Entre julio y diciembre de 2018 viví una experiencia de voluntariado en terreno gracias al programa de Cooperación de la Comunidad de Madrid, la Universidad de Alcalá de Henares y la Universidad Carlos III, en el que participa Ayuda en Acción. El objetivo de este programa es que los estudiantes podamos salir de las aulas y seamos conscientes así de otras realidades que puedan ayudarnos a formarnos como profesionales comprometidos. Durante los seis meses que duró mi voluntariado, trabajé mano a mano con un equipo local de seis personas y con las familias con y para las que trabaja Ayuda en Acción.


Las Áreas de Desarrollo Territorial es la forma en que Ayuda en Acción organiza su acción en terreno. En la que yo estuve, Pukará, está formada por 54 comunidades rurales de la sierra. Hay diferentes proyectos en los que Ayuda en Acción trabaja en la zona con distintos objetivos: luchar contra la desnutrición infantil, desarrollar economías locales o lograr avances en cuanto a la igualdad de género.


El desarrollo económico en Pukará es un puzle complejo con infinidad de matices que, de tenerse en cuenta, pueden cambiarlo todo. La asociatividad entre productores sigue siendo un gran desafío que abarca aspectos culturales, sociales, educativos y económicos. La comercialización en algunos casos entra en conflicto con la seguridad alimentaria en las familias, por lo que la mejora de la producción en calidad y volumen es clave para asegurar la sostenibilidad de las cadenas agrarias.


Durante el tiempo que compartí con toda esta gente, pude conocer de cerca el trabajo que se realiza en la zona. Los técnicos de Ayuda en Acción dedican al menos tres horas diarias a conducir por caminos de tierra para llegar a comunidades a las que solo unos pocos llegan. En cada sitio, las familias les reciben con efusividad, porque en los talleres e intervenciones ven una salida a su rutina, y una oportunidad para seguir mejorando sus condiciones de vida. Me contaron que algunas personas al principio les miraban con recelo, pero poco a poco van interesándose por las propuestas del equipo: sus voces suenan cada vez más alto y van sintiéndose cada vez más capaces de introducir mejoras en su comunidad que beneficien a todos. El desafío consiste en acompasar los ritmos de intervención de Ayuda en Acción con los de la comunidad para que los impactos sean sostenibles, generen confianza y compromiso en las familias, porque son ellas quienes deben en todo momento llevar el timón de su propio desarrollo, personal y económico.


En mi caso, mi labor durante estos meses ha consistido en realizar un diagnóstico productivo y comercial de cuatro cadenas de productos locales que previamente habían sido identificadas por la población y el equipo local. Estos cuatro productos son los cuyes (nuestra cobaya, alimento tradicional de los Andes y uno de los principales aportes proteicos para las familias de la sierra), la caña de azúcar, los lácteos y el café. Por fin después de cuatro años de teoría en la facultad de Economía, podía ponerme manos a la obra y conocer de primera mano el impacto de la cooperación en el día a día de las personas.


Recibir mucho más de lo que se da


La experiencia de voluntariado me ha enseñado cosas que nunca olvidaré. He podido comprobar cómo tanto aquí como al otro lado del océano, todas las personas buscamos cosas similares. Pero en mi memoria guardo con especial mimo un consejo que un día alguien allí me dio, y que me gustaría compartir en este espacio: “profundiza en las personas que te encuentres en el camino”. Y es que los lugares perduran, las ciudades a menudo acaban por parecerse... sin embargo, las personas vamos de un lado a otro, cambiamos, puede que volvamos, pero siempre seremos distintos.


En Ecuador he conocido mujeres coraje a las que ojalá algún día logre alcanzar en valentía, ancianos con vitalidad de jóvenes y jóvenes hechos adultos; niños que en cuanto se ponen en pie ya están echando una mano y niñas a las que alguna mano les hizo daño; gente endurecida y trabajadora, gente que desconfía porque alguien intentó engañarle, gente que te intenta engañar con un ingenio de aplauso.


Todo lo que hice se quedó corto comparado con lo que recibí. Es el cliché del cooperante, pero a veces los clichés tienen algo de verdad. Hay muchos debates abiertos sobre las injusticias que perduran aún en el siglo XXI: el cambio climático, el acceso a fuentes de energía o a derechos como el acceso a la educación o la libertad de movimientos... Cuando ahora miro a mi alrededor, pienso en lo que he vivido y no puedo dejar de comparar cómo yo disfruto de mis derechos, pese a sus limitaciones, y cómo lo hacen las personas a las que conocí en Ecuador. Sí, soy una privilegiada.