Hablar de mujeres lideresas en América Latina no es algo extraño. De hecho, en la historia de la región han sido muchas más las mujeres presidentas o primeras ministras que en continentes como el europeo. En Ayuda en Acción no solo conocemos a mujeres lideresas sino que trabajamos con ellas y con otras que aún no lo son, pero se convertirán en referentes para sus comunidades.
Sin embargo, la situación de la pandemia sitúa de nuevo en la cuerda floja los avances políticos y sociales que habían experimentado las mujeres en el continente. El aumento de la pobreza está en la base de esa representación pública. Por eso (y por muchas cosas más) luchamos contra las brechas que abre y profundiza la COVID-19 para las mujeres.
Estas son algunas historias de mujeres lideresas: su pasado, presente y un futuro en el que pese a la desigualdad, tienen mucho que decir y hacer.
Mujeres lideresas en América Latina: las cifras
Según la CEPAL, las mujeres lideresas en América Latina aún están infrarrepresentadas si hablamos de gestión municipal. Tan solo encontramos un en la región. Bolivia es uno de los países del mundo con más representación de mujeres en su Asamblea Nacional (actualmente el porcentaje es de 51,9%). Sin embargo, la participación real y efectiva de las mujeres en sus entornos más cercanos sigue estando bastante lejos de la igualdad en la región.
La COVID-19 ha supuesto un parón relevante para la política, también en la región latinoamericana. Un total de 12 elecciones fueron retrasadas desde el inicio de la pandemia. Desde entonces algo ha quedado claro: las mujeres han tenido que hacer frente de forma mayoritaria a las tareas de cuidados. Esta sobrecarga de trabajo dentro del hogar impedirá a muchas mujeres lideresas continuar con su labor para convertirse en referentes sociales y/o políticos. Como comentaba la Dra. Doris Ruth Méndez en la ponencia organizada por el programa EuroSociAL en octubre de 2020, “somos imprescindibles, pero invisibles”.
Mujeres lideresas y COVID-19: hay sitio para la esperanza
Los hechos han demostrado que allí donde las mujeres han estado incluidas en la respuesta a la pandemia, en cualquiera de sus ámbitos, las respuestas han sido más inclusivas y el trabajo colectivo más colaborativo y eficaz.
El momento actual es clave a la hora de posicionar los derechos de las mujeres como prioritarios en las agendas de desarrollo de los países para cumplir así el ODS 5. Según ONU Mujeres, más de 100 millones de mujeres podrían salir de la pobreza si se invierte en su empoderamiento. Si las mujeres siguen siendo pobres, no tendrán acceso a oportunidades y por tanto, no conocerán sus derechos ni la forma de ejercerlos.
Es tiempo de invertir en igualdad promoviendo la presencia de mujeres lideresas que transformen sociedades. ¡Queremos hablarte de algunas de ellas!
Nimia Durán: mujer lideresa en Villamontes (Bolivia)
En la Comunidad Puesto Uno todo el mundo la conoce. Grande y fuerte, como su carácter, Nimia no se achanta cuando la situación no viene de cara. Durante la pandemia no ha dejado de realizar su trabajo por la comunidad, estando a cargo del control de los huertos familiares impulsados por Ayuda en Acción. Estos huertos han permitido que las familias pudieran tener alimentos sin ponerse en riesgo de salir de casa y contagiarse. Nimia no sabe exactamente cuándo empezó a ser una lideresa, pero sí sabe por qué se ha ganado a la gente:
No tengo mucho, pero cuando tengo ayudo y lo hago de corazón. Me he ganado el cariño y el respeto de la comunidad, eso me ha convertido en una lideresa.
Nimia lleva en la sangre el trabajo de lideresa y empieza desde su propio hogar: ha podido combinar la faceta de madre y de referente comunitario con apoyo de su marido. Mientras ella salía a hacer las visitas a la comunidad, él quedaba a cargo del cuidado de los tres hijos que tienen.
Ser lideresa rural no es una tarea fácil. Hasta hace poco, las mujeres de Puesto Uno no participaban en la vida social ni política más allá de lo que les venía asignado por tradición. A ello se suma la vida en una comunidad, donde todo se cuestiona mucho más porque la cercanía a veces se confunde con la falta de intimidad:
He tenido altibajos como mujer lideresa, a veces quieres darlo todo por la gente pero nunca es del gusto de todos, y eso baja la moral.
