Estamos inmersos en una emergencia climática y de eso trata, en cierto modo, la COP26. Aviso para navegantes, si usted es una de las personas que todavía niega los efectos del cambio climático, este post no es para usted. Hará bien en dedicar su tiempo a otra cosa. No voy a tratar de convencer a nadie en un asunto que, desde hace ya bastantes años, la comunidad científica lleva explicando de todas las formas posibles. Se resume en que, si no actuamos todos y todas, con los gobiernos a la cabeza para frenar el calentamiento global, las próximas generaciones no tendrán un lugar en la tierra en donde, ni siquiera, discrepar.
Si no hacemos nada, muchos millones de personas habrán fallecido por los efectos perniciosos del cambio climático, que ya se traduce en unos fenómenos atmosféricos cada vez más extremos e irregulares (sequías, inundaciones, huracanes, olas de calor…), la mala calidad del aire y la pérdida de biodiversidad que acaba por afectar a nuestra salud (no olviden las zoonosis y los nuevos virus que afectan a los seres humanos, como el COVID-19).
La COP26 tras un año de pausa
Dicho esto, nos acercamos a la celebración de la COP26, y perdonen por traer de nuevo otra sigla más a la maraña de ellas que solemos manejar habitualmente. Solo por refrescar, las COP es como se llaman a las Conferencias sobre el Cambio Climático, o más oficialmente, a las Conferencias de las Partes (COP) de la Convención Marco de Naciones Unidas sobre Cambio Climático (CMNUCC).
Se celebran anualmente y cuentan con aquellas partes (196 países más la Unión Europea) que han adoptado la CMNUCC y que reconocen la acción del ser humano sobre el cambio climático. Esta convención es el instrumento que se dio la ONU y las partes firmantes para lograr el objetivo común de evitar el incremento de la concentración de gases de efecto invernadero (GEI) a la atmósfera. La COP26, coorganizada por Reino Unido e Italia, será pues la vigésima sexta y se celebrará en la ciudad escocesa de Glasgow.
La última COP, en Madrid
Recordarán probablemente que la anterior, la COP25, se organizó con mucha urgencia en Madrid en noviembre de 2019 –esta fue la última pre-COVID-19- debido a que Chile, el país que debía organizarla, desistió de hacerlo debido al estallido social que en aquel tiempo vivía el país andino. Estallidos sociales que se repiten cada vez más y que suelen tener entre sus principales razones los efectos de la desigualdad. Esta desigualdad se visibiliza también en los efectos negativos del cambio climático, que afectan en mayor medida a los colectivos más vulnerables. Paradójicamente son estos los que menos han contribuido a estos efectos nocivos, algunos ya irreversibles, del cambio climático.
Es lo que se viene en llamar injusticia climática. Por mencionar solo dos ejemplos de ella;
- En los países de renta alta vive una sexta parte de la población mundial; sin embargo, el Banco Mundial calcula que estos emiten 44 veces más CO2 que aquellos de rentas más bajas.
- El cambio climático es una de las principales causas de la degradación del medio ambiente. Repercute negativamente en la seguridad alimentaria, el acceso al agua y otros recursos naturales, en la salud humana… Supone una de las causas del incremento de las migraciones forzadas, siendo aquellas personas que tienen menor acceso a los derechos las que más sufren estos fenómenos, como vivimos en estos momentos con el acceso a las vacunas.
Qué se ha conseguido con las COP y qué podemos esperar que suceda en Glasgow
Solemos minimizar los resultados de estas grandes conferencias. Si bien siempre son insuficientes, rácanas y lentas en un asunto como los efectos del cambio climático, la realidad es que han posibilitado llegar a acuerdos de gran relevancia. Ejemplo de ello es el objetivo de reducir las emisiones de los GEI, que se recogen en el Protocolo de Kyoto (COP3) y que luego fue ratificado en la COP18 de Doha. O el consenso para trabajar por el objetivo de limitar el aumento de la temperatura media del planeta a 1,5ºC, que se recoge en el Acuerdo de París (COP21).
