en la transformación de nuestras escuelas en espacios que no dejen a nadie atrás y respondan a los retos globales.