Los derechos de la infancia deberían ser respetados en cualquier parte del mundo. Cuando apenas quedan ocho años para 2030, aún faltan muchos derechos que conquistar. Acceso a educación, medio ambiente, salud… Ayuda en Acción trabaja enfrentándose a los mismos problemas desde realidades distintas. Pero nuestro objetivo es claro: garantizar los derechos de la infancia.
¡Te contamos algunas historias desde diferentes rincones!
Guatemala: la infancia de Rodeíto quiere una educación de calidad
A la aldea de Rodeíto no suele llegar gente. Ni siquiera las instituciones… Pero Ayuda en Acción sí está allí, con su gente y con su infancia. En la escuela hay seis grados de primaria con un solo docente, que además cambia frecuentemente. Es uno de los grandes problemas que se da en el mundo con la educación rural: el profesorado público prefiere estar en lugares mejor comunicados. Rodeíto, por ejemplo, queda aislado frecuentemente en temporada de lluvias.
Entre la imposibilidad de asistir a clases para la infancia y la de los docentes para estar en la comunidad durante la temporada de lluvias, ha habido periodos en los que la infancia está sin recibir clases entre tres y cuatro meses, a la espera de que el Ministerio asigne otro docente.
Además, la energía eléctrica no siempre está disponible, lo que impide recibir una educación de calidad. Por eso instalamos un kit de paneles solares y entregamos un equipo audiovisual que permite brindar una mejor educación para la infancia.
La juventud no permanece indiferente ante el desarrollo de la infancia en su comunidad. Por eso han decidido entrar a ser parte del Comité de Vínculos Solidarios, liderando acciones lúdicas, deportivas y socioculturales que intentan dar a conocer los derechos de la infancia de forma divertida.
México: reforestar para respirar
Urge un cambio de perspectiva respecto a cómo nos relacionamos con el planeta. En regiones como Asia y América Latina, la deforestación continúa de manera desmedida y trae la desaparición de especies de plantas y animales. La pérdida de bosques provoca el 17% de las emisiones de carbono en el mundo. La cifra equivale a todo el dióxido de carbono que genera el sector del transporte.
En México los desafíos ambientales cada día se hacen más evidentes y las acciones para hacerles frente no demuestran ser suficientes. En 2020, México perdió 300 000 hectáreas de cobertura arbórea. En el país hay aproximadamente 66 millones de hectáreas de selvas y bosques, de los que 60% son propiedad de ejidos y comunidades.
Entre los efectos del cambio climático están los incendios y el avance de plagas forestales. Y la infancia es una de las grandes perjudicadas de todo este panorama.
En la región de Sierra Nevada, en el estado de Puebla, hemos identificamos la urgencia de mejorar las condiciones del cerro El Gravillero, azotado por una de esas plagas que arrasan bosques. Por si fuera poco, en temporada de sequía la zona sufrió un incendio.
La reforestación era clave para recuperar el terreno, y una excusa perfecta para implicar a la infancia, principal afectada, en protagonista de la transformación en la región. El objetivo fue trasplantar 16 000 árboles para hacer frente al cambio climático y fortalecer a las comunidades.
A la reforestación no fueron solo niños y niñas, sino que se les invitó a ir acompañados de sus familias para sensibilizar a toda la comunidad a través de talleres en los que fortalecemos su relación de cuidado entre las personas y también con su entorno.
Entre todas las pancartas que llevaron los niños y niñas una de ellas llamó la atención. Era la de Camila, la niña que se arrancó a alzar su voz ante toda su comunidad para hacer un llamamiento por el medio ambiente. En el cartel que llevaba se leía: “reforestar para respirar”.
Infancia indígena en Honduras: dándole poder a través de derechos
En Honduras la infancia indígena es una de las protagonistas de nuestro trabajo. Tanto a través del apadrinamiento como de proyectos específicos, luchamos para que uno de las poblaciones más vulnerables del país pueda tener los mismos derechos que cualquier otro niño o niña del mundo.
Deyliz, por ejemplo, es un niño garífuna de 11 años que vive en la comunidad de Santa Fe (Colón). Estudia su primer año de secundaria en el Instituto Juan José Laboriel, ¡y no le va nada mal!
