Llevaba unas semanas pensando en hacer algo con significado durante mi verano. No quería preparar el típico viaje turístico… quería algo más. Después de una búsqueda intensiva de voluntariados internacionales en internet, y de decidir qué zona del mundo y qué proyecto elegir, di con el proyecto de The Water Van Project. Me enamoró desde el primer momento: con la instalación de filtros de agua en casas de familias, podríamos cambiar la vida de las personas de una manera notable. No solo notarían la diferencia en la calidad del agua, sino en el sabor. Además, les proporcionaría un ahorro de tiempo y les ayudaría a organizar su ingesta de agua de una manera más saludable. Me decidí a escribir y mostrar mi interés por ayudar. Y así fue como acabé reuniéndome con Ayuda en Acción, organización que se encargó de organizar los grupos de voluntariado, darnos la formación necesaria para realizar esta experiencia, y facilitarnos la gestión con sus socios locales en cada país. De esta forma, al cabo de unos meses, ya estaba rumbo a Colombia junto con mi compañero de viaje Pepe.


Trabajamos en la zona de Nariño, conocida por los campos verdes sobre el volcán Galeras. En concreto, íbamos a trabajar en los municipios de Yacuanquer, Consaca y la Cocha, un entorno natural digno de visitar y disfrutar, de esos paisajes que se graban en tu retina.


La Asociación Desarrollo Campesino es la organización local con la que Ayuda en Acción trabaja en terreno. Tienen como focos de actuación la educación, las condiciones de vida saludable, el vínculo solidario, los derechos de las mujeres, la dinamización de las economías locales y el cambio climático. Los trabajadores de la asociación se encargaron de darnos una primera formación sobre la organización de las comunidades en la zona Galeras, el uso que estos hacen de la tierra y las necesidades principales de los campesinos de la zona.


¿Cómo organizamos nuestro trabajo?


Nuestro centro de operaciones era Nukanchi, un centro de formación muy recóndito pero especial. Disfruté cada rincón de esa finca, las vistas desde el porche donde desayunábamos cada mañana y las cenas con la gente que allí trabajaba. Me sentí realmente como una más.


Pepe y yo organizábamos las sesiones de formación juntos y eso nos permitió equilibrar el trabajo. Quisimos enfocar las sesiones como una formación sobre el consumo y uso del agua, ya que nos dimos cuenta que en esa zona (y en general en Colombia) beber un vaso de agua cristalina no era costumbre. Normalmente toman tintos (café), jugos o sodas, pero en contadas ocasiones bebían un simple vaso de agua.


Después procedíamos a explicar el uso, mantenimiento y limpieza del filtro, ya que un filtro podría durar 10 días o 10 años, dependiendo de su uso. Entender esto se convirtió en esencial, y en estas ideas centrábamos la mayor parte de la formación. Una vez que enseñábamos el funcionamiento del filtro, empezaba la magia.



Cambia el mundo ayudando a otras personas a tener un futuro mejor.



Un papel muy importante del voluntario es adaptar el vocabulario al uso local, y transmitir el mensaje de una manera pausada, clara y concisa. Si la comunidad no te entiende, no aprende y por consecuencia la formación no habrá tenido sentido. Además, el voluntariado será el ejemplo a seguir y será el primero en probar la magia, el agua filtrada. Si no haces esto, la comunidad no creerá nada de lo que le estás contando.


La interacción de los asistentes es esencial, ya que es muy fácil que pierdan la atención en el mensaje o se distraigan con otros asistentes, Pepe se encargaba de crear una dinámica divertida si veíamos a algún despistado.


La instalación de los filtros las hacíamos en las casas de los asistentes, directamente en sus cocinas, para asegurarnos de que habían comprendido todo el proceso, les pedíamos que lo instalaran ellos mismos y les resolvíamos cualquier duda que les hubiera quedado.


Una señora nos llegó a decir que el filtro era el mejor regalo que le habían hecho nunca, palabras así son las que confirman que lo que estábamos haciendo valía la pena.


La actitud positiva: clave en la experiencia de voluntariado


Cuando me asignaron mi compañero de viaje, Pepe, me sorprendí. Vivir esta experiencia con 36 años y junto a un chico de 18 sin duda iba a ser algo único. Debo reconocer que la diferencia de edad iba a jugar un papel importante y marcar diferencias, pero ocurrió todo lo contrario: nos compenetramos y ayudamos el uno al otro durante toda nuestra estancia, y eso nos facilitó a los dos mucho las cosas, porque nos mantuvo muy positivos durante toda la estancia y nos ayudó a tomar decisiones ante cualquier circunstancia. Fuimos un gran equipo, distribuíamos las tareas sin problema alguno y acordábamos la división del trabajo de una manera muy cordial y positiva.


Tener una actitud positiva durante el voluntariado es esencial, una persona voluntaria no puede embarcarse en una aventura de este tipo si no tiene clara una cosa: ayudar sin esperar nada a cambio. Esto es muy importante, porque la experiencia que vives es enorme, pero solo saldrá bien y creará impacto si se va con la mente muy abierta y con las ganas de ayudar en lo que sea.


Esta experiencia (y también el trabajo de Ayuda en Acción en la zona) no hubiese sido posible sin el apoyo de los trabajadores de la Asociación local que conocen y hacen seguimiento a las familias: para ellos también era importante conocer el funcionamiento del filtro y así poder ayudarles posteriormente. Y por supuesto mi experiencia personal no hubiera sido igual sin Don Jaime, Don Jorge, Amelia y Hose, Jaqueline y su mamá Ximena, Giulia y Adriana que me ayudaron en todo momento a cumplir mi objetivo principal: AYUDAR.