El impacto de la COVID-19 va mucho más allá de la esfera sanitaria. La economía y el mercado laboral también se están viendo fuertemente afectados. Queremos acercarte la realidad del empleo para los y las jóvenes con quienes trabajamos a diario. Hoy hablamos de empleo juvenil en El Salvador a través de la historia de Amílcar.
Empleo juvenil en El Salvador: una odisea que se complica por la pandemia
En América Latina y el Caribe, la región más golpeada por la COVID-19, la Organización Internacional del Trabajo calcula que al menos 26 millones de personas perdieron su trabajo en 2020. Dentro de este panorama hay un grupo de población fuertemente afectado: las personas jóvenes. Algunos estudios aseguran que una de cada seis personas de entre 18 y 29 años ha perdido su empleo desde que comenzó la pandemia de coronavirus.
El Salvador es un país de jóvenes. Más de la mitad de su población tiene menos de 30 años. Sin embargo, si sus oportunidades laborales ya eran escasas antes de la COVID-19, con la pandemia no han hecho más que empeorar. Se calcula que más de 33.600 jóvenes en El Salvador perdieron su empleo en los meses más duros de la pandemia (enero-mayo de 2020). Según datos del Instituto Salvadoreño del Seguro Social (ISSS), la mayoría trabajaba en sectores como: hostelería, turismo, transporte, almacenamiento y restauración.
Se calcula que más de 33.600 jóvenes en El Salvador perdieron su empleo en los meses más duros de la pandemia. Pero siguen trabajando por su futuro. Clic para tuitear
Amílcar, ejemplo de #JuventudActiva
Crudo, horneado, frito con chile… Amílcar nos enseña orgulloso por videoconferencia las variedades de anacardo que vende en su negocio de Jiquilisco, al sur de El Salvador. Tiene solo 24 años y desde los 18 dirige su propio negocio de procesamiento de semilla de marañón, como se conoce en su país a este alimento tan conocido por su valor nutricional.
“Me hace gracia que en España usen la expresión «nini»”, nos cuenta al comenzar la entrevista. “Aquí los jóvenes tienen que estudiar o trabajar, no hay otra opción para salir adelante. No hacer nada… ¡sencillamente no es una opción!”, asegura. Su historia, como la de muchos jóvenes de El Salvador, está marcada por las ganas constantes de superación en un escenario laboral donde no abunda el empleo decente.
De niño apadrinado a emprendedor
Amílcar conoce muy bien el trabajo de Ayuda en Acción. Él mismo fue un niño apadrinado durante varios años y pudo comprobar cómo este programa cambió no solo su vida, sino también la de su comunidad. Ayuda en Acción formó un grupo de trabajo entre varias familias de Jiquilisco que se dedicaban al procesamiento del marañón. Entre ellas se encontraban los padres de Amílcar. Se formaron y adquirieron herramientas (mesas de acero inoxidables, horno, cocina de gas, selladoras…) para mejorar su producción, que pronto pasó de ser rudimentaria a más eficiente y profesional.
Aprendió todo sobre los anacardos gracias a sus padres. A los 18 años, decidió seguir en el negocio por su cuenta. “Al principio mi mujer y yo trabajábamos hasta 16 horas al día. Tampoco teníamos nuestros propios materiales, por suerte podíamos usar los que había proporcionado Ayuda en Acción a mi familia”, recuerda. Hoy su emprendimiento avanza con paso firme, aunque reconoce que se ha visto afectado por el virus que trae al mundo de cabeza.
Frente a la COVID-19, la #JuventudActiva
“Durante los confinamientos de la pandemia muchos negocios cerraron y las personas solo gastaban para cubrir la canasta básica. Muchos perdieron sus trabajos”, recuerda Amílcar. “Mis ventas cayeron hasta un 80% y tuvimos que sobrevivir con nuestros ahorros”.
Asegura que desde enero la situación económica está mejorando poco a poco. Su cartera de clientes vuelve incluso a crecer, sus anacardos ya están llegando a Estados Unidos y sueña con ampliar el negocio para dedicarse también al plátano procesado.
Sin embargo, reconoce que otros jóvenes de su entorno no tienen tanta suerte. Asegura que un freno importante para el empleo juvenil en El Salvador es la escasa oferta de empleo. Una oferta que, además, a menudo es precaria: “aunque tengas un título universitario, las empresas te piden cinco años de experiencia para contratarte, ¿cómo rompes ese círculo?”, se pregunta.
Esta fragilidad del empleo juvenil es lo que llevó a Amílcar a convertirse en emprendedor. “Aquí el salario mínimo es de 300 dólares al mes. En mi negocio puedo llegar a ganar hasta 500, en función de la demanda de pedidos y el precio de la semilla en el mercado”, explica.
La autonomía y libertad también son fundamentales para él. “Ahora soy mi propio jefe, no necesito que nadie me diga qué hacer. Junto con mi mujer, llevo las cuentas, el procesamiento, la distribución…”, cuenta orgulloso. “Además, esto me permite estar más cerca de Zaida, nuestra hija de un año. Si estuviese, por ejemplo, empleado en una tienda, me pasaría hasta 12 horas fuera de casa sin poder cuidar de ella”.
Amílcar termina su testimonio animando a la juventud de El Salvador a no tener miedo y emprender su propio negocio. Sin duda, forma parte de una generación que, lejos de rendirse, lucha cada día por un presente y futuro dignos. En Ayuda en Acción seguiremos trabajando cada día por los derechos de esta #JuventudActiva, de la que tanto tenemos que aprender.