Mi nombre es Cristina, trabajo en Ayuda en Acción y el pasado mes de septiembre fui como coordinadora de voluntariado a Bolivia. (Aquí tienes información si quieres ser voluntario de Ayuda en Acción en 2017.)
El grupo con el que tuve la oportunidad de vivir esta experiencia, estaba constituido por siete estudiantes de postgrado de la Universidad Camilo José Cela: Alba, Iñaki, Cynthia, Carmen, Elena, Rocío y Nuria. A pesar de proceder de diferentes lugares de España (Sevilla, Madrid, Galicia y Cádiz), tener caracteres, cualidades y perfiles académicos diferentes, les unía fuertemente su entusiasmo y las ganas por hacer y conocer aquello que la experiencia les iba brindando, compartiéndolo todo y convirtiéndoles en un gran equipo desde el principio.
Después de unos primeros momentos de adaptación, en seguida se percataron de la necesidad y encontraron la motivación suficiente para implicarse y entregarse a las tareas que se les encomendaron, dando lo mejor de sí mism@s.
El grupo de voluntarios adquirió una visión más amplia, comprensiva y significativa del mundo
Creo que esto habría que preguntárselo a ellas y a él, pero estoy casi segura de que gracias a ello han adquirido una visión más amplia, comprensiva y significativa del mundo, de la tendencia que tiene el ser humano, según sus características, entorno y forma de vida, a veces impuesta, a veces elegida…
Para nuestro socio en el terreno -Ayuda en Acción trabaja de manera conjunta con una asociación del lugar- CEPAC (Centro de Producción Agropecuaria), solo tengo buenas palabras y buenas experiencias que compartir.
Al día siguiente de llegar, después de ubicarnos en el espacio y tiempo, tuvimos nuestro primer encuentro oficial. Visitamos sus oficinas y nos explicaron exhaustivamente el trabajo que vienen desempeñando desde que se iniciara la colaboración con Ayuda en Acción, así como las vicisitudes que se han ido encontrando con el tiempo.
Esto ha hecho que parte de sus proyectos iniciales hayan quedado algo parados, ya que hay mucho por hacer y mucha falta de recursos para llegar a todo (económico y humano).
Hay casos como el de las mujeres artesanas que son un éxito y que requieren tan solo de una ayuda inicial y puntual, debido al eficiente modelo de autogestión sostenible que han sido capaces de desarrollar -Elena, que tuvo la oportunidad de compartir tiempo con ellas y documentar gráficamente todo su proceso productivo, puede corroborarlo-.
CEPAC explicaba a l@s voluntari@s que deben centrar su trabajo teniendo presente los objetivos de desarrollo económico y humano planteados en su plan estratégico, que como bien explicaron, se han de alcanzar impulsando y motivando el esfuerzo de las personas para su propio progreso y el de su comunidad, a través del apoyo que ofrecemos ambas entidades con nuestra colaboración.
Las personas de San José de Chiquito
Quiero mencionar a Oswaldo, la persona que tan bien nos coordinó y asistió en todas las cuestiones que precisamos durante nuestra estancia; a Claudia, una gran y sensible profesional; a Cristóbal, el responsable de auspiciamiento que con tanto esmero recoge las cartas escritas por los niños y niñas para sus madrinas y padrinos; a Berto y Vicky, que hacen un trabajo de absoluta entrega con l@s jóvenes chiquitanos; a Jorge, el ingeniero del equipo, cuya gestión y dedicación a los proyectos la lleva hasta el final. Rocío, Iñaki y Nuria, que trabajaron duro y mano a mano con él, hablan con verdadera admiración de su profesionalidad. Cada cual más amable, hospitalario y comprometido. ¡Fue un gran placer conocerles y trabajar a su lado!
En los propios proyectos también conocimos a gente excepcional, como en la guardería, donde dio apoyo Alba con planificaciones y programaciones de educación infantil, o el Centro San Francisco de Asís. Este centro es de educación especial y alberga a personas (niñ@as, jóvenes y adultos) con capacidades diversas y multitud de dificultades, tanto por sus bajos recursos económicos, como por la falta de conocimiento y alcance de cobertura de sus necesidades por parte de la institución sanitara y educativa y también, por sus propias familias.
