Fátima vive en una pequeña aldea de Mozambique y recorre cada día los cinco kilómetros que la separan de su fuente de agua más cercana. La falta de agua es una constante en su vida: conoce bien el camino que tiene que andar a diario, podría hacerlo incluso con los ojos cerrados. A pesar de los peligros que pueden asaltarla, tiene que caminar sola hasta llegar a su destino, donde llena el bidón de 25 litros para llevarlo de vuelta a su aldea y su familia.
Hace tres años que la pequeña Fátima dejó de asistir a la escuela todos los días para ayudar a su madre con las tareas del hogar y con el cuidado de sus hermanos. Le gustaría volver a la normalidad, pero no puede. Las necesidades más básicas apremian. Recoger agua es una tarea constante en su vida que le ocupa muchas horas, una labor que no puede dejar de hacer: de este trabajo dependen muchas cosas.
Es difícil imaginar la vida de Fátima y sus hermanos en su humilde hogar; apenas tienen nada, ni siquiera agua, por eso tiene que ir a recogerla todos los días, un cometido peligroso, pues está expuesta a asaltos y ataques de animales. A veces se ve obligada incluso a sortear cocodrilos, que ya se han cobrado alguna víctima entre los niños de su comunidad. En ocasiones también encuentra entre las aguas algún cadáver de un mono o alguna cobra al meterse para llenar su cubo.
La falta de agua para Fátima y su familia es un hecho; este recurso a veces se encuentra en malas condiciones y supone un peligro para la salud de todos, pero sobre todo para los más pequeños. La diarrea es la principal causa de muerte en niños menores de cinco años. Sobre Fátima recae la responsabilidad de que los suyos no mueran de sed por la falta de agua, de que haya agua para cocinar o de que la ropa de todos esté limpia, una tarea que le exige largas horas de caminata cargando un pesado bidón sobre su cabeza.
La falta de agua, un problema vital
La falta de agua afecta a más del 40% de la población mundial e incluso 1.800 millones de personas utilizan una fuente de agua potable que está contaminada con agua fecal. En Mozambique, en concreto, más del 60% de la población no tiene acceso a agua potable y saneamiento. Como consecuencia, la población se ve obligada a recoger agua en mal estado de ríos y pozos, lo que provoca graves enfermedades, algunas de ellas incluso mortales.
Uno de cada cinco niños en Mozambique muere antes de cumplir cinco años, algunos de ellos por causas derivadas de la falta de agua potable. Tener acceso a agua segura ayudaría a mejorar sus expectativas de vida. Abastecer de agua potable a la comunidad en la que vive Fátima y en comunidades con realidades similares significa muchas cosas, entre ellas, tener tiempo para volver a la escuela. La falta de agua para ella, como para miles de niños y niñas en Mozambique, se convierte en un problema vital. Necesitan ayuda para acceder a agua potable; muchas niñas dejarán la escuela para ir a buscar este escaso recurso.
Pero Fátima no pierde la esperanza, piensa que algún día en su aldea habrá agua potable para todos: para ella y también para sus vecinos.