Se estima que anualmente unos 12 000 menores son víctimas del tráfico humano en Nepal, a pesar de no haber datos oficiales. Después de las drogas y las armas, el tráfico de personas se ha convertido en la tercera industria ilegal en el mundo.
Las oportunidades de vida en Nepal siguen condicionadas tras los terremotos de 2015: altos niveles de pobreza y desigualdad, falta de materias primas y una larga lista de “pendientes” que impiden a la población nepalí el pleno ejercicio de sus derechos.
En muchas ocasiones migrar es la única puerta hacia una vida mejor. La frontera abierta entre China e India permite moverse a unos 1.600 nepalíes diariamente, que salen a trabajar a estos territorios. Pero, tras esta realidad, se esconde el peligro de caer en las redes de la trata de personas.
Según el último informe emitido por la Comisión Nacional de Derechos Humanos de Nepal, en 2016 se registraron unas 23 000 víctimas de trata. La mayoría de ellas son menores y mujeres.
La violencia doméstica, según Naciones Unidas, es una lacra que afecta a casi la mitad de las mujeres nepalíes a lo largo de su vida. Además, niñas y mujeres son víctimas de la violencia relacionada con la dote y el matrimonio infantil y el infanticidio femenino – los denominados “asesinatos de honor”.
La pandemia está agravando desafíos ya existentes como el aumento de la violencia intrafamiliar y de género durante el confinamiento y la vulnerabilidad. Además, la pobreza y la falta de oportunidades derivadas de esta crisis pueden provocar que cada vez más personas sean engañadas por las redes de trata en un intento por mejorar sus condiciones de vida.