Uno de los principales efectos del cambio climático es que cada vez cuesta más alimentar a la humanidad de forma adecuada y sostenible. Pero, ¿sufren todos los países y grupos de población por igual? La respuesta, como imaginabas, es no. Los países en vías de desarrollo pagan un precio mayor. Igualmente, unos grupos de población son más vulnerables que otros, como es el caso de la infancia. Conoce el ejemplo de El Salvador y cómo el hambre y la emergencia climática están afectando a los niños y niñas del país centroamericano.
Hambre y cambio climático en El Salvador
Silvia Esperanza nos enseña una mazorca de maíz. Más bien, lo que sostiene en su mano es un proyecto inacabado de este cereal formado por unos pocos granos resecos y apelmazados. Las lluvias del invierno eran claves para que la milpa, como se conoce en El Salvador al campo de maíz, creciera con fuerza. Pero el agua no visitó los campos como debería y ahora las escalas cosechas de Silvia Esperanza y otras familias salvadoreñas están haciendo que alimentarse a diario sea un reto en muchas casas, sobre todo de las zonas rurales.
“En mi familia hemos tenido que limitarnos. Por ejemplo, antes comprábamos un cartón de huevos, ahora ya no podemos, nos toca ir comprando lo que vamos a comer diario. Nos toca comer menos, hemos bajado en la alimentación… lo que hacemos es ir comiendo los frijolitos. Nos toca ir ahorrando en los gastos de otras cosas y a veces no tenemos dinero para comprar medicinas de los niños”, confiesa esta agricultora.
El Salvador es uno de los países pertenecientes al Corredor Seco Centroamericano, una de las regiones del planeta más vulnerables al cambio climático. Las intensas sequías y lluvias torrenciales que el calentamiento global está dejando sobre Guatemala, Honduras, El Salvador y Nicaragua están afectando a millones de pequeños agricultores como Silvia Esperanza. Según la ONU, más de 1,4 millones de personas de estos países necesita ayuda urgente.
Las consecuencias del hambre en la infancia
Las consecuencias del hambre, como muestra el testimonio de Delmy Carolina, son especialmente duras con la infancia. Esta madre de Tacuba, al oeste de El Salvador, asegura que la sequía le está impidiendo a muchas mujeres sacar adelante a sus hijos. “Desde que estamos embarazadas no comemos adecuadamente. Cuando nacen nuestros hijos darles de comer solo maíz y frijol no es nutritivo, hace que siempre estén con problemas de salud”, asegura. En su comunidad hay más de 20 niños y niñas con algún tipo de desnutrición. Además, los que nacen con un peso correcto, presentan retrasos en el crecimiento.
Al oeste del país, las historias de malnutrición infantil se repiten. Víctor Humberto, agricultor y promotor de salud en el cantón La Ruda, municipio de Masahuat, nos cuenta la historia de la pequeña Fátima. Nació a las 25 semanas porque su madre no tenía acceso a una alimentación adecuada. La niña ha sobrevivido, pero necesitará medicación de por vida, así como suplementos de vitaminas. Y es afortunada, aclara Víctor Humberto, pues otras personas con menos recursos prácticamente mueren en silencio.
La falta de agua potable también es una realidad para muchas familias. Muchos niños del cantón de Víctor Humberto padecen enfermedades gastrointestinales, parasitismo, diarreas o dolor de apéndice por beber agua en mal estado.
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La respuesta de Ayuda en Acción
Ayuda en Acción trabaja en El Salvador desde 1990. Uno de nuestros principales desafíos en el país es hacer frente a la inseguridad alimentaria y los efectos del cambio climático entre la población más vulnerable, con especial énfasis en la infancia, protagonista constante de nuestra intervención. ¿Cómo hacemos frente a este doble reto?
Fomentamos el acceso a agua potable y educamos sobre hábitos de higiene y alimentación saludables, empezando por los niños y las niñas, para que ellos puedan promover cambios en su entorno desde edades muy tempranas.
Apoyamos a los pequeños campesinos y campesinas mediante bancos de semillas, microcréditos, impulso de cooperativas o apoyo en la producción y comercialización de sus productos, entre otros.
Formamos a las comunidades con especial énfasis en las mujeres: en El Salvador, como en otros países en desarrollo, ellas juegan un papel clave en todas las etapas de la producción de alimentos. Recolectan semillas, preparan la tierra, cuidan del ganado, almacenan la cosecha... Por no hablar de las tareas domésticas y de cuidado, que también suelen recaer sobre sus espaldas. Sin embargo, sufren más las consecuencias de la inseguridad alimentaria y el cambio climático que los hombres. Trabajamos contra las brechas de género que aún existen en este ámbito.
Diseñamos sistemas de prevención y respuesta a crisis alimentarias y desastres naturales derivados del cambio climático.
Fomentamos ecosistemas y técnicas de producción sostenibles: dos ejemplos de este tipo de respuestas los tenemos en el área de intervención Jaltepeque Bahía, un territorio de 360 km2 al sur del país muy vulnerable al cambio climático. Las familias pescadoras que viven junto a la Bahía de Jiquilisco y El Estero de Jaltepeque estaban viendo sus medios de vida amenazados por culpa de la combinación de inundaciones y sequías en la zona. Una de nuestras respuestas ha sido formarlas en técnicas de pesca artesanal aptas para los períodos de sequía. En esta misma área también estamos desarrollando un proyecto para reforestar 5.000 hectáreas de bosque de manglar. Los manglares costeros son uno de los ecosistemas más valiosos y a la vez amenazados del planeta. Suponen el hábitat de una gran variedad de especies animales, son clave para la seguridad alimentaria de muchas personas y constituyen una barrera natural contra las tormentas, los tsunamis, el aumento del nivel marino o la erosión de las costas. Además, por si fuera poco, almacenan grandes cantidades de CO2. Tanto, que una hectárea de manglar puede almacenar más de 3.000 de dióxido de carbono, ¡esto sería como retirar unos 2.700 coches de la carretera durante un año!
También en El Salvador hemos desarrollado un ambicioso convenio regional de colaboración con la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID) destinado a frenar la seguridad alimentaria en varios países del Corredor Seco Centroamericano.