El apadrinamiento le permite participar en actividades y capacitaciones que le permiten conocer cuáles son los derechos que le pertenecen y le protegen. Sabe que uno de los derechos que por el momento no ve garantizado es el derecho a la saludo. Por eso, cuando sea mayor, quiere ser médico rural y atender a personas cerca de sus casas, para que no tengan que viajar lejos solo para tener acceso a una sanidad de calidad: “aquí no tenemos un médico permanente y muchas veces cuando nos enfermamos mis padres deben viajar para llevarnos a otro municipio para poder ser atendidos por un buen médico”.
Pero no es solo la sanidad la única carencia en la zona. La tecnología, necesaria para acceder a una educación de calidad, es también muy deficiente en zonas indígenas. Por eso Ayuda en Acción realiza un gran trabajo para llevar a las escuelas rurales la tecnología, sin perder de vista su cultura. Yosueth, de 10 años, valora mucho este trabajo: “me gusta que en la tablet que nos dieron los libros estén en garífuna, mi lengua materna, así puedo leer con mis padres y aprendemos juntos sobre nuestra cultura”.
Ecuador: garantizando el acceso al sistema educativo de la infancia en situación de movilidad
Abandonar tu hogar para buscar un futuro mejor en otro país es una decisión muy difícil, pero en muchas ocasiones la única salida. Cada día miles de niños y niñas llegan a un nuevo país dejando atrás su escuela, sus amistades… para empezar una vida nueva. En Ecuador más de medio millón de personas venezolanas se encuentran en esa situación. La integración socio-económica de la población migrante con la población de acogida es el objetivo de nuestro trabajo.
Según datos del Banco Mundial, buena parte de la población venezolana cuenta con títulos profesionales. Sin embargo solo el 17% trabaja en su área profesional y la mayoría, el 71%, lo hace con contratos temporales y con trabajos informales debido a la falta de documentación. Esta falta de oportunidades de los adultos repercute en la situación de la infancia provocando más desigualdad. El hecho de ser migrante es un factor de riesgo en la discriminación en las aulas. Esta es la razón de que apenas el 44% de los migrantes venezolanos entre 3 y 17 años esté matriculado en algún centro escolar.
Por eso nos ocupamos de que todos los niños, niñas y adolescentes en contexto de movilidad humana puedan ir al colegio. La integración de la población migrante con la población de acogida es fundamental para una convivencia en paz y para el desarrollo del país. Acompañamos a los familiares en el proceso de matriculación en los centros y les apoyamos en el proceso de inserción laboral y económica.
Es el caso de Cristopher, un niño venezolano de 11 años que llegó a Ibarra hace tres años debido a la situación económica de su país. Su madre decidió migrar en busca de mejores oportunidades y que Cristopher pudiera recibir una educación adecuada era fundamental para intentar devolver la normalidad a su vida.
“Ayuda en Acción me apoyó para formalizar el proceso y que Cristopher acceda a su educación. Nos facilitaron los materiales escolares para que pudiera estudiar con mayor facilidad, favoreciendo su inserción escolar”, cuenta Deni, la madre del niño. Y añade: “me han ayudado con el proceso de regularización en el país, algo que es muy importante para que podamos integrarnos sin temores, así como la oportunidad de participar en talleres para capacitarme en competencias transversales y diseñar un plan de negocio".
En Bolivia la infancia ejerce su el derecho a una alimentación adecuada
Una de nuestras prioridades en Bolivia es asegurar el acceso de la infancia a todos sus derechos. La educación y una alimentación adecuada son claves para su futuro. Pero nuestros esfuerzos no serían posibles sin el apoyo de los padrinos y madrinas y nadie mejor que la propia infancia para contar cómo el apadrinamiento cambia vidas, como la de Jorge Luis Castillo: “llevo varios años escribiendo cartas a mi amigo en España, a quien le cuento las cosas que mejoran cada año en mi vida y en la comunidad. Desde la primera carta las cosas cambiaron mucho en nuestro municipio a partir de los proyectos educativos, productivos y de salud”.
Pero también trabajamos con las familias para reducir la desigualdad económica y social. El cambio climático amenaza la producción agrícola y la seguridad alimentaria. Nuestros esfuerzos se han centrado en mejorar los ingresos de las familias de pequeños productores. A través de la innovación y capacitación mejoramos los cultivos y la producción de miel, cacao y frutales, además de su alimentación.
(Artículo escrito con la colaboración de Blanca Arnaiz, Aitor Montero, Yovana Mirna, Liz Ordóñez, Monse Torres y Marcelo Estrada)