Nimia ha sido testigo de cómo las mujeres en su comunidad empezaban a levantar sus voces viéndose arropadas, en parte, por su ejemplo: “aquí lo que nos hace falta es tener más mujeres que levanten la voz. Basta que una hable para que se genere movilización”.
Sobre los retos a futuro, Nimia habla sobre todo de educación. En una comunidad como la de Puesto Uno donde hay casos de niñas de 12 años que ya son madres, Nimia cree que las mujeres necesitan contar con orientación, oportunidades de empleo y formación profesional: “solo así conseguiremos aportar y ser independientes”.
Vilma Aguilar: de agricultora a lideresa en Nicaragua
A Vilma todo el mundo la conoce como Vilmita, pero ese diminutivo es una de las pocas cosas pequeñas que tiene. Ella se hace cargo sola de la educación de su hija, pero también del cuidado de su madre, que sufre una enfermedad crónica. Además de madre y cuidadora es por encima de todo una mujer lideresa.
Vilma vive en la comunidad de Cujilica, donde trabaja cada día para lograr su desarrollo “no solo económico, sino a todos los niveles comunitarios”, puntualiza.
Desde que Ayuda en Acción trabaja en la comunidad y con apoyo de cómplices como Vilma, hemos conseguido que el 80% de las mujeres participen en algún ámbito de la vida comunitaria.
Mi objetivo es demostrar que las mujeres podemos conseguir lo que nos propongamos y no me canso de decírselo a las más jóvenes, o a las que como yo están solas.
Nely, la mujer de El Salvador que reclama apoyo institucional para las mujeres
Nely es una mujer de 42 años a la que el miedo y la angustia provocada por la pandemia no le ha parado. Junto con Ayuda en Acción y a pesar de las limitaciones, ha mantenido activa su red de mujeres en la comunidad de San Ignacio y otras de la misma área de desarrollo: “no podíamos dejar de ser apoyo para quienes más nos necesitaban”.
Cuando pone en una balanza los beneficios e inconvenientes de ser una lideresa tiene claro que el saldo es positivo pero reconoce tener muchos obstáculos:
Las mujeres aquí son importantes en el hogar, pero en la comunidad se nos invisibiliza, se nos limita nuestro derecho a la participación, a la libre expresión y a optar a cargos de responsabilidad. Y ahora que empezamos a organizarnos, muchos nos llaman feminazis…
Su gran preocupación es precisamente el apoyo institucional hacia las mujeres: “las instituciones deben impulsar políticas donde nos involucren y con las que nos apoyen, y para eso es fundamental contar con partidas presupuestarias”, dice.
Cuando piensa en lo que necesitan las mujeres de su comunidad para poder avanzar, el empleo y la formación están en el centro de sus demandas.
Perú, una cantera de mujeres lideresas
Perú es uno de los años donde más años llevamos trabajando una línea específica de género. Durante todo este tiempo hemos conocido a muchas mujeres lideresas y hoy te contamos las historias de algunas de ellas:
Carmen, lideresa agrícola
Carmen Chochoca tiene 30 años y vive en Andahuaylas con su marido y sus dos hijas. Es Presidenta de la Asociación de productoras de Agricultura Familiar de Pausihuaycco, a la que apoyamos desde Ayuda en Acción Perú.
Cuando Carmen comenzó a formarse en agricultura su marido no la apoyaba. Sin embargo, Carmen no cejó en su empeño y sus capacidades fueron creciendo para hacerse cargo de sus cultivos pero también para representar a otras mujeres como ella. Ahora su esposo no solo la apoya sino que incluso le consulta.
Ada, la mujer para la que nada es imposible
Ada Vargas trabaja con Ayuda en Acción como lideresa rural desde el año 2015. Ella conoce la discriminación por género de cerca: “algunos varones machistas creen que la mujer está solo para realizar labores del hogar y no para participar en el trabajo remunerado”, dice. En Acobamba, donde vive con su familia, la sociedad no está acostumbrada, según su testimonio, a escuchar a una mujer empoderada que exija sus derechos. El apoyo femenino a otras mujeres lideresas aún no es generalizado. Existen ejemplos de mujeres que aún no entienden la importancia de que en sus propias comunidades haya lideresas.
