Orquídea Esmeralda tenía 16 años cuando la conocimos, y un nombre muy artístico. Quizás por eso dibuja tan bien. Participaba junto con su hermano Brandon en el programa de Arte y nos mostraba orgullosa sus dibujos: un león, un gato, un paisaje de la casa de su tío en las montañas y también a Popeye, su amor platónico.
Orquídea fue apadrinada desde los siete hasta los 15 años y se emociona cuando habla de su madrina: “sin mi madrina podría estar en las calles, en cosas que no debo. Tal vez ella algún día se pueda enterar de que me esforcé mucho por ella, por salir adelante, para que supiera que estoy interesada. Quiero mucho a mi madrina, siempre va a estar en mi mente y corazón a pesar de que nunca la vaya a ver”.
Orquídea vive en la comunidad de El Carmen, en Coatepeque y son muchos los cambios que ha habido ya que, gracias al apadrinamiento, han podido construir un muro alrededor de la escuela, colocar un techo sobre las aulas y construir una granja.
Pero el apadrinamiento de Orquidea también ha cambiado a su familia. Su hermano pequeño participa en el programa de educación de primera infancia y su madre fue la fundadora de los comités de vínculo solidario de la comunidad, en los que Orquídea trabaja como voluntaria. “Mi labor es ayudar a los niños a hacer sus cartas y a orientarles sobre el programa, en que les beneficia a ellos, a la comunidad…”, explica. “Me da la oportunidad de experimentar cosas nuevas cada día, de dar a entender a los niños que pueden ser parte del vínculo, de ayudarles a ser mejores personas”, añade.