En Centroamérica, como estrategia regional, hemos iniciado una serie de proyectos que tienen dos componentes principales. Por un lado pretende impulsar proyectos de emprendimiento. La apicultura en El Salvador (como ocurre en otros países como por ejemplo en Nicaragua) está permitiendo generar empleos estables desde el pequeño emprendimiento. Por otro, empoderar a las mujeres, las grandes protagonistas de estas iniciativas.
Una de ellas es Fátima: con solo 23 años ya es todo un referente para otras jóvenes como ella en materia de emprendimiento femenino. ¡Conoce su historia!
Fátima, una de las apicultoras que participan en nuestros proyectos
Fátima vive en el municipio de Citalá, en el departamento salvadoreño de Chalatenango. Allí vive, en el cantón de San Ramón con sus cinco hermanas y sus padres. Pudo estudiar hasta noveno grado (lo que equivale en España a 4º de la ESO) y luego tuvo que empezar a trabajar para llevar dinero a casa. Sin embargo, la falta de oportunidades laborales es alta en la región, como en el resto del país.
El Salvador es uno de los países que más sufre el fenómeno de la migración, sobre todo entre la población joven y entre la que vive en situación de mayor vulnerabilidad.
Pero Fátima ha optado por otro camino: el del autoempleo: “decidí entrar a formar parte de esta iniciativa porque estaba sin oportunidades de empleo y emprendimiento, me dedicaba a los oficios de la casa”, reconoce. Hoy es parte de la Iniciativa Económica Apícola Bonanza. Forman parte de ella cinco personas que manejan 20 colmenas. Ya han conseguido cosechar, con el apoyo de Ayuda en Acción, 262 botellas de miel. Pero, ¿qué hacen con ellas? La han comenzado a comercializar en su propia comunidad, pero también han salido a otras comunidades del municipio de Citalá.
Fátima no es una más: actualmente es la coordinadora del grupo y la encargada, también, de llevar a cabo los registros de la Iniciativa. Sin tener previos conocimientos de apicultura, reconoce que gracias al proyecto puesto en marcha por Ayuda en Acción le gusta “porque es una forma de trabajo que poca gente hace en la comunidad”. Para Fátima resulta muy interesante la labor y el proceso por el que las abejas se convierten en aliadas del ecosistema. “Además –reconoce– esta actividad nos genera ingresos económicos para nuestra independencia económica como mujeres”.
Y es que la miel no solo es vital para las abejas, sino que resulta extremadamente útil para las personas: “con ella endulzamos nuestros alimentos, ayudamos a sobrellevar un resfriado, lo usamos como cicatrizante y suaviza las vías respiratorias”, dice Fátima.
La apicultura en El Salvador, un salvavidas
En la actualidad, cada botella de miel que comercializa la Iniciativa Económica Apícola Bonanza se comercializa en el mercado local entre los 3,50 y 5 colones (poco más de medio euro), dependiendo del tamaño y la demanda que se tenga en la temporada.
En comunidades como la de Fátima son pocas las oportunidades que la juventud tiene. Menos aún si se es mujer. Por eso, proyectos como este, impulsado gracias a la financiación de la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID), genera tanto interés por parte de la población. Cuando Fátima se enteró de que iba a ponerse en marcha no dudó en asistir a la primera reunión informativa para conocer los requisitos solicitados para ser parte del proyecto. Los reunía y se inscribió, con el pleno apoyo de su familia para iniciar una nueva vida desde el emprendimiento y el autoempleo.
La apicultura no es un trabajo fácil
Fátima reconoce que no es un trabajo fácil: “a mucha gente no le gusta trabajar con las abejas porque a veces pican bastante y si una no se protege bien, puede ser peligroso. Hay que aprender cómo es el manejo de estos animalitos. También que, si no se aplica bien la técnica de recolección, la miel se desperdicia o se arruina con el humo”, dice.
El proceso de formación en apicultura en El Salvador, a través de este proyecto, pasa por prácticas de higiene personal, eliminación de ruidos y control de plagas. Además, es también importante el hecho de contar con una buena ventilación de la colmena para evitar la concentración de humedad en las paredes interiores.
Además de la formación técnica acerca del manejo de colmenas, las participantes están aprendiendo a elaborar ideas y planes de negocio, pero también procesos de sensibilización en autonomía económica de las mujeres. Y por supuesto, se les ha brindado el material necesario para trabajar con todas las medidas de seguridad y maquinaria e instrumental precisos. “Estos procesos formativos han sido de varios módulos y considero que me han hecho crecer como persona. Además conozco mis derechos para ser una mujer independiente y ya no pedir permiso para querer emprender con cualquier cosa que yo desee. He conseguido que mis decisiones sean respetadas”, comenta orgullosa de sí misma nuestra protagonista.
El futuro: en la apicultura
Fátima hoy en día no piensa en un futuro en el que la palabra apicultura no esté. Es su profesión y quiere seguir dedicándose a ella. “A pesar de que es un rubro pesado y somos pocas las mujeres, yo sueño con tener más colmenas y ser las principales productoras de miel de la zona, no solo en cuanto a cantidad sino también en lo que respecta a la calidad”, dice.
Pero Fátima no se queda solo en su trabajo o el de sus compañeras de iniciativa. Todas ellas sueñan con poder crear fuentes de trabajo en la comunidad. Así otras personas también podrán ver mejorar sus condiciones de vida: “queremos demostrar que hay alternativas de trabajo local”.