Si con algo sueña, es con la equidad de género: “tengo una hija de 17 años y sueño con que las jóvenes de Acobamba, como ella, tengan mayores y mejores oportunidades que mi generación”. Por eso se esfuerza en hacerle ver que para ella y otras mujeres con las que trabaja cada día, nada es imposible, que podemos lograr todo lo que nos propongamos.
Dreysi, la voz de la radio
Dreysi es una de las voces que se escuchan en el programa radial Construyendo mi futuro: mi voz, mi decisión responsable que hemos impulsado en varias comunidades de Perú desde que comenzó la pandemia. A pesar de ser aún una adolescente, su discurso es tan potente que invita a levantarse de la silla y unirse a su lucha. ¡Que la voz de la infancia y la adolescencia sea escuchada!
Hay que trabajar en el empoderamiento de las niñas desde que somos pequeñas, solo así las mujeres del mañana podrán parar el machismo y defender nuestros derechos.
Esta joven tiene claro que solamente con educación se podrá construir un país distinto. En el futuro que sueñoa las mujeres levantarán sus voces para proponer y participar en condiciones de igualdad.
Roxani: educando en igualdad
A Roxani, esta joven madre soltera, la educaron diciéndole que las muñecas eran para niñas y el balón para los niños. Pero eso no impedía que a veces su madre la pillara jugando al fútbol con amigos del barrio. No era algo raro: cuando algún niño se acercaba para jugar a las cocinitas, los padres siempre regañaban.
Hoy además de madre es lideresa. En Conchán lidera el grupo de mujeres Juntos. Lo que más le enorgullece es haber contribuido a que cada vez sean más las mujeres de su comunidad que son autónomas e independientes. El hecho de que lleven dinero a casa les hace empoderarse: “ahora veo con orgullo cómo muchas de esas mujeres son el sustento de sus hogares y toman parte en las decisiones de su hogar”.

Las mujeres sanitarias en América Latina son la mayoría de la profesión. Las cifras son similares a las globales: mayoría de mujeres sanitaria pero minoría en puestos de dirección; y por supuesto, menor salario. Las sanitarias (médicas, enfermeras, auxiliares…) están en primera línea durante esta pandemia que las sitúa también en un espacio de doble riesgo. Analizamos cómo viven las sanitarias a través del testimonio de mujeres que trabajan en los proyectos de Ayuda en Acción desde que comenzó la COVID-19 (y en muchos casos, desde antes).
Contexto que viven las mujeres sanitarias en América Latina
La Organización Mundial de la Salud (OMS) nos da las cifras: el 70% de quienes trabajan en profesiones sanitarias en América Latina son mujeres (80% en el caso de la enfermería, la cifra más alta del mundo). Aunque en las últimas décadas la representación femenina en las ramas mejor pagadas de la sanidad van aumentando, la brecha salarial sigue existiendo: un 28%. La representación en puestos de liderazgo (decisión y representación) de mujeres sanitarias en América Latina también está por debajo: solo uno de cada cuatro de estos puestos está ocupado por mujeres.
La pandemia y todo lo que ello implica está afectando doblemente a las mujeres, sobre todo en países donde las mujeres aún siguen quedando en un segundo plano en la mayoría de los escenarios.
Las mujeres sanitarias en América Latina, como en el resto del mundo, están expuestas a un doble riesgo:
La mayoría de las mujeres sanitarias en América Latina conviven con el miedo a contagiarse pero también a contagiar a las personas con quienes conviven (y de quienes cuidan).
Katherine Zapata: “sentimos el dolor ajeno”
La doctora Zapata es médica de familia. Fue contratada en Honduras en el marco del Proyecto PIAH financiado por la Unión Europea. Dicho proyecto, aunque tenía como base principal dinamizar las economías locales, se adaptó a la situación actual cuando la pandemia fue haciendo acto de presencia en La Muskitia hondureña. Esta región del país, bastante aislada, tiene que lidiar la falta de confianza en la medicina tradicional y el miedo a lo desconocido: “al principio, las enfermeras auxiliares, la mayoría sin titulación oficial, tenían miedo incluso de tocar a los pacientes que llegaban con síntomas”.
