Don Porfirio, su esposa María Rosa y sus ocho hijos viven en Conacaste, un pequeño poblado de apenas cien familias en lo alto de las montañas de la región Chortí, al este de Guatemala, un país que vive con preocupación el impacto por la deforestación de sus bosques.
Este matrimonio cultiva una diminuta parcela de maíz en una escarpada ladera de suelos muy erosionados y poco fértiles. Al igual que las demás familias de la comunidad, viven en una humilde choza de paja y se alimentan del maíz y frijol que, año tras año, logran cultivar y cosechar.
Don Porfirio y María Rosa, como todos los habitantes de este remoto poblado, son de la etnia Chortí, un grupo indígena despojado hace siglos de las llanuras fértiles de las tierras bajas y reasentado en las zonas altas de las montañas. El nombre Guatemala proviene de la palabra Quauhtlemallan y significa “lugar de muchos árboles” en el idioma Náhualtl.
Lamentablemente, en la búsqueda de nuevas superficies para sus cultivos de subsistencia, la población Chortí fue talando los bosques nativos que adornaban tupidamente las empinadas laderas. Ello, junto con la práctica del monocultivo en los terrenos empinados, ha causado una fuerte erosión de los suelos y una marcada disminución de su productividad. Ambas situaciones, sumadas a la marginación social, han condenado a la etnia Chortí a vivir en la pobreza estructural.
Deforestación y desnutrición infantil
Las comunidades rurales de esta región se caracterizan hasta el día de hoy por sus escandalosos niveles de desnutrición infantil. Conacaste no es ajeno a esta realidad: el 80% de los niños y niñas sufre de desnutrición crónica, es decir, tienen un retardo irrecuperable en su crecimiento y desarrollo psicosocial debido a una alimentación insuficiente y/o desequilibrada.
Lejos de existir alguna expectativa de superar a medio plazo esta realidad indignante, además, las familias sufren desde hace varios años los efectos de sequías cada vez más recurrentes que destruyen, con más frecuencia y más intensidad, gran parte de sus cultivos de subsistencia.
“Todo ha cambiado desde 2012” comenta Don Porfirio y continúa: “ya no llueve como antes, por lo que tampoco cosechamos como antes. La cosecha ya no alcanza para alimentar a la familia y cada año es peor”.
Sobre sus anhelos a futuro, María Rosa se expresa con nostalgia: “mi sueño es volver a la vida normal que teníamos, levantarme a las 4 de la mañana, preparar las tortillas para el desayuno, trabajar en el maizal y cocinar frijoles para el almuerzo”. Y tras un suspiro profundo, agrega: “y si Dios quiere, volveremos a tener unas gallinas el próximo año. Antes de las sequías, también éramos pobres, pero al menos teníamos maíz, frijol y unas cuantas gallinas”.
El efecto del cambio climático
La razón que se esconde detrás de estas sequías (y por tanto de la deforestación) recurrentes es el cambio climático, que con creciente fuerza y persistencia se va apoderando no sólo de la región Chortí, sino de todo el Corredor Seco Centroamericano. Así se conoce a la región semiárida que se extiende por la costa pacífica, desde el sur de México hasta el norte de Costa Rica, estando la región Chortí en su epicentro.
El Corredor Seco es una bomba de tiempo. Millones de personas se encuentran en la misma situación que Don Porfirio, Maria Rosa y sus ocho hijos. Tras años de cosechas fallidas y habiendo agotado otras alternativas de subsistencia, sin el suficiente apoyo externo y sin perspectivas, la migración por causas climáticas se expande por Centroamérica como nunca antes se había visto.
Ante una problemática tan compleja y multicausal, el programa de Ayuda en Acción en Guatemala ha sido diseñado a 12 años con un enfoque multisectorial, involucrando a numerosos actores a nivel local y nacional y abarcando diferentes estrategias y enfoques que permiten revertir la situación descrita mediante soluciones duraderas.
Es así como desde el año 2016 Ayuda en Acción y la Asociación Regional Campesina Chortí (ASORECH) trabajan de manera asociada en 71 comunidades rurales del Corredor Seco de Guatemala. El programa mejorará de manera sostenible la calidad de vida de las poblaciones vulnerables a través de la reducción de la desnutrición infantil, la adaptación al cambio climático, la dinamización de las economías locales y la incidencia sobre las políticas públicas. Nuestro objetivo no es otro que conseguir que esta región de Guatemala deje atrás la deforestación y vuelva hacer honor a su nombre originario: el lugar de muchos árboles.