En la comunidad de Menja las mujeres no eran tenidas en cuenta, eran totalmente invisibles, no existían para el resto de la comunidad. Entre ellas, tampoco tenían momentos para hablar de sus problemas como comunidad, o simplemente para conversar sobre sus sueños.
El momento era ahora. Así que creamos 11 grupos de mujeres para que pudieran debatir sobre sus problemas comunes y tomar medidas colectivas que contribuyeran a resolverlos.
Aster tiene 25 años. A pesar de su juventud, ya está casada y tiene tres hijas, en quienes piensa cuando le hablan de futuro. No quiere que crezcan como lo ha hecho ella: hasta hace poco, como cada mujer de la comunidad en edad fértil, era expulsada de su hogar durante los días de su menstruación. “Nos echaban de casa a un lugar apartado. Es muy complicado expresar cómo te sientes mientras estás alejada de casa y considerada maldita”.
Ante este trato injusto con las mujeres y niñas de la comunidad, estamos realizando programas de sensibilización sobre los derechos de las mujeres. Hacemos pedagogía sobre prácticas tradicionales perjudiciales e impartimos talleres de incidencia política para provocar un cambio de actitudes hacia las mujeres. La necesidad era tal que han sido las propias mujeres quienes se han organizado, independientemente de nuestras acciones, para conversar con sus maridos y llevar grupos de debate a la comunidad. Gracias a ello, los ancianos de Menja están ahora sensibilizados sobre todo lo que conlleva esta forma de estigmatizar a las mujeres.
Aster ahora sabe que sus hijas no serán expulsadas de sus hogares, porque eso ya no ocurre en Menja. Tanto ha cambiado la situación que incluso los maridos les cuidan y les ayudan en casos en los que los dolores les impidan desarrollar sus tareas diarias.