En nuestro imaginario ir al baño es un momento íntimo. Sin embargo, en entornos donde la pobreza es extrema, el simple hecho de ir al baño puede suponer un riesgo para la integridad de las personas, sobre todo de las más vulnerables.
Los baños de las escuelas en Etiopía suelen ser letrinas muy rudimentarias, consistentes en un hoyo de madera y barro sin ninguna medida de seguridad. A ello se une la circunstancia de la falta de puertas, lo que hacía que se les viera desde fuera, ocasionando burlas y en el peor de los casos, acoso por parte de otros estudiantes.
No se trata de una simple cuestión de vergüenza, sino de dignidad; pero también es una cuestión de acceso a la educación. Y es que es normal que cuando las niñas comenzaban a tener el período, faltaran a la escuela durante cada ciclo por imposibilidad de cambiarse en condiciones de higiene adecuadas. Situaciones como esta hacían que al volver, el retraso en las tareas fuera importante, generando situaciones de estrés y desmotivación en las alumnas, que finalmente abandonaban las clases.
No es una cuestión, sin embargo, que repercuta únicamente en la seguridad de las niñas. La inexistencia de fuentes de agua limpia impedía lavarse las manos tras hacer sus necesidades, lo que hace que las enfermedades infecciosas se transmitan con mucha facilidad. En países como Etiopía, la diarrea puede ser una enfermedad mortal en la infancia. De hecho, seis millones de niños y niñas mueren cada año antes de cumplir los cinco años de vida a causa principalmente de la diarrea.
Ahora la cuestión de la inseguridad y la salubridad de las instalaciones de saneamiento ha pasado a la historia en la Escuela de Farawocha. Porque gracias a la colaboración de miles de personas que nos apoyan, hemos podido construir inodoros seguros con ladrillos, con espacios separados y con espacio para lavado de manos (no solamente para el alumnado sino también para los profesores y profesoras).