En contextos de pobreza, cuando todo es cuesta arriba, cuando la garantía de los derechos humanos más básicos no existe, lo que siente un niño cuando puede ir a la escuela es una dicha inmensa. Nacer en uno los lugares más pobres del mundo condiciona totalmente las oportunidades para estudiar y formarse. Ayuda en Acción tiene proyectos de cooperación al desarrollo en 18 países de América Latina, África y Asia. Todas las regiones en las que trabajamos tienen un denominador común: la pobreza. Las familias a las que apoyamos son las que registran mayores índices de todos los indicadores que existen relacionados con la pobreza, la desnutrición infantil, la mortalidad y, por supuesto, la falta de oportunidades para estudiar.  


Un niño cuando puede ir a la escuela se siente un privilegiado


Si procedes de una familia que apenas tiene para sobrevivir, comprar un cuaderno o un bolígrafo es inalcanzable. En ese contexto, ¿cómo se siente un niño cuando puede ir a la escuela? Se siente un auténtico privilegiado. 


Es lo que le ocurre a Byron, de 15 años. Estudia actualmente 2º básico y en su aldea no hay escuela de Secundaria. Por eso tiene que recorrer diariamente una hora caminando para llegar a la Escuela de Tanshá, en Guatemala.


https://youtu.be/e2TEtWleA6o


Lo que siente un niño como Byron cuando puede ir a la escuela es un auténtico sentimiento de orgullo, por saber que su persistencia le acerca cada día un poquito más a su sueño. Quiere ser maestro. Su padre Julio César sabe que su hijo es un estudiante brillante. Así se lo ha transmitido en multitud de ocasiones su profesor Arnoldo, quien sabe perfectamente el gran esfuerzo que hace Byron, el único joven de su comunidad que está estudiando en Secundaria.


Byron se levanta todos los días a las a las cuatro de la madrugada para ayudar a su madre a moler el maíz. Después de regresar de la escuela y hacer los deberes, también ayuda a su padre en las tareas agrícolas, y a sus siete hermanos con las tareas del cole.


¿Que ocurre cuando no pueden ir a la escuela?


Gilda, de 17 años, también era una estudiante destacadísima en Cotagaita, la pequeña aldea de Bolivia en la que vive con sus hermanos y su madre. Cuando su padre enfermó de corazón, dedicaron todos los recursos económicos que tenían para cubrir los gastos de las consultas médicas. Pero no fue suficiente para salvarle la vida. Su sueño, desde entonces, es estudiar medicina para poder atender a las familias con escasos recursos. Al dolor por no poder salvar la vida de su padre se sumó el de no poder estudiar. Lo que siente una chica como Gilda cuando no puede ir a la escuela es impotencia, frustración, dolor.


https://youtu.be/_C0oGefDJ38


Detrás de los sueños rotos de los niños y niñas que quieren estudiar y no pueden por falta de recursos de sus padres, se encuentran los nombres de muchos estudiantes abocados al abandono escolar forzoso.


Ayuda en Acción trabaja para garantizar que la infancia más desfavorecida  disfrute de derechos tan básicos como la educación. En la actualidad, más de 265 millones de jóvenes y niños no están escolarizados. En este sentido, Naciones Unidas señala que si todos los niños y niñas fueran a la escuela de secundaria, 420 millones de personas podrían salir de la pobreza.


 Quienes pensamos que desde la sociedad civil también podemos contribuir a la garantía de este derecho podemos ayudar. ¿Cómo hacerlo? Colaborando con organizaciones como Ayuda en Acción que se esfuerza diariamente por garantizar el derecho a la educación de calidad de las personas más desfavorecidas del planeta.



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