Por Elena Carrillo, empleada de Deloitte y voluntaria en el área de desarrollo de Lambayeque, Perú.
En primer lugar, agradecer enormemente a Ayuda en Acción, a CIPDES y Deloitte la oportunidad brindada y aprovechar para compartir con vosotros mi experiencia e impresiones sobre mi estancia en Perú.
Mi voluntariado fue de 15 días, pero a pesar de la brevedad, fue intenso y aprovechamos cada día al máximo.
Nuestro primer destino fue Chiclayo, donde aterrizamos, y me sorprendió al ver que se trataba de una ciudad que contaba con todas las comodidades y medios propios de cualquier ciudad “desarrollada”.
Al día siguiente nos dirigimos a la Comunidad de Santa Catalina de Chongoyape, que se encuentra a tan solo 60 kilometros de Chiclayo, y el paisaje cambió completamente pudiendo apreciar importantes diferencias (las construcciones, carreteras sin asfaltar, la vestimenta de la gente, etc.).
La primera semana estuvimos concretamente en Tierras Blancas, el área más pobre de la Comunidad por ser la zona más alejada de la capital del distrito, Chongoyape. Un ejemplo de ello, es que hace apenas tres años que cuentan con electricidad…
En dicha área, con el apoyo económico de Ayuda en Acción, entro otros, y con el asesoramiento e impulso de la ONG CIPDES, la contraparte en Perú con la que Ayuda en Acción trabaja en el área de Chiclayo, se habían construido:
– Aulas en las cuales se imparten talleres formativos especializados en el tallado de piedra y otros trabajos artesanales.
– Una tienda en la cual los artesanos pueden poner a la venta sus productos.
– Un centro cívico el cual consta de una biblioteca, y en el cual se planea crear un museo y una zona para impartir manualidades relacionadas con el respeto al medio ambiente para los niños.
– Y en la actualidad se está construyendo un centro de apicultura para fomentar el desarrollo económico de la zona.
Nuestro trabajo allí consistió principalmente en impartir clases de informática, manualidades e inglés para niños y, clases de contabilidad e informática para adultos.
Respecto a las actividades con los niños nos sorprendió la facilidad que tenían para para aprender, su curiosidad, su don innato para las manualidades y sobre todo su alegría y el cariño que te regalaban sin apenas conocerte.
Y, si tuviera que destacar algún día en especial con ellos, sin duda sería el “Día del aire” que fomenta la concienciación con el medio ambiente y que celebramos el 8 de agosto. Para celebrarlo, los días anteriores estuvimos construyendo cometas con unas cañas y unos trozos de plástico. Y cuando llegó el día, echamos las cometas a volar, y ¡volaron! ¡Indescriptible la emoción y la ilusión en la cara de los niños y en la mía!
Otra cosa que me llamó la atención fueron diferencias abismales que existían entre los niños que vivían en Tierras Blancas y el resto de áreas de la Comunidad de Santa Catalina, desde la vestimenta o la higiene hasta el nivel de educación o la forma de ser (mucho más cerrado) que demuestran que hay aún muchos déficits por atender en dicha comunidad. Así que nos interesamos por ello, y nos explicaron que la calidad de enseñanza en Tierras Blancas era muy precaria a causa de la falta de medios. Y por lo que respecta a su carácter más retraído, nos comentaron que era por el hecho de vivir en una zona apartada donde la población vive básicamente de una agricultura de subsistencia y al no relacionarse, se deriva esa carencia a nivel social.
Por lo que se refiere a las clases de adultos, nos sorprendió su gran interés, su iniciativa y su ilusión por progresar y encontrar una salida laboral, ya que la mayoría no tenía trabajo. No obstante, nos comentaban lo difícil que era eso para alguien como ellos, las dificultades de trasladarse a vivir en la ciudad, etc. Si bien es cierto, destacaban los talleres de formación de tallado de piedra y otras artesanías. Unas de las chicas que participaban en los cursos nos comentaban que gracias a esos talleres sus madres se habían podido introducir en el mundo laboral comerciando sus artesanías y así contribuir la economía familiar.
Respecto a la segunda semana, estuvimos en la reserva de Chaparrí, la cual se encuentra en el territorio de la Comunidad de Santa Catalina y debe su nombre a la montaña anclada en ella llamada Cerro Chaparrí. Sobre la reserva, Don Hermenegildo, Presidente la asociación comunal, nos comentaba orgulloso que, con el apoyo del fotógrafo de National Geographic, Heinz Plenge, consiguieron que en 2001, la reserva de Chaparrí, fuera declarada la primera área de conservación privada de Perú gestionada por una comunidad, y que muchas otras comunidades de Perú habían imitado su modelo de gestión. En la reserva se encuentran especies amenazadas como el oso anteojos o la pava aliblanca, y tiene como fondo el bosque seco distintivo de esa área. Un lugar que merece la pena visitar.
