Sequías, incendios, altas temperaturas… La emergencia climática está poniendo en jaque la sostenibilidad del planeta. En Honduras, muchas familias como la de Marcio y Rosibel luchan cada día por abrirse paso entre tanta incertidumbre. Conoce cómo trabajamos desde Ayuda en Acción para frenar el hambre y la sequía que amenazan al país.
Marcio, Rosibel y su finca sostenible
La Finca Agroecológica Familia Gutiérrez Canales, situada en el departamento de Yoro, al norte de Honduras, representa todo un ejemplo de modo de vida sostenible. Sus dueños, Marcio y Rosibel, han sabido sacar el máximo partido a los recursos que la tierra les ofrece y además lo hacen sin agotarlos ni dañar el entorno.
Gracias al apoyo de Ayuda en Acción y sus socios locales, este matrimonio ha podido cambiar su manera de cultivar, vender y, en definitiva, ganarse la vida. Y lo ha hecho para mejor pues, como asegura Marcio, antes cultivaban de manera tradicional y no les alcanzaba para llegar a fin de mes. De niño, cuenta, la naturaleza parecía inagotable: “las tierras eran más húmedas y fructíferas, pero luego todo empezó a degradarse”. Se dio cuenta de que el equilibrio empezaba a romperse: “yo antes usaba químicos, pero comencé a hacerme preguntas, a ser más crítico con las prácticas agrícolas que estábamos usando. Cuando desprotegemos el suelo, el cambio climático nos afecta aún más. La sequía viene por destruir el bosque, por destruir la tierra”.
Su espíritu crítico, sumado a las formaciones sobre técnicas de agricultura sostenible, han permitido que tanto él como su mujer hayan desarrollado un modelo de negocio en el que cultivan y venden un sinfín de productos: leche, melaza, fruta, verduras, condimentos, fertilizantes mineralizados, abono orgánico, café…
Lo suyo, además, es un trabajo en equipo donde cada miembro de la familia colabora y la igualdad de género es una realidad. “Cuando venía Ayuda en Acción a dar las formaciones mi esposo me decía «¡vamos, formémonos, así saldremos adelante!» Eso me liberó”, cuenta Rosibel. Se siente feliz, libre e independiente: “yo con el machete, con el azadón, con lo que toque… ¡puedo con todo!", asegura.
Emergencia nacional por la sequía
La de Rosibel y Marcio es una historia de éxito. Sin embargo, convive con otra muy diferente: la del medio millón de personas en Honduras que apenas pueden poner comida sobre la mesa. Se trata sobre todo de agricultores de subsistencia que viven en las zonas más pobres y para quienes la falta de lluvias está amenazando gravemente su seguridad alimentaria. Tanto es así, que el Estado declaraba en septiembre de 2019 la emergencia nacional por la sequía severa que castiga al país centroamericano.
El departamento de Yoro, donde trabajamos desde Ayuda en Acción, es uno de los más afectados por la inseguridad alimentaria. Ismael Domínguez, médico en la aldea de Las Vegas, asegura que atiende muchos casos de desnutrición infantil, sobre todo entre la etnia tolupán. La población indígena es una de las más vulnerables, por lo que es importante incidir en la educación para mejorar hábitos alimentarios y de higiene tan básicos como lavarse las manos o hervir el agua para asegurar que sea potable, entre otros.
En Honduras han declarado emergencia nacional por la sequía Clic para tuitear
Soluciones locales para un problema global
Honduras pertenece al Corredor Seco Centroamericano, una de las regiones del planeta más castigadas por cambio climático. Desde 1998, trabajamos para ayudar a las familias más vulnerables del país a hacer frente a las consecuencias de la emergencia climática. Lo hacemos a través de tres líneas principales:
- La formación en agricultura sostenible adaptada al clima.
- La lucha contra la desertificación y la promoción del acceso al agua: en 2018, por ejemplo, más de 2.000 familias pudieron abastecerse de agua segura.
- La reducción de la vulnerabilidad de los ecosistemas.
Una clave de nuestra intervención es ajustarnos lo máximo posible a las necesidades locales y concretas de las comunidades. Como muestra, en 2018 finalizamos un convenio con la colaboración de la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo con el que apoyamos a 540 familias indígenas y mestizas de los departamentos de Yoro y Comayagua para que mejoren su capacidad de adaptación al cambio climático. Con ayuda de la comunidad universitaria, hemos diseñado un innovador índice de vulnerabilidad que permite adaptar patrones genéricos del clima a realidades locales. Se trata de una metodología que sirve para conocer los retos zonas muy concretas en materia de adaptación al cambio climático, predecir escenarios futuros y, en consecuencia, anticipar las soluciones.
La importancia de contar con la población indígena
El intercambio de conocimiento con estas familias, sobre todo las de la etnia tolupán, ha sido imprescindible para conocer sus necesidades. Así, por ejemplo, se descubrió que muchas de estas personas tenían enfermedades respiratorias. Al investigar las causas, se detectó que vivían en zonas con suelos secos y muy finos que, azotados por el viento, provocaban un polvo cuya respiración resultaba muy dañina. Debido a que las lluvias cada vez eran más escasas, esta sequedad se prolongaba, lo que incidía directamente en el aumento de las afecciones respiratorias y otras derivadas, como por ejemplo los problemas de salud bucodental. Una vez conocido el problema y su raíz concreta en el cambio climático, pudieron diseñarse medidas específicas para paliarlo.
La igualdad de género, clave contra el cambio climático
Sin igualdad de género, nunca tendremos un mundo sostenible. Aunque el cambio climático perjudica a todos los habitantes del planeta, su impacto se distribuye de forma desigual. Afecta especialmente a las personas desfavorecidas en todos los campos: social, económico, político, cultural, etc. Y aquí las mujeres son mayoría. Las mujeres rurales forman el 43% de la mano de obra agrícola en el mundo. Producen hasta un 60% de la comida del hogar, pero raramente son propietarias de las tierras que cultivan y, cuando lo son, se trata de terrenos más pequeños y marginales.
Esta desigualdad de género tiene un reflejo claro en los datos sobre seguridad alimentaria: en América Latina, por ejemplo, unos 19 millones de mujeres sufren inseguridad alimentaria severa, en comparación con 15 millones de hombres. Con la otra cara de la moneda, la obesidad, sucede lo mismo: en todos los países de la región, la tasa de obesidad en mujeres adultas es mayor que la de los hombres.
La perspectiva de género es fundamental para dar respuesta a los desafíos del cambio climático. Solo un desarrollo donde hombres y mujeres contribuyan por igual podrá convertirse en sostenible.