La falta de formación de las profesionales y de recursos del centro se hizo evidente muy rápidamente, así que nuestro apoyo estuvo dirigido a suplir esa carencia en la medida en la que el tiempo lo permitió. Carmen y Cynthia hicieron muy buenas aportaciones. En este caso, quiero mencionar a Shilka, una de las profesoras de educación especial con mayor vocación, ímpetu e interés por capacitarse que he conocido, cuya mirada estaba verdaderamente centrada en las necesidades de su alumnado, educativas y emocionales.
San José de Chiquitos, una ciudad en mitad del trópico, en el mismo corazón de América Latina.
San José de Chiquitos, diría que más que una ciudad, es un pueblo muy extenso, rodeado por un paraje natural hermoso. Está conectado con Santa Cruz por una larga carretera que recorre durante cuatro horas la “Llanura boliviana”. Estar allí te hace sentir un poco como si estuvieras apartada de todo.
Su construcción de la ciudad es curiosa, sólida y aparente por fuera, pero humilde por dentro. Está construida en una cuadrícula perfecta, lo que provoca que te parezca constantemente que estás en el mismo cruce de calles.
El ambiente es de pueblo, casitas bajas adosadas, muy tranquilo y seguro, sin excesivo tráfico, excepto en momentos claves del día en el que los mototaxis se aparecen por todos lados para ofrecerte, casi sin parar, una carrerita.
Por sus calles puedes encontrar pequeños mercados, alguna entidad bancaria, unas cuantas asociaciones, y un puñado de restaurantes ah! y La venta de comida en la calle, no podía faltar!
Sequía en San José de Chiquitos
Esta región sufre una sequía desde hace meses, y por la época en la que tuvo lugar nuestra visita (invierno en el hemisferio Sur), no tenía pinta de que fueran a recibir lluvias aún en un tiempo. Este es el motivo por el que creo que no se veían demasiadas frutas y verduras frescas, y tampoco pescado, a pesar de que lo ofrecieran en las cartas de los restaurantes.
Es uno de las grandes dificultades que enfrenta la población chiquitana, especialmente grave para las comunidades más apartadas de los grandes núcleos poblacionales, en las que causa verdaderos problemas de salud pública.
Una doctora me contaba que periódicamente, grupos pequeños de profesionales sanitarios del hospital de San José visitan estas zonas apartadas, en unidades básicas de salud ambulatoria y atienden como pueden a las personas que lo necesitan.
Como no podía ser de otra manera, San José de Chiquitos tiene una plaza con un encanto muy latino, en el que un gran templo Jesuita del siglo XVIII muy bien conservado (declarado patrimonio de la humanidad por la UNESCO) se alza con majestuosidad, evocando épocas pasadas.
También tiene un parque a las afueras, llamado La Pauroca, con un manantial (pauro) y un paseíto iluminado por farolas, desde el que se puede ver como cae el Sol entre los cerros que rodean la ciudad, creando un atardecer teñido de rojo por el efecto de la luz reflejada sobre la tierra.
San José de Chiquitos es conocida en todo el país por su tradición artesana y dicen que acoge a bastante turismo en momentos claves del año. Trabajan la madera, con la que hacen las famosas máscaras de los abuelos, que tradicionalmente surgieron como una forma de burla a los colonizadores españoles y que visten en eventos locales festivos. Hoy por hoy, en un símbolo de la ciudad, junto con la figura de una mujer Chiquitana que porta un cántaro de agua.
Cabe destacar, las organizaciones de mujeres que también hacen trabajos artesanos muy laboriosos y cuidados, con tejidos únicos en algunos casos por la materia prima que utilizan y que venden a través de una asociación artesana, constituida con impulso de la Alcaldía y con apoyo del CEPAC (nuestro socio local).
Están muy bien organizadas y es un gusto ver su trabajo (y cómo lo hacen), pero sobretodo, oírlas hablar con orgullo por el progreso que han hecho como mujeres trabajadoras y madres de familia.
Más que la coordinación de un grupo de voluntariado, ha sido un verdadero viaje personal
Para mi este viaje ha sido algo más que la coordinación de un grupo de voluntariado, ha sido un verdadero viaje personal, que me ha llevado a enfrentar algunos reto profesionales, pero del que me llevo grandes experiencias y aprendizajes, pero sobretodo, maravillosos recuerdos y el inevitable crecimiento personal que este tipo de vivencias conllevan.