En el Corredor Seco de Nicaragua llevamos tiempo trabajando con mujeres rurales que arriesgan y participan en proyectos productivos a través de cooperativas. Se trata de una iniciativa que pretende dar solución a varios de los problemas que plantea los efectos socioeconómicos de la pandemia, por un lado, y de los generados por el cambio climático, por otro. De esta forma, hemos trabajado en 12 comunidades de tres municipios del departamento de Madriz: San Lucas, Telpaneca y Totogalpa. Su población sufre los efectos de una sequía constante como consecuencia del fenómeno El Niño – Oscilación del Sur (ENOS).
Durante 16 meses y con apoyo de la Xunta de Galicia, en alianza con instituciones y actores locales, hemos conseguido empoderar a decenas de mujeres que hoy pueden decir que gran parte de sus sueños se hicieron realidad. Entre los actores locales es necesario destacar a las alcaldías municipales de los tres municipios, el Movimiento Comunal Nicaragüense de Somoto y el Ministerio de Economía Familiar Comunitaria, Cooperativa y Asociativa (MEFCCA).
Pero para conocer bien la historia de este proyecto debemos remontarnos a 2018, cuando la Xunta aprobó el primer proyecto que posteriormente se ha ido ampliando, beneficiando así a más y más mujeres. En total, han sido cuatro años los necesarios para alcanzar la cohesión social, económica y de gestión empresarial de 186 mujeres a través de la creación de nueve cooperativas con actividades de producción de leche y miel. Solo de esta forma han podido comenzar a generar ingresos propios y mejorar los niveles de vida de ellas y de sus familias.
El proyecto ha trabajado, además de lo económico, en la promoción y ejercicio de derechos, con especial énfasis en la prevención de violencia basada en género o en el fortalecimiento de los medios de vida de las mujeres.
Las cooperativas apícolas y lácteas que se han creado han adoptado prácticas tecnológicas para la prevención y mitigación de desastres relacionados con el cambio climático. A partir de ellas incluso ha nacido la Red de Observadores Climáticos Comunitarios del departamento de Madriz, que ha reforzado sus conocimientos en el manejo de diferentes indicadores climáticos.
Dominga: de ama de casa a productora y lideresa
El proyecto ha transformado las vidas de cada una de las 186 mujeres participantes. Ejemplo de ello es el caso de Dominga, de la cooperativa COOPAMEL R.L., que tras 14 años trabajando en labores domésticas ahora es apicultora y ejerce el cargo de tesorera en la cooperativa: “antes vivía solo en la cocina”, recuerda, “hoy me siento motivada como emprendedora que soy”, dice orgullosa. Junto a sus compañeras, maneja 17 colmenas cuya producción comercializan en ferias.
Junto con el resto de mujeres cooperativistas, llevan el control de la producción y las ventas, cuyos porcentaje de beneficios reparten a final de año. El hecho de tener un salario ha repercutido en las familias de las mujeres: muchos de ellos pueden continuar con la educación secundaria o superior, si es que quieren.
Pero el cambio no ha sido solo en lo económico, también en lo personal: “hablo más, me siento más libre, ya no soy tímida gracias a las capacitaciones”, dice Dominga. A través de las formaciones han aprendido a elaborar miel, pero también otros productos como jabón y alcohol gel que comercializan en las ferias del municipio.
Lidia Rodas: “Hoy me siento empoderada”
Lidia es presidenta de la cooperativa COPRADULTE “Dulzura del norte”, un grupo que actualmente forman 12 mujeres y cuatro hombres. Su labor principal es revisar las colmenas para vigilar que no haya plagas y en caso de haberlas, es la responsable de su manejo.
Se dedica a la apicultura desde hace ocho años, antes de que se iniciara el proyecto. Por tanto, es una de las veteranas. Sin embargo, reconoce el impacto del proyecto en su comunidad: “ha sido enorme porque el conocimiento recibido no solo queda en la cooperativa, sino que también lo compartimos con la comunidad. Además, hemos aprendido a realizar diferentes productos derivados de la miel”.
Por su experiencia y también por su carácter, Lidia es toda una lideresa: “me siento muy satisfecha del trabajo hecho en la cooperativa porque hemos podido triunfar. Esto es, en parte, gracias al apoyo de Ayuda en Acción, que nos ha capacitado en mercadeo, administración, cambio climático, manejo básico de colmenas, gobernanza, empoderamiento, masculinidad...”.
