Sur de Nepal, distrito de Nawalparasi. En en una carretera recóndita de una zona rural del municipio de Bardaghat, frente a un campo de fútbol donde una veintena de adolescentes levanta polvo a golpe de patadas, se esconde una de las tres casas de prevención –Prevention Homes– que tenemos en marcha junto a Maiti Nepal y en las que apostamos por la educación como mejor arma para prevenir la trata de adolescentes y niñas.
La desigualdad de género en este país de Asia del Sur es enorme. La mujer está considerada ciudadana de segunda categoría por el simple hecho de serlo y, a su vez, la falta de oportunidades, la pobreza, las fronteras abiertas con China e India o el hecho de que el 80% de la población viva en zonas rurales, no facilita en absoluto el desarrollo y las oportunidades de futuro para el género femenino. Sí que convierten a Nepal en un país de origen de trata en el que se calcula que entre 30 y 40 mujeres y niñas caen en sus redes cada día. Disponer de un medio de vida y de autonomía económica es la mejor manera de evitar un engaño, una falsa promesa de trabajo que puede resultar en la venta de una infancia, de una adolescencia.
En la provincia 5 de Nepal, donde se encuentra Nawalparasi, un 30% de la población vive en pobreza y no tiene acceso a servicios básicos como la educación, la salud, el saneamiento o la electricidad. Este distrito es uno de los más afectados por la trata de personas y la migración insegura, ya que comparte una frontera abierta y varias rutas pequeñas que conducen a la India. Los niveles de conciencia entre las mujeres sobre este tema son pobres debido a la falta de programas educativos, lo cual es inevitable para mejorar el conocimiento de la trata de personas entre las adolescentes del distrito.
Yasoda es una de estas adolescentes. Se casó a los 18 años a través de un matrimonio pactado entre familias sin dote; y terminó siendo una víctima potencial de trata después de dejar atrás una historia de maltrato y abuso. “Mi casa se quemó y tuve que dejar el colegio; no teníamos dinero y mis padres decidieron casarme. Mi familia política me maltrataba y mi suegro intentó violarme mientras mi marido trabajaba en la India, pero mi marido no me creyó y tuve que huir a casa de mis padres, donde he vivido los últimos cuatro años. Ahora me acogieron en esta casa de prevención y estoy aprendiendo a coser y a cultivar champiñón; quiero mantenerme por mí misma”, cuenta ya con 22 años. Porque ser viuda, separada, o haber huido de un matrimonio, está muy mal visto en Nepal y suele costarle a las mujeres el rechazo de su propia comunidad y, a veces, de su propia familia. La estigmatización.
Las tres casas de prevención que tenemos en distintos puntos de Nepal acogen a chicas supervivientes de violencia doméstica o adolescentes susceptibles de caer en la trata. Pasan allí entre 4 y 6 meses recibiendo formación en materias que les puedan suponer un medio de vida como el cultivo de champiñones y otras técnicas agrícolas, la creación de velas o la costura y patronaje. Pasado ese tiempo, pasan a ser trabajadoras de Maiti Nepal o se les ofrece un microcrédito para que inicien un emprendimiento, un medio de vida que les permita alcanzar la autonomía económica.
“Les damos formación para que tengan una profesión y puedan ser dueñas de sus vidas, accediendo con seguridad al mercado laboral; así evitamos que caigan en manos de las mafias y ganen en autoestima”, resume Renu, profesora de costura. La sensibilización, la educación y la formación son cruciales en la lucha contra la trata; adquirir conocimientos, técnicas y herramientas para desarrollar habilidades, permite cambios en actitudes y comportamientos.
La casa de Nawalparasi donde se formó Yasoda está equipada para ayudar a 60 niñas y mujeres en un año. Los entrenamientos residenciales se realizan tres veces al año con una capacidad de 20 personas a la vez. El programa tiene como objetivo empoderar a las niñas y mujeres vulnerables social y económicamente brindándoles apoyo y servicios integrales que incluyen asesoramiento psicosocial, clases de alfabetización, asistencia médica, lecciones sobre cuestiones sociales y derechos de la mujer, formación en medios de subsistencia y asistencia jurídica en el caso de que hayan sido víctimas de violencia y abuso. Durante su estancia, al menos una vez al mes hacen trabajos de sensibilización en las comunidades, convirtiéndose en activistas locales en la lucha contra la trata realizando campañas puerta a puerta o charlas en escuelas. “Aquí he aprendido qué es la trata de personas, quiénes son los traficantes y cómo prevenirla. Ahora participo como activista para que otras chicas no caigan en sus redes”, cuenta Yasoda.
El empoderamiento femenino es el camino hacia la igualdad, los derechos y la autonomía de las mujeres, así como para una mejor economía y sociedad. Brindar mejores oportunidades de empleo a las niñas y mujeres vulnerables consigue retenerlas en el país y frena la migración insegura. El desarrollo de la personalidad y la formación profesional ayuda a las mujeres a encontrar una vocación en zonas rurales deprimidas de Nepal; la autonomía económica de las mujeres es una apuesta de futuro.