La migración se asemeja al sendero perfecto, un trayecto arduo, ya sea corto o largo, pero repleto de baches y obstáculos, especialmente para las mujeres migrantes.

Para las mujeres migrar no es una simple cuestión de cambio de ubicación, sino una batalla adicional que deben librar. Las desigualdades de género las acompañan en este duro camino y, en multitud de ocasiones, se acentúan hasta límites insospechables.

El rostro femenino de la migración


En este contexto actual, dibujado por las sombras de la desigualdad, vulnerabilidades palpables y conflictos persistentes, la migración se alza como un flujo imparable, especialmente aquella que se ve forzada por circunstancias desgarradoras.

Las guerras, la falta de seguridad, los desastres naturales, la pobreza, la escasez de agua e, incluso, la ausencia de un futuro esperanzador obliga a migrar a miles de personas. El año 2021 dejó una marca sombría: más de 272 millones de personas abandonaron sus raíces y emprendieron el camino de la migración. Y aquí el dato más sorprendente, la mitad de ellas eran mujeres.

Aunque parezca novedoso, la migración femenina no es un tema reciente. Desde 1960 han sido protagonistas de este fenómeno, representando a casi la mitad (49,6%) de aquellas personas que buscaban un nuevo hogar. Hasta antes de los años 80, eran vistas como sombras, acompañantes silenciosas de sus maridos. Pero ahora el paisaje ha cambiado. Cada vez más mujeres abandonan sus hogares en busca de oportunidades económicas o huyendo del terror de la violencia de género que sufren en sus lugares de origen.

Bajo la sombra de la migración: la vulnerabilidad de las mujeres migrantes


A la hora de hablar de migración, hay un hilo que a menudo se desvanece hasta quedar en el olvido: la experiencia de las mujeres migrantes. Más allá de los desafíos compartidos por todos los que emprenden este viaje incierto, las mujeres se enfrentan a riesgos adicionales, que van desde la discriminación hasta la violencia de género.

Una de las realidades más preocupantes es la vulnerabilidad de las mujeres migrantes ante la violencia. Desde la violencia física y sexual hasta la explotación laboral y el tráfico de personas, las mujeres migrantes se ven atrapadas en un panorama hostil marcado por el abuso y la explotación. Pero esto no acaba aquí. La falta de redes de apoyo, el desconocimiento de recursos disponibles y la dependencia económica agravan aún más esta situación.

La violencia de género contra las mujeres migrantes se manifiesta de múltiples formas en todas las etapas del proceso migratorio. Durante el viaje, muchas son víctimas de agresiones sexuales. Así lo confirman los datos: el 70% de las mujeres refugiadas han experimentado algún tipo de violencia de género. Y al llegar su destino, lejos de terminar esta pesadilla, la vulnerabilidad continúa. Las mujeres migrantes tienen que enfrentarse a condiciones laborales abusivas, discriminación y acoso sexual en el trabajo. Todo mientras su estatus migratorio las deja en una posición de completa vulnerabilidad.

El viaje de Jaqueline y la realidad de las mujeres migrantes


Una de cada tres mujeres en todo el mundo ha sufrido violencia física y/o sexual, según los datos de Naciones Unidas. Entre estas mujeres se encuentra Jacqueline, una mujer salvadoreña de 35 años que conoce de primera mano el terror de la violencia de género.

Su infancia y su juventud estuvieron marcadas por un entorno de abuso y agresión. Su padre, un hombre sumido en el alcoholismo y la violencia, y su marido, un pandillero de las Maras, la sometían a golpes y amenazas constantes. Las amenazas se convirtieron en una realidad atroz, hasta el punto de que Jaqueline temió por su vida. “Me golpearon tanto que pensé que iba a morirme”, relata Jaqueline con la voz entrecortada.

Jacqueline, una mujer migrante

 

Como muchas mujeres, ante la imposibilidad de seguir viviendo bajo ese manto de terror, Jaqueline tomó una decisión desgarradora: huir para salvar su vida. Lo dejo todo: su país, su entorno, su trabajo y, lo más doloroso, a sus hijas. La migración se convirtió en su única vía de escape, aunque sabía que el camino estaría plagado de peligros y violencia. Llevar consigo a sus hijas era demasiado arriesgado.

En ese complicado camino huyendo de El Salvador, llegó a México donde encontró refugió en uno de los albergues de Ayuda en Acción. Allí, recibió ayuda psicológica y la oportunidad de comenzar de nuevo. Hoy participa en uno de nuestros programas de inserción laboral, se ha formado y ha encontrado un trabajo. Su vida, que estuvo marcada por el miedo y la violencia, renació. Y lo más importante, pudo reunirse con sus hijas, construyendo juntas un futuro lleno de esperanza y oportunidades.

Jacqueline es el testimonio viviente de una mujer migrante. Por suerte, Jacqueline vio la luz al final del túnel, pero muchas mujeres siguen aún en su búsqueda.