Pero Lidia, como le ocurría también a Dominga, no siempre fue así: “antes no me gustaban los cargos, me quedaba callada, era negativa y me ponía a llorar, pero el hecho de ser una referente para otras mujeres me ha ayudado a ser diferente: conozco mis derechos, sé dialogar, me siento empoderada y tengo poder de decisión”.
Mirian: “Hemos aprendido a ser resilientes”
Mirian Sánchez vive en la comunidad de Los Ranchos y pertenece a la cooperativa COOPAMECAMP R.L., donde desempeña el cargo de vigilancia. Solo en su comunidad ocho mujeres son parte de la misma cooperativa que ella.
“Lo que a mí me ha gustado de este proyecto es que nos han tomado en cuenta”, dice, reconociendo que “antes había mucho machismo y solo los hombres trabajaban. Ahora nos hemos empoderado como mujeres y nos han enseñado a no depender de nadie”.
Al igual que las otras dos mujeres productoras, Mirian tampoco solía hablar en las reuniones. Pero las capacitaciones recibidas le han hecho sobreponerse, igual que lo hace ante los embates del cambio climático.
A través de capacitaciones ha aprendido a realizar derivados de la miel como jabones, hidromiel, miel con polen o miel cremada. “Sabemos qué ingrediente lleva cada producto. Antes escuchaba hablar de miel, pero no sabía nada. Ahora conozco sus beneficios y nuestros productos incluso se venden en farmacias”.
Dilcia: del miedo a las abejas a ser su sustento económico
Hace cuatro años que se dedica a la apicultura y solo uno desde que pertenece a la cooperativa COOPAMECAMP R.L., donde ejerce el cargo de secretaria.
“La apicultura es algo que nos permite salir adelante”, dice Dilcia tras reconocer que antes tenía miedo a las abejas, que ahora son su forma de vida. Hoy se siente orgullosa de sí misma porque es capaz de tomar decisiones en su hogar: el proyecto le ha permitido ser autosuficiente.
Es consciente del cambio en su vida y desea que también llegue para otras mujeres. Por eso insiste a vecinas y conocidas en que participen en la cooperativa y dejen atrás el miedo que tienen solo por el hecho de ser mujeres. Pero el llamamiento no es solo para ellas: “también hago un llamado a los varones para que nos apoyen y juntos podamos desarrollar nuestras labores en el hogar de forma igualitaria”.
Rosa hoy puede tomar sus propias decisiones
Hace cinco años que Rosa pertenece a la cooperativa láctea COSERVIAPEC, de la comunidad Los Lirios. Actualmente es secretaria de la organización y lleva el registro de lo que producen en la planta de lácteos, así como de las ventas diarias que se realizan en un parador turístico que maneja la propia cooperativa y donde se venden desayunos, almuerzos y cenas.
“Hemos recibido capacitaciones como atención al cliente y esto nos ha servido para mejorar la atención, el aseo en el local y en la calidad del producto”, dice Rosa.
Adalí Romero: “Creía que la apicultura era solo trabajo de hombres”
Adalí, secretaria de la cooperativa COAPRODULTE R.L., es otra de las mujeres productoras que son parte de este proyecto. Lleva siete años dedicada a la apicultura. Antes era ama de casa y su nuevo rol supuso en cambio radical en su vida: “al principio ni idea tenía de ser apicultora. Le tenía temor a las abejas, la primera vez que entré al apiario tenía miedo. Luego perdí el miedo. Ha sido un gran logro tener ahora el conocimiento que tengo”.
Una de las capacitaciones que las mujeres reciben tienen que ver con la resiliencia ante el cambio climático. En el caso de Adalí, recuerda que cuando el invierno no es bueno, las abejas necesitan que se les alimente de forma artificial, ya que no hay suficientes flores para polinizar. “Hemos a identificar plagas, a cómo mantener limpio el apiario y a vitaminarlas cuando es necesario”.
En el caso de Adalí, se trata de una tarea compartida con su esposo. Fue él quien comenzó en el apiario y la animó a realizar el trabajo unidos: “yo al principio pensaba que esto era trabajo de hombres porque había que ir al monte, pero luego me di cuenta que las mujeres lo podemos hacer igual”.
*(Artículo elaborado conjuntamente con Ayuda en Acción en Nicaragua)