Querida hija,
Cuando leas estas líneas habrás alcanzado la misma edad que tenía cuando llegaste a mi vida. Tu padre y yo salimos del hospital hace una semana y hasta que no llegamos a casa no fuimos realmente conscientes de que éramos tres. Pase lo que pase, quiero que sepas que no cambiaría ni un solo segundo de todo lo que viviré a partir de ahora. Pero hoy estoy asustada y perdida (¡lo que sé de bebés lo he leído en blogs!) y no dejo de preguntarme ¿a qué mundo te he traído? Te lo voy a contar.
Naciste en 2017, un año que no empezó bien
Naciste en 2017, un año que no empezó bien. En los primeros 54 días 15 mujeres fueron asesinadas en España a manos de los hombres que supuestamente debían quererlas y respetarlas. Estabas aún en mi tripa cuando participaste en tu primera manifestación; en la pancarta se leía Nos queremos vivas. Hasta ese año el diccionario de la RAE no retiró la expresión “sexo débil”. Me rechazaron de varios trabajos por estar embarazada (antes de estarlo, a mi alrededor no dejaban de preguntarme que cuándo me casaría y tendría hijos). A veces la discriminación era mucho más sutil, los micromachismos del día a día: el invariable “¡mujer tenías que ser!” al volante o un hombre lanzándote miradas obscenas en el metro. En el resto del mundo las cosas no iban mejor. Desde India recibí noticias de Siva -es una gran mujer, espero que llegues a conocerla algún día-; me contó que habían vuelto a salir a la calle contra las agresiones sexuales como la que llevó a la muerte a la joven Amanat en un autobús de Nueva Delhi hacía 5 años. También hablé por Skype con mi compañera Linda: desde Guatemala me contó que no había podido adquirir la tierra para poner en marcha su cooperativa de agricultoras… por ser mujer.
Estabas en mi tripa cuando participaste en tu primera manifestación; en la pancarta se leía Nos queremos vivas
Todo esto que te cuento te va a resultar muy extraño porque sé que cuando leas esta carta el Día de la Mujer será cosa del pasado, todos los días serán de las mujeres y de los hombres. Habrá costado tanto llegar hasta aquí que antes habremos querido tirar la toalla millones de veces. Pero no lo hicimos. Por mujeres como tu bisabuela, que no pudo nunca abrir una cuenta corriente o comprar un electrodoméstico sin la firma de su padre o su marido. O tu abuela, que sacrificó un futuro prometedor como investigadora para anteponer la carrera de tu abuelo y cuidar, primero de sus hijos, después de sus padres, luego de nosotros. Por todas las generaciones de mujeres sin voto y aquellas que cruzaron por primera vez el umbral de la universidad, por las que subieron a un podio. O mi querida Rosalía de Castro, la escritora que decía “no dejan pasar nunca la ocasión de decirte que las mujeres deben dejar la pluma y repasar los calcetines de sus maridos". Sé que cuando leas esto, tu mundo será muy diferente y podrás ser quien quieras ser. Sin servidumbres, sin etiquetas, sin miedo.
Cuando leas esto, tu mundo será muy diferente y podrás ser quien quieras ser. Sin servidumbres, sin etiquetas, sin miedo
Tengo que dejar de escribir ya. Te acabas de despertar. Has abierto esos ojos grises y acuosos que todavía ven el mundo desenfocado. Debes de tener hambre porque te llevas a la boca la mano derecha, indefensa y llena de arrugas. Tú no recordarás este momento, yo no podré olvidarlo. Tengo muchas ganas de conocer a la mujer en la que te vas a convertir. Pero sé que aún nos queda un largo camino por recorrer.
Con todo mi amor y esperanza,
Mamá