Las mujeres sanitarias en esta región del país centroamericano llegan al mismo número que sus compañeros hombres. Sin embargo, no ocurre lo mismo con las enfermeras: la inmensa mayoría son mujeres.
Los hombres tradicionalmente se han dedicado a la agricultura, pesca, servicios militares… pero no a ser enfermeros.
Otra característica que radiografía bien el perfil de las mujeres sanitarias de más alto nivel en Honduras es el hecho de que la mayoría vienen de la capital. Es difícil encontrar doctoras indígenas, aunque poco a poco van encontrándose cada vez más. “Hay ginecólogas y dermatólgas miskitas, algo que en el pasado ni se hubiera imaginado aquí», cuenta la doctora. Pide apoyo, además, para que las jóvenes indígenas tengan la posibilidad de salir a otras ciudades “para estudiar y perseguir sus sueños”.
La pobreza no deja de estar presente en toda esta situación. La doctora Zapata cuenta cómo a veces llegan personas a los centros de triaje sin zapatos: “el hecho de tener mascarilla ya es todo un lujo”. Estas carencias también se manifiestan en los centros sanitarios: el material para tratar los casos de coronavirus son del todo insuficientes, pese a los esfuerzos. “Todo esto me supone bastante estrés emocional, siento un dolor ajeno y no tener los insumos necesarios es frustrante”, algo que reconoce no ver exclusivamente en las mujeres sanitarias, sino también en sus compañeros hombres.
Enfermera Felicia: «tenía miedo a contagiarme y que mis hijos no me tuvieran cerca»
Felicia Moreno tiene 36 años y es una de las mujeres que se encuentra al frente de la atención sanitaria de los habitantes de la comunidad de San Antonio, en Villamontes (Tarija, Bolivia). En uno de los países de América Latina que más fuertemente está sufriendo esta pandemia, los recursos para protegerse no llegan: «las donaciones más valiosas han venido por parte de organizaciones. No hemos recibido la ayuda que esperábamos del municipio».
Esta enfermera boliviana combina su vida como mujer sanitaria con la de madre. Reconoce que no ha sido fácil puesto que debía pasar muchas más horas fuera de casa. Pero lo que más le marca en su discurso es el miedo:
Tenía miedo a contagiar a mi familia pero también a contagiarme yo misma. Al principio pensaba: ¿qué será de mis hijos si a mí me pasa algo? Finalmente hemos sabido sobrellevar la situación y salir adelante.
Cuando le preguntamos por qué sería necesario para mejorar su trabajo lo tiene claro: «podríamos mejorar nuestra profesión siempre que las instituciones valoren nuestro trabajo». Es uno de los factores clave en las demandas del colectivo.
Andrea Erroa: «ha aumentado la violencia familiar»
Andrea Erroa trabaja como doctora en la unidad de salud La Palma, en Chalatenango (El Salvador). Cuando le preguntamos sobre cómo han vivido las mujeres el confinamiento lo tiene claro: «con mucha incertidumbre», dice. La doctora Erroa, que trabaja en un entorno donde el 70% de las sanitarias son mujeres, cree cuando se han ido produciendo situaciones estresantes y desconocidas en los entornos familiares, han podido ir surgiendo problemas de violencia que muchas mujeres no han sabido o podido resolver.
Las escuelas eran un respiro para las familias donde había problemas. Con el confinamiento en muchas casas la convivencia ha llegado a su límite.
Mujeres sanitarias en América Latina: recomendaciones
Muchos de los problemas que están ocurriendo y que afectan especialmente a las mujeres sanitarias derivan de una falta de perspectiva de género en las agendas de salud pública. Pero desde instituciones internacionales se hacen también otra serie de recomendaciones a los países de Latinoamérica para que las mujeres sanitarias tengan igualdad de acceso, oportunidades y participación:
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Priorización de protección social de población dedicada a roles de cuidado remunerados.
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Necesidad de garantizar el empleo decente (salarios dignos, conciliación laboral, etc.).
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Posibilidad de acceso a servicios de salud mental y apoyo psicológico derivado de los trabajos de cuidados.
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Impulso hacia la corresponsabilidad familiar.
