El año 2000 en Bolivia se recuerda por el de la llamada guerra del agua. Dos décadas después este bien, considerado su acceso un derecho humano, sigue sin estar garantizado para muchas personas. La preocupación por el agua en Bolivia es mayor si se mira al futuro. Las comunidades con las que trabajamos no son expertas en cambio climático pero conocen mejor que nadie sus efectos.
Reunimos a tres mujeres de generaciones diferentes para hablar de cómo imaginan su futuro y de la importancia que en él tiene el agua. En sus conversaciones, llenas de verdad, se alojan reflexiones de tres generaciones que en momentos muy distintos han experimentado lo que implica no tener acceso a agua.
El agua es vida
Son las palabras de Doña Luciana Rojas, una mujer del municipio de Azurduy, uno de los que trabajamos en Bolivia. Ella, madre y abuela, ha vivido sin agua en su comunidad durante muchos años. Sabe lo que es esperar semanas para que llueva algo mientras veía cómo los cultivos se echaban a perder. Sabe lo que es no poder beber agua potable. Sabe, por desgracia, lo que es ver marchar a vecinos y familiares a otras ciudades o países en busca de mejores oportunidades. Todo por la falta de agua.
"La vida aquí era una pena, nunca había agua o no llegaba cuando era necesaria. Esto hacía que nuestros hijos acabaran migrando. Azurduy estaba quedando en silencio por la falta de agua. Ahora con Ayuda en Acción y Proagro la situación ha mejorado: tenemos nuestras plantitas, nuestros árboles, nuestros alimentos de las huertas. Todo lo conseguimos gracias a los tanques y represas que recogen el agua de lluvia. Siempre digo que el agua es vida porque desde la gallina o las vacas hasta las personas necesitamos agua".
Doña Luciana, pese a que ya ha vivido mucho, no deja de soñar. Le gustaría que en los próximos 10 años se trabaje en construir una gran represa que nutra de agua a toda las comunidades vecinas. “Solo si hay agua, volverán nuestros hijos… todos los que abandonaron esta tierra podrán volver si ven que hay oportunidades”, dice.
Mientras Doña Luciana rememora cómo era antes su comunidad, Epifania Valdez asiente. Ella, una mujer de mediana edad, ha visto cómo se convertía en adulta y cómo las mejoras en su pueblo iban siendo una realidad. No es algo que haya contemplado desde fuera, sino que su participación –como la de todas las personas que son parte de su comunidad– fue fundamental para haber conseguido lo que ahora tienen.
"Antes era más trabajo llevar agua, había que ir con bidones y tinajas. En época de lluvias el agua estaba bien sucia, no servía para casi nada. Ahora el agua es limpia, llega hasta mi cocina y con ella cocino y mis hijos no enferman".
Derecho al agua: tenerlo y saberlo
El derecho al agua no pasa solo por tener acceso, sino por saber que a toda persona nos corresponde tenerlo. Organizar el acceso comunitario al agua, coordinarlo, delegar responsabilidades y desarrollar capacidades entra dentro del trabajo que Ayuda en Acción y su socio local Proagro desarrollan en Azurduy desde hace años.
Todas las acciones para empoderar a la población en cuanto a derecho al agua, así como en la construcción de infraestructuras, no son acciones de presente. Son el futuro de las generaciones que vienen detrás de estas dos mujeres que hoy hablan de recuerdos. Porque es importante hablar del pasado para que no se olvide cómo se conquistaron los derechos.
La generación del mañana
Lizeth Lopez es la tercera mujer presente en la conversación. Aún es adolescente pero recuerda perfectamente cómo iba a buscar agua para llevar a su casa siendo aún muy pequeña.
"Desde que en casa tenemos agua somos felices. Ya no es necesario ir a la quebrada a buscar algo de agua, porque el agua sale del grifo. Con ella cocinamos y nos aseamos… Ahora puedo ir a la escuela más limpiecita. Hablo con mi mamá y me cuenta que nunca pensó que podría tener agua en casa, pero las personas que apoyan Ayuda en Acción en España lo hicieron posible".
Los padres de Lizeth, como el resto de las familias de la comunidad, construyeron con sus propias manos algunas de las instalaciones que permitieron llevar el agua a sus huertas. En un lugar donde no siempre es fácil contar con suministros alimentarios para mantener una dieta equilibrada, contar con huertas permite a las familias asegurar una alimentación adecuada. “Ahora mis hermanitos y yo comemos verduras, crecemos fuertes… eso nos permitirá seguir estudiando con más ganas”, confiesa Lizeth visiblemente contenta.
El agua, en sus sueños de futuro
Las dos mujeres más jóvenes, Epifania y Lizeth, han dibujado juntas su futuro. En sus dibujos hay río junto a sus casas, verduras a su alrededor… Ambas consideran el agua como el centro de sus vidas, también dentro de unos años. Lo ven como un posible: ahora que lo tienen y sabiendo lo que era una vida sin agua, se esfuerzan como comunidad en cuidar las instalaciones que permiten el almacenamiento. Pero va más allá: las dos saben que el uso responsable del agua es fundamental para conservar intacto su derecho.