¿Sabías que el cambio climático está detrás de la mitad de los movimientos humanos? Hoy viajamos a Nicaragua para hablar de las migraciones climáticas con quienes las conocen de primera mano: Erika y su hija Kathy.
Migraciones climáticas: invisibles, pero en aumento
Las migraciones climáticas son un fenómeno complejo y heterogéneo. Incluyen situaciones tan diversas como huir de una isla por la subida del nivel del mar o abandonar un territorio por los conflictos derivados de la falta de alimentos, entre otras muchas.
Estamos ante una realidad difícil de cuantificar a la que no estamos prestando la atención suficiente. Y el tiempo de actuar se acaba. ¿Sabías que hoy más de la mitad de los movimientos humanos se producen por razones ambientales?, ¿y que los desplazamientos climáticos han llegado al récord de 30,7 millones de personas?
Más de 30 millones de personas han tenido ya que abandonar sus hogares como consecuencia del cambio climático. Son las migraciones climáticas. Clic para tuitear
Migraciones climáticas en Nicaragua: la historia de Erika y Kathy
Nicaragua se encuentra en el Corredor Seco, una de las zonas del mundo más castigadas por la crisis climática. Allí vive Erika, una joven madre soltera que ha sido migrante climática durante muchos años. Hoy, gracias a un proyecto de apicultura que impulsamos con apoyo de la Xunta de Galicia, ya no se ve obligada a dejar el país donde vive junto a su hija Kathy.
Con el cambio climático, migrar era una obligación
Entre 2012 y 2018, la vida de Erika Obando era un viaje constante:
“Fueron años difíciles. Tenía que dejar a mi hija con su abuela en Nicaragua. En El Salvador trabajaba como empleada del hogar. Era muy duro, tenía que levantarme a las cuatro de la mañana, pero necesitaba el dinero”, recuerda.
Trabajaba tres meses, volvía a casa durante ocho días y vuelta a empezar: “cuando estaba en casa todo pasaba muy rápido. Llegaba, visitaba a la familia, compraba todo lo necesario para mi hija y hacía las maletas de nuevo”.
Por aquel entonces, su hija Kathy solo tenía seis años, pero recuerda perfectamente aquella dura época: “me quedaba sola con mis abuelos. Me cuidaban, pero yo extrañaba mucho a mi madre y lloraba cada vez que nos dejaba”.
Viven en un humilde pueblo en el departamento de Madriz, al noroeste del país. Antes subsistían cultivando maíz y frijol. Hasta que la lluvia comenzó a faltar. Tanto, que alimentarse y asegurar unos mínimos ingresos se volvió imposible. La combinación entre pobreza, desigualdad, falta de oportunidades e impacto de El Niño o La Niña provocaron que Erika tuviese que dejar su casa.
Hoy migrar es solo una opción
Kathy tiene ahora 18 años y nos cuenta que el recuerdo de su madre cruzando fronteras se ha reducido a eso: un recuerdo.
“Desde que Ayuda en Acción nos apoya, trabajamos juntas en una cooperativa apícola de mujeres. Mi madre es la presidenta y ha conseguido ingresos estables, así que ya está siempre en casa. Ha sido un gran avance”, señala feliz.
Junto a otras 173 compañeras, Erika y Kathy forman parte de COPAGMEL, la Cooperativa de producción de mujeres emprendedoras de San Lucas. Su negocio apícola sobrevive a la pandemia y no solo venden miel casera, sino también jabones, cremas champús y productos medicinales.
Pero el cambio climático sigue presente y no bajan la guardia. El año pasado, los huracanes Eta e Iota dejaron en la cuerda floja a muchas familias del país. ¿Su receta para seguir adelante? La resiliencia.
Un ejemplo claro, explican, es la reforestación: “cuando llegan fuertes sequías, no hay floración. Sin floración, las abejas no pueden polinizar y la cadena se detiene. Para adaptarnos, es muy importante reforestar y evitar así la solución más cara: la trashumancia de las abejas. Colocamos las colmenas en lugares frescos y aprovechamos el agua de lluvia para plantar árboles como el laurel, que son una gran fuente de néctar”.
Ayuda en Acción también las apoya para hacer frente al cambio climático fuera de la cooperativa:
La diversificación de cultivos nos da seguridad. Tenemos un banco de semillas. Yo intento sembrar muy variado en mi patio: pitaya, tomates, cebolla, yuca, papa… Así aseguro mi alimentación y no tengo que ir al mercado, donde a veces faltan productos o son muy caros.
También es importante cultivar productos adaptados al clima, añade: “el agua aquí es muy escasa, tenemos un pozo para 60 familias. Esto quiere decir, por ejemplo, que ya no cultivo lechugas. Las regaba y regaba, pero no eran rentables”.
Generamos oportunidades de futuro sostenibles
“Desde Ayuda en Acción creamos oportunidades para que migrar no sea una obligación, sino una alternativa entre otras muchas”, asegura Ima Tamara Lagos, responsable del proyecto en Nicaragua.
Utilizamos una metodología llamada escuela de resiliencia. Significa que formamos a las personas para que entiendan qué es el cambio climático y cómo pueden adaptarse para hacer frente a sus desafíos. Las comunidades son protagonistas de todo el proceso. Por ejemplo, Erika y sus compañeras participan en la Red de Observación Climática Comunitaria de Madriz, una red de recogida de información climática del Gobierno donde ellas contribuyen recopilando y compartiendo datos sobre cuestiones como la cantidad de precipitación o viento en su zona, entre otras.
La historia de Erika demuestra la importancia del equilibrio entre personas y planeta. Visita nuestro blog para saber cómo lo cuidamos en los países más golpeados por la crisis climática.