Por Marta Sánchez, voluntaria de equipo en Etiopía.
Hace ya más de tres meses que regresamos de nuestra maravillosa experiencia en Etiopía y aún me acuerdo de ellos cada vez que abro un grifo…
En el aeropuerto de Barajas reinaba el nerviosismo, siete personas desconocidas íbamos a iniciar una aventura inolvidable en un momento muy difícil, ya que el ébola estaba atacando duramente a África y no resultaba un viaje demasiado atractivo sobre todo para nuestras familias.
Allí conocí a la que desde entonces se ha se ha convertido en mi sister , Susana derrochando alegría y humor por los 4 costados, a la tierna Sandra contando diariamente las historias de sus linces, que tanto hemos disfrutado, Maru a la que escuchábamos atentamente ya que era la única que había vivido esta experiencia, nuestra niña dulce del grupo y enfermera era Montse a la que todos recurrimos en algún momento. Alfredo siempre fue UNA más, el pobre rodeado de tantas mujeres, Blanca aportó madurez y la jefa de Ayuda en Acción Eztizen que no paraba de contarnos cosas importantes antes de iniciar nuestro viaje.
Era nuestra primera vez en Etiopía, país muy desconocido y, sin embargo, asombroso.
En la capital nos recibió todo el equipo de Action Aid que en todo momento nos instruyeron y cuidaron como nuestros propios padres y de esa forma… comenzamos el viaje que nos llevaría a Janamora.
Janamora está a 1.000 km de la capital Addis Abeba, llegar allí hubiera sido prácticamente imposible de no ser por el equipo de Ayuda en Acción.
Atravesar durante 5 horas el Parque Nacional de Simien situado a 4.000 m de altura, que no dispone de carreteras asfaltadas, fue toda una odisea pero finalmente llegamos a nuestro destino.
La primera noche en el campamento base de Ayuda en Acción empezamos a ser conscientes de dónde estábamos sin saber que al día siguiente en la convivencia con las familias veríamos lo más duro de la vida de Janamora, privados de todo tipo de necesidades que nosotros consideramos básicas.
La presentación de las familias fue un acto emotivo, allí conocimos a nuestro padre etíope y al traductor que iba a hacer posible la comunicación entre nosotros.

Emprendimos el viaje hasta la que iba a ser nuestra casa, llamábamos mucho la atención porque se trata de un lugar tan remoto que no habían visto nunca un hombre blanco por lo que nuestra presencia resultaba muy extraña y no dejaban de observarnos como niños que por primera vez se encuentran fortuitamente con Papá Noel.
Si alguien en una ciudad cualquiera me hubiera mirado de esa forma, lo hubiese considerado una ofensa, pero allí era una mirada inocente y limpia que solo buscaba observar y no juzgar.
La llegada a la casa recorriendo campos parecidos a los de Suiza fue muy emocionante y así fue como llegamos a la que iba a ser nuestra casa, con características muy diferentes a lo que habitualmente estamos acostumbrados.
Nunca podía haber imaginado la importancia del agua y la electricidad antes de sufrir la carencia, no somos conscientes de las facilidades con las que contamos en nuestra vida diaria.
En África son lujos inalcanzables.
Dormir en el suelo, con la compañía de nuestras amigas las pulgas, comer con las manos, pero todo ello con una dignidad y un orgullo que impresionaba.
Mi familia se pasaba el día trabajando tan duramente, que ninguno de nosotros hubiese aguantado ese ritmo y sobre todo sin ningún tipo de facilidades, alguien puede imaginar cocinar sin utensilios de cocina en un caldero en el fuego, usar las piedras para machacar el café o recorrer un camino pedregoso e incluso peligroso durante una hora, para alcanzar el río y poder traer un poco de agua no potable a casa.
Realmente son unos héroes, héroes que nunca pierden la sonrisa, generosos, ofrecen todo lo poco que tienen, la comunidad compartía sin excepción, tuve la sensación de retroceder varios siglos en el tiempo y vivir en un mundo donde no existía el egoísmo.
Mi corazón fue tocado de muerte con aquellos niños con discapacidad en la escuela, mi cabeza no dejaba de pensar que si ya era dura la vida en Janamora, imaginar a niños con problemas sobreviviendo en esas condiciones,… creo que fue lo más duro que vi, cuando me encontré entre aquellas cuatro paredes de la escuela, donde esos niños desvalidos querían tocarte y abrazarte…. Me derrumbé como persona.
Esos héroes necesitan nuestra ayuda porque nosotros tenemos la suerte de tenerlo todo, ese todo que no apreciamos y que ahora me hace entender mejor esas pateras que llegan a España abarrotadas de gente huyendo de la nada, como en la novela de Michael Ende.
Esa familia que me quitó un trocito de mi corazón, igual que muchas otras, necesita la ayuda e implicación de la sociedad al completo porque tal y como nos dijo papi llorando, siempre existirá un puente entre Etiopía y España…. Sí, papá siempre existirá… Por qué no podré olvidaros jamás.
