Siempre que iniciamos un nuevo proyecto, hacia el final del proceso de planificación hay un momento de ilusión desbordante para todo el equipo. En el caso del proyecto que llevamos a cabo para proteger a la infancia de Paraguay, lo primero fue en este caso fue el debate sobre estrategias, objetivos, resultados, indicadores, actividades y riesgos. En esta etapa quedamos absorbidos por el esfuerzo que suponía trasladar todo un contexto de problemáticas, valores, derechos, intereses y expectativas a un modelo y unas herramientas de trabajo teóricas. Y ahora, tras todo esto, llega el momento de visionar, sentir y palpar el cambio y la transformación social que buscamos. No es algo esotérico ni místico, sino un sencillo ejercicio de empatía, de humanismo, de hermanamiento por el lazo del derecho a la solidaridad. Y ese momento, créeme, es un fogonazo mágico que forja un vínculo solidario que a lo largo de meses y años será una fuente inagotable de energía, pasión y alegría compartidas para afrontar los retos y desafíos conjuntos.
Erradicar el criadazgo, un reto posible
Cuando en enero de 2020 iniciamos en Paraguay -de la mano de CDIA y con el apoyo de la AACID- un proyecto para prevenir y erradicar el criadazgo como una de las peores formas de trabajo infantil que afecta especialmente a las niñas en Paraguay, confieso que al terminar la planificación no soñé con un país libre de trabajo infantil. Me emocioné como siempre, pero esta vez mi emoción era más comedida.
Se trataba de un proyecto complejo, ambicioso y con un abordaje que apuntaba a cambios estructurales en el plano legislativo, en las políticas públicas y en los programas de infancia de las administraciones locales, pero también en la percepción sociocultural de la ciudadanía y los medios de comunicación. Teníamos que trabajar muy estrechamente con el funcionariado del poder judicial, de las administraciones departamentales de niñez y adolescencia y también del sector educativo. Nos tocaba proporcionales las mejores herramientas, metodologías y protocolos para desarrollar nuevas prácticas en el abordaje de la violencia contra las niñas, niños y adolescentes con un enfoque basado en los Derechos Humanos con perspectiva de género. El reto era mayúsculo, y para ponerlo más complicado si cabe, en un Estado con una gobernanza frágil, nos calló la pandemia global de la COVID-19 recién iniciado el proyecto.
Hubo que replanificar acciones, repensar estrategias, ampliar los plazos de ejecución, modificar presupuestos... En algunos momentos nos vimos lejos de las metas esperadas y sentimos que no se avanzaba o que lo que se avanzaba era insuficiente. Pero, pese a todo, nos mantuvimos firmes en cuanto a los objetivos de cambio, y a pesar de las dificultades sobrevenidas, no caímos en el desánimo.
Siete hitos para dibujar el país que soñamos
Hace unas semanas cerramos el proyecto, terminamos las últimas actividades y se invirtieron los últimos guaraníes, la moneda oficial paraguaya. Me gustaría destacar siete hitos fundamentales:
#1 Hemos impulsado una propuesta legislativa para prevenir y erradicar el criadazgo
Apostamos por un marco integral de instrumentos normativos y políticas públicas, dotadas de recursos y financiación efectiva, para erradicar este fenómenos desde la raíz, atacando las causas de la desigualdad, la pobreza y la exclusión social, pero también persiguiendo la impunidad de las redes de trata y crimen organizado.
#2 Hemos impulsado un manual para operadores de justicia
En alianza con el poder judicial, hemos elaborado y aplicado el “Manual de funcionamiento y procedimiento del equipo interdisciplinar asesor de la justicia de la niñez y la adolescencia” para facilitar la atención en el acceso a la justicia de la infancia y adolescencia de acuerdo a los estándares internacionales que definen una justicia accesible, adaptada y amigable.
Hemos conseguido capacitar a 280 operadores de justicia de todo el país (abogados, jueces, peritos judiciales, médicos forenses, psicólogos judiciales, etc.) y el manual tiene el rango de protocolo interno de obligado cumplimiento para la jurisdicción de menores.
#3 Incorporación de planes y programas contra la violencia contra la infancia
Seis departamentos del país han incorporado en sus planes y programas departamentales de niñez y adolescencia medidas para la planificación, seguimiento y abordaje de la violencia contra la infancia desde la atención a las peores formas de trabajo infantil (criadazgo, entre ellas) y formas contemporáneas de esclavitud como la trata. En total, 134 funcionarios y funcionarias departamentales han recibido formación en derechos humanos de la infancia y adolescencia, género e interculturalidad, desigualdades y violencias contra la niñez y adolescencia.
#4 Guía práctica para centros de protección
Hemos elaborado la guía “Acompañando desde el cuidado” para el abordaje de la atención integral a niños, niñas y adolescentes víctimas de violencia sexual, trata y criadazgo en los centros de protección. Se ha capacitado a los equipos de intervención de 38 entidades que trabajan en centros de cuidado alternativo para la infancia y adolescencia.
#5 Capacitación a educadores y educadoras
Hemos capacitado a 791 educadoras y educadores de todo el país para la prevención, detección y derivación de situaciones de violencia, trabajo infantil y criadazgo desde el ámbito educativo, proporcionado materiales lúdicos y recreativos para el trabajo de formación y sensibilización al alumnado.
#6 Apoyo a procesos terapéuticos y de reinserción
Hemos apoyado los procesos de abordaje terapéutico y reinserción sociofamiliar del Albergue transitorio de cuidado de la Fundación Hermanas del Buen Pastor, que acoge a niñas y adolescentes víctimas de violencia sexual, trata y criadazgo. Tras tres años de intenso trabajo de acompañamiento familiar, cuidados y formación ocupacional, 53 adolescentes han conseguido reinsertarse y empezar proyectos de vida autónoma en un entorno de buen trato.
#7 La infancia y la adolescencia, en el centro
Hemos dinamizado e impulsado un proceso de protagonismo infantil y adolescente en el que han participado 406 niñas, niños y adolescentes de todos los departamentos del país a lo largo de estos tres años. El proceso se ha materializado cada año en una campaña de incidencia en la que 119 niñas, niños y adolescentes han protagonizado directamente acciones de sensibilización y diálogo con autoridades públicas representantes de la Corte Suprema, Parlamento, Ministerios y Defensoría del Pueblo. Sus demandas y anhelos se han recogido en un diario de tirada anual y difusión estatal denominado “El país que soñamos”.
Superar las metas establecidas
El proyecto finalmente ha superado las metas esperadas y, lo más importante, todos los procesos de trabajo se han construido desde la articulación y el fortalecimiento de los actores públicos, garantes de derechos. Es así como se puede avanzar progresivamente en la dotación de un marco institucional, legislativo y de políticas públicas que garanticen el goce y ejercicio pleno de los derechos humanos de las niñas, niños y adolescentes en un entorno libre de violencias.
Ahora sí soy capaz de soñar con un Paraguay libre de trabajo infantil. Lean “El país que soñamos”, las niñas y niños paraguayos nos enseñan que el germen de todo cambio está en los anhelos y los latidos del corazón del ser humano. Para conquistar el futuro primero hay que idearlo de manera colectiva, forjado con los lazos de la solidaridad del grupo. Esa es la gran enseñanza que las niñas y niños paraguayos me han dejado con este proyecto.
(*Artículo escrito por Antonio Josué Díaz Rodríguez, técnico de impacto de Ayuda en Acción)