Desarrollamos capacidades garantizando el acceso, la permanencia y el egreso efectivo de una educación inclusiva y de calidad desde la primera infancia y, especialmente, en el caso de las niñas, para superar las desigualdades.
En el mundo, 262 millones de menores y adolescentes (uno de cada cinco) no asisten a sus centros educativos. Se espera que esta cifra haya incrementado a raíz de la pandemia. El nuevo contexto evidencia una brecha digital que ha dejado al alumnado con menos recursos económicos en situación de desventaja educativa.
Por otra parte, hay menores y adolescentes que enfrentan dificultades añadidas para asistir a la escuela. Es el caso de infancia y adolescencia que vive en zonas afectadas por conflictos armados, que representan el 50% de este sector que no asisten a la escuela primaria. Niñas, niños y adolescentes refugiados tienen cinco veces más probabilidades de estar fuera del sistema educativo formal en comparación con el resto de la niñez y adolescencia.
Asimismo, debe considerarse que la asistencia a la escuela no garantiza la adquisición de competencias básicas. De hecho, se estima que seis de cada diez menores y adolescentes no han adquirido los conocimientos básicos de alfabetización y aritmética una vez finalizada la educación obligatoria.
Atendiendo a este contexto, trabajamos para fortalecer las capacidades de la comunidad educativa con el fin de garantizar el derecho humano a la educación. Implicamos a gestores/as públicos, equipos directivos de centros, profesorado, familias, así como al alumnado a recibir una educación de calidad.
Para fortalecer estas capacidades:
– Estudiantes en situación de vulnerabilidad completan el curso escolar con éxito.
– Mejoramos las competencias de lectoescritura, matemáticas y digitales.
– Reducimos la triple brecha digital:
– Menores reciben dispositivos durante la pandemia para continuar estudiando.