En el Perú, en las últimas dos décadas hemos conseguido cosas increíbles con el apoyo de nuestros padrinos. En San Juan de Lurigancho, el distrito más populoso de Lima, hemos apoyado al centro Yancana Huasy, orientado a la atención de niños y niñas en condición de discapacidad. En Ica, levantamos a un pueblo en escombros, tras el terremoto de 2007. En Cusco, apostamos por el turismo vivencial y la crianza de cuyes, y en Lambayeque las familias cambiaron la depredación por la defensa de su bosque seco y el medio ambiente.
Cuatro realidades distintas bajo una misma fórmula solidaria que nos ha permitido llegar a más de 40 mil de familias de escasos recursos económicos. A continuación dos ejemplos que nos demuestran, de forma efectiva, que el apadrinamiento de niños verdaderamente cambia vidas.
«La discapacidad no es incapacidad»
Uno de nuestros proyectos más queridos por su naturaleza es Yancana Huasy. A lo largo de más de 20 años, este centro de atención a niños y niñas en condición de discapacidad ha representado una esperanza y un refugio para miles de familias. El desconocimiento y el temor muchas veces jugaban en contra, y muchos niños y niñas con alguna discapacidad, eran en el mejor de los casos sobreprotegidos; y en muchos otros, confinados a vivir ocultos de la sociedad.
Javier Soto, hoy un joven universitario de 19 años de edad, definitivamente no lo tuvo fácil. Su discapacidad congénita, parálisis cerebral severa, no le permite controlar sus movimientos corporales, en cambio su mente es privilegiada. Cuando llegó a Yancana Huasy a la edad de cinco años su evaluación psicológica lo calificó para seguir estudios en una escuela básica regular. La sociedad entonces no estaba preparada para este reto.
El trabajo con las familias es básico para enfrentar la discapacidad, pues muchas veces ésta se encuentra en la mente de las personas. Hacerle entender a los directores de escuelas que el hecho de que Javier no pudiera caminar no significaba que no entendiera sus clases como cualquier otro niño de su edad, fue una lucha tenaz, en especial para su madre Santosa Fajardo.
Con información y sensibilización, Javier fue admitido en inicial, luego en primaria y secundaria. Hoy cursa el último año de Comercio Internacional en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y sigue luchando contra la indiferencia. Cada paso es un logro, para él y para los que vienen detrás, pues a su paso, en cada centro educativo, por ejemplo han quedado rampas de accesibilidad, organización y trabajo en equipo de sus compañeros; y lo mejor, un entorno más justo e inclusivo para las personas excepcionales.
“La discapacidad no es incapacidad. No solamente pienso quedarme con una carrera sino seguir estudiando. Gracias Ayuda en Acción y Yancana Huasy, nos vemos pronto cuando me gradúe”, promete este valiente luchador, Javier Soto.
«Con lo que tenemos podemos hacer mucho más»
Gladis Arcos ha dado un giro de 180º en su vida. Si hace 10 años alguien le hubiera dicho ‘tú vas a ser lideresa, empresaria y política’, no le hubiera dado el más mínimo crédito.
“Yo era una mujer sumisa, temerosa de hablar en público, me conformaba con mi trabajo para atender a mi familia. Todo eso cambió el 15 de agosto de 2007, cuando una pared me cayó encima, intentando escapar del terremoto”, narra Gladis, odontóloga de profesión.
“Ayuda en Acción despertó a otra persona dentro de mí”, afirma Gladis. Una vez superados los momentos de pánico y de atención humanitaria, Ayuda en Acción y su socio local Decal, empezaron la tarea reconstructiva. 436 familias hoy cuentan con una vivienda antisísmica, pero la verdadera reconstrucción fue por dentro. Las familias dejaron de verse como víctimas para tomar conciencia de sus capacidades.
Esto fue lo que le sucedió a Gladis, cuando empezó a asistir a los talleres de autoestima y liderazgo. “Empecé a tener confianza en mí misma», manifiesta; y hoy esa confianza la ha llevado a negociar con grandes empresarios agroexportadores y a obtener el cargo de regidora en el distrito de Santiago, en Ica.
«Yo veía que Ayuda en Acción fomentaba el asociacionismo en los pequeños agricultores y yo me dije a mí misma, yo puedo hacer lo mismo en mi rama de odontología. Entonces formé un equipo de diez odontólogos comprometidos y nos lanzamos a conseguir auspicio de las grandes empresas para llevar salud bucal a sus trabajadores y sus familias”, comenta.
Las ganas de ayudar no se agotaron, al contrario iban en aumento. Pronto Gladis empezó a interesarse en otro grupo poblacional, las mujeres que habían sufrido violencia familiar. Trabajó con la comisaría femenina y les devolvió la sonrisa a mujeres que habían perdido sus piezas dentales, campaña que le valió el reconocimiento de la Policía Nacional.
Hoy, reparte su tiempo entre promotora de salud, odontóloga y regidora. Lidera campañas de prevención en los colegios pero, además, en el terreno político se ha convertido en un nexo entre el sector empresarial, la autoridad local y las familias que necesitan un impulso para salir adelante. “He podido visualizar, de qué manera como persona, como ser humano puedo ayudar a los demás. Podemos hacer mucho más, con lo que tenemos podemos ayudar a muchas personas”, sostiene incansable, Gladis Arcos.