En esta COP26, como siempre, las ambiciones y expectativas estarán seguramente por encima de los resultados. Estos se espera que se centren en avances en algunas decisiones técnicas. Algunas podrían ser las relativas al marco de transparencia, que tiene que ver con los actuales requisitos de medición, verificación y presentación de informes en el marco de la Convención. Otras podrían tener que ver con una mejor regulación de los mercados de carbono destinados a mitigar las emisiones de GEI.
Horizonte 2030
Igualmente, en la COP26 se mirará al horizonte no demasiado lejano de 2030. Los gobiernos deberían centrarse en lograr acuerdos y tomar medidas para asegurar que el planeta no aumenta su temperatura global más de 1,5ºC con respecto a los niveles preindustriales (según el último informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático de las Naciones Unidas – IPCC-, el planeta ya se ha calentado hasta 1,2ºC).
Otro de los compromisos es el de poner en marcha medidas para reducir al menos en un 40% la emisión de GEI (Acuerdo de París), aunque según un informe reciente de la ONU se estima que, al ritmo actual, estas no solo no disminuirán, sino que aumentarán un 16% en 2030. Esto puede significar que la temperatura a finales de este siglo aumente 2,7ºC.
A largo plazo: con vista en 2050
Otro de los grandes compromisos adquiridos por los gobiernos integrantes de la COP26 es el de conseguir cero emisiones de carbono para 2050. Esto implicaría invertir en energías renovables, frenar la deforestación del planeta, transformar el transporte y la movilidad humana abandonando el uso de los combustibles fósiles. Todo ello sin incrementar de manera exponencial la minería para obtener materiales como el litio para las baterías, otro de los acuerdos pendientes es el de la financiación.
A nadie se le escapa que hacen falta muchos recursos para hacer esta transformación. Una parte muy importante de ellos debe de orientarse hacia los países que más sufren las consecuencias del cambio climático y que menos recursos tienen: los países en desarrollo. En este sentido, los países desarrollados deben cumplir su compromiso de movilizar, anualmente, 100.000 millones de dólares en financiación climática.
Recomendaciones para llevar a cabo los compromisos medioambientales
Todas estas medidas y compromisos deberán de hacerse:
- Desde una mirada de justicia climática global, con especial atención a los colectivos más vulnerables (comunidades locales, indígenas, infancia, personas migrantes y refugiadas) y con perspectiva de género.
- Atendiendo a una transición justa para todas las personas. Hay que asumir que los cambios necesarios deberán ir acompañados de compensaciones, ayudas e incentivos para aquellos grupos más afectados por diferentes razones (cambio en el modelo productivo, víctimas directas del cambio climático, etc.).
- Teniendo en cuenta la coherencia de políticas como aquellas que afectan a la meta del hambre cero y que necesitan transformar el actual sistema alimentario, perjudicial para la salud humana y del medioambiente.
- Avanzando en marcos regulatorios de debida diligencia para que las empresas actúen siempre en el marco de los derechos humanos y la sostenibilidad medioambiental.
- Promoviendo la cooperación internacional con aquellas economías más débiles y más afectadas por las consecuencias negativas del cambio climático.
- Con la participación de la sociedad civil, especialmente de las personas jóvenes. Estas han demostrado ser el colectivo más concienciado y preocupado por la inacción de nuestros gobernantes. Además, es necesario incluir una mirada de género que atienda a las necesidades y demandas de las mujeres.
- Protegiendo a las personas defensoras de la naturaleza. Según la ONG ambientalista Global Witness, más de 220 defensores del medio ambiente fueron asesinados en 2020.
El cambio climático es, quizá, el mayor reto al que nos hayamos enfrentado nunca como sociedad de manera global. Por eso requiere mayor consenso, coordinación, investigación, mayor inversión, pedagogía y, sobre todo, mayor voluntad política.
Es necesario tomar decisiones ambiciosas y valientes que no miren el rédito político del corto plazo, sino el beneficio global del medio y largo plazo. Esta voluntad política debe expresarse en términos de ambición y velocidad. Es necesario un fuerte demarraje en el cumplimiento de los compromisos ya adquiridos anteriormente para dejar atrás políticas cortoplacistas y de greenwashing o de “bla, bla, bla” como dijo Greta Thunberg en la Cumbre la Juventud sobre el Clima de las naciones Unidas celebrada en Milán.