Por Gilberto Falcón, empleado de Management Solutions, y voluntario en el proyecto de Chillogallo, Ecuador.
Me habían dicho desde siempre que dar es mejor que recibir; mi experiencia en el Ecuador me convence de la gran verdad que esconde esta frase.
A tres horas de la capital ecuatoriana se encuentra Santo Domingo de los Tsáchilas (o de los Colorados), la tercera ciudad más grande del Ecuador. Tres semanas en la Casa de Don Bosco te ayudan a abrir los ojos a una realidad diferente, te llevan a ser más consciente del entorno en el que vives y a valorar lo afortunado que eres teniendo lo que tienes.
Decidí participar, a través de un voluntariado corporativo, en un proyecto que conjuntamente, Ayuda en Acción y el Proyecto Salesiano “Chicos de la Calle”, en Santo Domingo llevan a cabo en esta ciudad de Ecuador y otras cuatro ciudades. En el proyecto participamos consultores provenientes de las distintas oficinas que tiene Management Solutions, todos con un objetivo en común: dar lo mejor de nosotros, tal como me lo recordaron al inicio de este viaje.

En las primeras reuniones comentábamos lo enriquecedoras que son estas experiencias, en las que uno cree que tiene mucho para dar y al final acabas recibiendo más de lo que te imaginabas. Aunque al principio parecíamos un tanto escépticos, con el trabajo diario terminamos por entender la gran satisfacción que solamente te genera el haberlo dado todo.
El Proyecto Salesiano atiende a niños en situaciones familiares complicadas (padres separados, niños huérfanos, abandonados) o que trabajan en la calle, con sus familiares o con otras personas, vendiendo comida, poniendo grasa de zapatos o recogiendo basura. Son niños en grave riesgo de exclusión social, cuyo entorno escolar o social no les ayuda ni les motiva, pero sobre todo, son niños que reclaman mucho, mucho cariño.
Compartimos con los niños ratos de estudio y de diversión: los participantes del programa venían antes o después de sus clases (dependiendo del horario escolar que tuvieran) para tener una sesión de refuerzo escolar y posteriormente un momento de esparcimiento. El proyecto contempla cinco centros de referencia distribuidos por la ciudad en donde se atienden las zonas más necesitadas o con mayor vulnerabilidad. Cada uno de estos centros está a cargo de un educador local, en donde además se ofrecen actividades artísticas, culturales o deportivas. Adicional a las actividades de los niños, se ofrecen programas que benefician a toda la familia, como talleres para padres de familia o microcréditos que impulsen a las familias en sus finanzas para que los niños no tengan que trabajar.
Cada niño es una historia distinta. Otro de los comentarios que el personal de Ayuda en Acción nos hicieron al principio, fue la invitación a no juzgar solamente por lo que ves. Nunca terminamos de entender todo lo que hay detrás de cada persona, de cada familia, de cada vida. A veces ayuda más escuchar que dar un consejo. Si bien la rutina podría parecer a veces pesada, nunca te sientes más satisfecho hasta que lo das todo, y das hasta que duela.
Me quedo con excelentes recuerdos de los niños y de cada uno de sus rostros, de sus preguntas sobre nuestras vidas fuera de Ecuador y del verano, de su interés por conocernos más y conocer el mundo. Me quedo con sus muestras interminables de cariño y de afecto, con sus ganas de aprender, por superarse, y por su entusiasmo. Sin duda me quedará el recuerdo de la energía con la que hacen todo, del entusiasmo que tienen, de la manera tan positiva de ver la vida a pesar de las circunstancias. Ha sido una de las mayores lecciones, sin lugar a duda.

Al final del verano no pude evitar sentir la duda, ¿realmente vale la pena? ¿Estamos haciendo la diferencia? ¿Lo que hemos hecho en estas tres semanas importa, de verdad? ¿Tiene sentido?
Había una vez un sabio que solía ir a la playa. Un día, mientras caminaba junto al mar, observó una figura humana que se movía como un bailarín. Se sonrió al pensar en alguien bailando para saludar el día. Apresuró el paso, se acercó y vio que se trataba de un joven y que no bailaba, sino que se agachaba para recoger algo y suavemente lanzarlo al mar. A medida que se acercaba saludó:
– “Buenos días joven, ¿Qué estás haciendo?”
El joven hizo una pausa, se dio vuelta y respondió: – “Arrojo estrellas de mar al océano, señor”.
– ” ¿Por qué arrojas estrellas de mar al océano?”, dijo el sabio.
El joven respondió: – “Anoche la tormenta dejó miles de estrellas en la playa, hoy hay sol fuerte y la marea está bajando, si no las arrojo al mar, morirán”.
– “Pero joven, replicó el sabio, no te das cuenta que hay cientos de kilómetros de playa y miles de estrellas de mar, ¿Realmente piensas que tu esfuerzo tiene sentido?”
El joven escuchó respetuosamente, luego se agachó, recogió otra estrella de mar, la arrojó al agua y luego le dijo: – “Para ésta, sí tuvo sentido”.
(Adaptado de The Star Thrower, por Loren Eiseley)
Agradezco a Management Solutions, a Ayuda en Acción y al Proyecto Salesiano por hacer esto posible. Gracias a los coordinadores y a todos los voluntarios por ser parte de esta experiencia, no hubiera sido lo mismo sin cada uno de ustedes. Gracias a mi equipo por el empujón extra, por la palmada en la espalda, por las palabras de aliento cuando más lo necesité, thank you Alex, gracias Lorena. Gracias a los educadores, especialmente a Javier del centro María Auxiliadora, que dedican su vida a hacer la diferencia, a darle sentido a cada una de estas estrellas.
Hasta siempre, Ecuador.

“Dar hasta que duela y cuando duela dar todavía más. A veces sentimos que lo que hacemos es tan solo una gota en el mar, pero el mar sería menos si le faltara una gota” – Madre Teresa de Calcuta