Uno de los mayores retos a los que debe hacer frente la sociedad actual es el cuidado de la salud emocional de la infancia y la adolescencia. Algo fundamental para su desarrollo presente y futuro, pero que todavía no ha encontrado su espacio en los planes de estudio.
Las políticas sociales y educativas prestan más atención a los hábitos saludables relacionados con la alimentación y la actividad física. Y la prevención y el tratamiento del malestar psíquico pasa a un segundo plano. ¿La razón? Aún existe cierta incomodidad a la hora de hablar del malestar inherente a la existencia humana. Especialmente cuando se abordan temas relacionados con la salud.
Esto es de por sí ya preocupante, pero lo más alarmante es que dicha incomodidad aumenta si nos ponemos a pensar en la infancia. Pocas veces se pone el foco en el sufrimiento que muchos niños, niñas y adolescentes padecen y en las repercusiones que esto tiene para su experiencia vital presente. Pero también en su desarrollo futuro. Y cuando se hace, es generalmente para diagnosticar, segregar y estigmatizar desde muy temprana edad, sin cuestionar nada más allá de los síntomas.
Salud mental y educación en la infancia
La OMS estima que 1 de cada 5 niños, niñas y adolescentes sufre de problemas de desarrollo, emocionales o de comportamiento. Las investigaciones demuestran que el 50% de los problemas de salud mental de los adultos empiezan antes de los 15 años. El 75 % antes de los 18 años.
1 de cada 5 niños, niñas y adolescentes sufren problemas de desarrollo, emocionales o de comportamiento. La educación emocional es fundamental para evitarlo. Clic para tuitear
Estos datos demuestran la importancia de cuidar el bienestar emocional desde temprana edad. Y en este sentido, la escuela juega un importante papel ya que es el primer espacio público de aprendizaje de convivencia fuera de la familia. Un lugar en el cual las relaciones allí experimentadas se transforman en modelos de convivencia social.
A la contra, el sistema educativo se centra en que los menores tengan éxito en una amplia gama de materias (como pueden ser las Ciencias, Matemáticas, Tecnología...). Sin conceder la misma importancia a la educación en otras asignaturas (como el Arte o la Filosofía) y sin valorar objetivos como la realización personal y el bienestar.
La propia OMS habla de estos aspectos del desarrollo cuando se refiere a salud mental en la infancia. Es importante trabajar con ellos y ellas en el sentido positivo de la identidad y la capacidad para gestionar los pensamientos y emociones. Pero también para crear relaciones sociales o la aptitud para aprender y participar activamente en la sociedad.
Y es que la mala salud mental afecta directamente a su aprendizaje, relacionamiento y rendimiento escolar. Las consecuencias: falta de concentración, menor desempeño escolar, un aumento de respuestas agresivas y dificultad a la hora de establecer relaciones interpersonales. Al mismo tiempo, estos problemas se ven agravados, ya que interiorizan la idea de que experimentar dificultades y no saber responder como exige la norma, es un signo de debilidad.
La importancia de la educación emocional
Afortunadamente, profesionales del mundo educativo están apostando cada vez más por tener una escucha diferente y trabajar la educación emocional. Los y las docentes se encuentran muy cercanos a esta realidad y están preocupados por lo que perciben en su trabajo diario con la infancia y adolescencia en las aulas.
Uno de los pilares de esta educación es la competencia emocional, que podríamos estructurar de la siguiente manera:
• Conciencia emocional: Reconocer las emociones propias y de las demás personas.
• Regulación emocional: Responder adecuadamente a las emociones experimentadas.
• Autonomía emocional: Cómo nos afectan los estímulos externos, equilibrando sensibilidad e invulnerabilidad.
• Competencia social: Tener habilidades sociales que faciliten las relaciones interpersonales, relacionadas directamente con las emociones.
Espacios de calma: educando desde el afecto y el respeto
Ejemplo de todo ello es el trabajo que Ayuda en Acción, en colaboración con RIU Hotels, lleva a cabo en Madrid a través de Espacios de calma. A través de él, proporcionamos atención psicosocial a estudiantes de primaria en situación de vulnerabilidad en dos centros educativos.
Este proyecto surge fruto de una gran sensibilidad hacia la problemática de la salud mental. Y en especial de la de aquellos menores que crecen en hogares con menos recursos. Ellos registran una peor salud mental y un mayor malestar emocional debido a las situaciones de estrés, violencia e inestabilidad social y económica que viven en su entorno más próximo. Incluso en las situaciones de pobreza y conflictos armados que, en muchos casos, han experimentado en sus países de origen. Con un añadido: la dificultad para adaptase a su nueva realidad.
Con ello les proporcionamos un lugar (dentro y fuera del aula) y los mecanismos para abordar ese malestar que padecen. Conseguimos darles una salida diferente y les acompañamos en ese proceso desde el afecto y respeto. Porque, tal y como decía Paulo Freire, “educar es siempre un acto de amor, y, por tanto, un acto de valor”.