Actualmente, los comuneros están pensando en crear una zona de camping para atraer a más turistas y poder ofertar una solución más económica para aquellos que quieran pernoctar en la reserva, ya que la reserva únicamente cuenta con unos cuantos ecolodges (son parecidos a los bungalows) que cuestan alrededor de 100 dólares la noche.
Esa semana la compartimos con los comuneros y la gente del equipo técnico de CIPDES y nos dedicamos a reparar y mejorar la red de cañerías para que llegara agua hasta la zona de camping, y aportamos algunas ideas sobre actividades lúdicas que podrían ofertar en dicha zona.
Fue en esa semana cuando pudimos darnos cuenta de la implicación de Ayuda en Acción y del equipo de profesionales de CIPDES con la Comunidad. Los ingenieros responsables de coordinar el proyecto de las cañerías lograron que con un pequeño charco de agua, unas cuantas cañerías de desagüe y unas cuantas piedras, el agua llegara hasta el camping. Fue impactante ver como con tan pocos recursos el ingenio de la gente se desarrolla y se logra el objetivo. Una vez terminamos de cavar zanjas, recoger piedras, pegar cañerías y conseguimos que el agua llegara, nos sentamos todos juntos y reflexionamos sobre el trabajo allí realizado. Y en ese momento los comuneros nos explicaron lo fundamental que era para la gente la cooperación de Ayuda en Acción y de CIPDES allí.
Nos explicaron cómo los técnicos de CIPDES contribuían con lluvias de ideas para encontrar alternativas para el desarrollo económico de la Comunidad; como siempre les animaban para continuar con su proyecto de conservación cuando los ánimos empezaban a decaer por las continuas concesiones mineras en el área de la reserva; como ejercían de mediadores entre los comuneros cuando la situación se tensaba entre ellos; o como estaba progresando todo desde que Ayuda en Acción y el CIPDES empezaron a colaborar con ellos. Tan solo tenían palabras de agradecimiento, admiración y amistad.
Gracias a ello reconocí y valoré la involucración del equipo humano de Ayuda en Acción y su socio CIPDES con el desarrollo de esta comunidad y la compenetración que existía entre ellos.
Fue un momento muy intenso, en el que fui consciente en como la cooperación y la ayuda de las ONGs, fundaciones sin ánimo de lucro, etc. realmente influyen en la población, porque aparte de la ayuda económica, que es básica, también es imprescindible la involucración emocional y el apoyo.
El último día, visitamos otros proyectos que había impulsado Ayuda en Acción en otras comunidades: la Escuela de primaria de Cascajales en Ciudad Eten, y el proyecto de mejora en la sanidad y en la calidad del agua para el consumo a través de la construcción de un tanque elevado para agua potable en Valle Hermoso en el distrito de Monsefú. Y se repitió la misma situación que aquella tarde en la reserva de Chaparrí. El agradecimiento continúo de la gente a Ayuda en Acción y a CIPDES por lo logrado, pero sobre todo por el apoyo y la oportunidad brindados, y nos explicaban como esos proyectos les cambiaron la vida y como les devolvieron la ilusión y les hicieron creer que un mundo en mejores condiciones era posible.
Por todo lo anterior, solo puedo decir que mi voluntariado en Perú fue MI GRAN EXPERIENCIA, que permitió cruzarme en mi camino con gente excepcional, que me hizo ser consciente del valor de la ayuda internacional para países como Perú, de cómo pequeños proyectos proporcionan ilusión a la población para seguir adelante, evolucionar y mejorar, y por último y, aunque suene a tópico, te hace reflexionar en como gente con tan pocos recursos vive con tanta ilusión y es tan feliz, y en el “primer mundo” la gente viva tan amargada por cualquier minucia, y obviamente me enseñó a valorar todo lo que tengo en España, las comodidades, la higiene, los pequeños lujos, etc.
Así que solo me queda daros las gracias infinitamente por haberme permitido vivir esta experiencia y deciros que el trabajo que estáis haciendo en Perú es admirable y que continuéis con vuestros proyectos para contribuir a que todo el mundo pueda vivir en unas condiciones mínimamente dignas.