Dolma aplaude entre risitas mientras jugamos al tras tras. Cada vez que le pillo abriendo los pequeños y regordetes dedos de sus manos para mirarme, ríe con más fuerza. Tiene poco más de 2 años y ya ha vivido el peor desastre natural de Nepal, los terremotos de 2015, donde perdió a sus padres, a su familia. Cuando la conozco, apenas ha pasado un año de las sacudidas; “su abuela es extremadamente pobre y no puede hacerse cargo de ella, ni nadie de su familia”, me cuenta Roshni en un soleado patio central, alrededor del cual se levantan los edificios que hacen de cuartel general de Maiti Nepal en Katmandú.
Son las 12 de la mañana de un día de enero de 2016, India ha ejercido un bloqueo informal sobre Nepal y la falta de suministros de gas impide poner los calefactores. “Aprovechamos esta hora del día para sacar al patio a los bebés, y a los niños y niñas más pequeños como Dolma. Pasan un rato jugando al aire libre, mientras los rayos del sol les hacen entrar en calor”. En unos de los laterales del patio, sobre el suelo se extiende una gran manta donde una hilera de pequeñajos de entre 1 y 6 años, nos buscan la mirada para captar nuestra atención. Dolma viste una sudadera azul que tiene dos orejitas de oso en la capucha y sigue escondiendo la cara entre sus pequeñas manos para que no deje de jugar con ella.
Ahora, pasados 5 minutos de nuestro primer contacto y juego, la miro con otros ojos. Tengo más información. Me pregunto si se habrá dado cuenta o si es consciente de todo lo que apenas nueve meses antes le tocó vivir y espero que su corta edad se lo impida, ¿sabe que ha perdido a su familia? Pienso también en lo afortunada que ha sido de haber acabado en un lugar como Maiti Nepal después de haber perdido a su padre y a su madre o de que su abuela haya rechazado criarla por no tener recursos. Me ha dado tiempo para hacer dos tras tras mientras, y seguirle sacando sonrisas.
Sobre la manta hay más niños y niñas... y más historias. Ninguno supera los 6 años y cada uno de ellos tiene un desafortunado episodio marcado en su calendario vital, en su ADN vivencial. De la misma edad de Dolma, un adorable niño de ojos achinados se balancea a su lado, de izquierda a derecha, como en una especie de baile imaginario. Roshni me pone en contexto: “lo encontramos en la calle hace unos meses, estaba abandonado, no sabemos si tiene familia o cómo localizarla; lo llamamos cariñosamente Chinaman porque creemos que nació allí”.
Más allá se sienta Sita, una niña muy menuda con unos ojos enormes y brillantes, y a su lado un simpático niño de pelo rebelde cuyo nombre no me detallan: “todos vienen de la calle... Sita parece que tiene 4 años pero en realidad tiene 6, estaba desnutrida cuando la encontramos y aún se está recuperando; tardará todavía un tiempo en llegar a su percentil”. Mientras le hago ver a Dolma que sigo disponible para jugar, mi cabeza no para de hacerse preguntas, la mayor parte de ellas empieza con un por qué. Roshni me devuelve de golpe a la realidad: “hemos llegado a encontrar un bebé en el río, metido en una bolsa de basura... hay familias tan pobres que deciden deshacerse de los bebés a los que no pueden mantener”. Vuelvo a sonreír a Dolma.
Nuestra organización socia en Nepal, Maiti, está liderada por Annuradha Koirala y especializada en la lucha contra la trata. El recinto de Katmandú en el que tiene su sede alberga sus oficinas centrales y servicio jurídico, el centro de protección a la infancia donde viven más de 300 niños, niñas y adolescentes y el centro educativo Teresa Academy. Aquí viven niños y niñas de todas las edades, castas y contextos –abandonados, indigentes, huérfanos, víctimas de violación, abuso sexual... –, que comparten el haber sido víctimas o el ser potenciales víctimas de la trata. De la mano de Maiti Nepal, cubrimos sus necesidades básicas y su educación, formando una gran familia donde no hay lazos de consanguinidad pero sí el proyecto de vida común donde no falta ninguno de los ingredientes atribuidos a un hogar. Bienestar, respeto, educación, pertenencia, seguridad, amor, empatía, gratitud, amistad...
Kyran estudia en la Teresa Academy desde que tenía 7 años y vive junto a otros chicos en una de las casitas de este recinto. “Estoy triste porque en breve tendré que empezar mi educación secundaria y dejar de vivir aquí para que otro chico como yo pueda recibir ayuda”. Está a punto de cumplir los 15 y quiere seguir estudiando, “es la mejor forma de mostrar gratitud a quien me lo ha dado todo, veo a Annuradha Koirala como a una madre y quiero que se sienta orgullosa de mí”. El padre de Kyran fue una de las víctimas en el pulso entre comunistas y monarquía que convulsionó la política nepalí a finales de los 90 y principios de los 2000. “Asesinaron a mi padre y mi madre quedó viuda. Éramos muy pobres y no podía sacarme adelante, por eso acabé aquí”. Noto que le cuesta hablar del tema y dejo de preguntar... pero Kyran me sorprende confesándome un secreto: le apasiona la poesía. En ella encuentra refugio para plasmar sus memorias y sus vivencias, pero le da vergüenza contarle a los otros chicos que escribe poemas y me pide un favor; “¿puedo darte mañana uno de mis poemas y me das tu opinión? Es uno que le dediqué a Annuradha y me gustaría regalárselo antes de irme, pero no me atrevo.
Ella ha hecho más por mí que mi propia madre o mi familia”. Al día siguiente, mientras le hago carantoñas a Dolma, Sita y Chinaman en su ratito de sol en el patio, Kyran me saluda y desliza tímidamente un dobladillo de papel en una de mis manos. Yo disimulo, tengo un secreto que guardar. Tardo unas horas en poder abrir los dos papeles arrancados de un bloc de líneas, lejos de ninguna mirada. El poema de Kyran es una muestra de gratitud donde se repiten una y otras vez las alusiones a Annuradha como la madre que no es su madre pero sí lo es, a Maiti como la familia que no es su familia pero sí lo es.
Día Internacional de las Familias
Hoy se celebra el Día Internacional de las Familias, como cada 15 de mayo; centrado este año en resaltar el papel que juegan las familias en el fomento de la educación y el bienestar de sus miembros, en particular, la educación infantil y la formación continua para niños y jóvenes. También destaca la importancia de los miembros de la familia que se dedican al cuidado de los otros, sean padres, abuelos, hermanos...
Nosotros en Ayuda en Acción, en Maiti Nepal, así como en otras muchas organizaciones y, sobre todo, vosotros, las personas que las apoyan, también estamos de celebración. Nuestra labor es estar al lado de las personas más vulnerables, de aquellas que necesitan nuestra ayuda, nuestro tiempo y nuestra dedicación por estar sufriendo la pobreza, la falta de agua, de educación, situaciones de discriminación o las consecuencias de un reciente desastre natural.
En nuestro caso, especialmente y por encima de todo, estamos al lado de la infancia vulnerable; arropamos a niños y niñas que no tienen oportunidades para que puedan crecer sanos, tener un futuro, vencer obstáculos y, en el mejor de los casos, salir de los círculos de pobreza y desigualdad que les ha tocado vivir a ellos y sus familias. ¿Y cuándo lo han perdido todo? Hacemos familia cuando no hay familia, gracias (siempre) a tu apoyo.