La cantidad de personas migrantes en tránsito ha ido en aumento en Centroamérica. En 2021 el número de personas que pasaban de forma irregular por la selva de Darién, una de las principales puertas de acceso para el tránsito por Centroamérica, aumentó un 85%, según Cruz Roja. Entre junio 2020 y julio 2021, 5 285 personas ingresaron de forma irregular a El Salvador, provenientes de Guatemala, Honduras, Nicaragua y otras nacionalidades. De ellas, 899 personas se vieron varadas en las fronteras terrestres de El Salvador, principalmente en el Amatillo.
De especial relevancia es la niñez, pues según UNICEF en 2020 había 6,3 millones de niñas, niños y adolescentes migrantes menores de 18 años en América Latina y el Caribe. Los niños en movimiento enfrentan una variedad de riesgos en los países de origen, tránsito y destino. Están expuestos a múltiples vulnerabilidades, incluida la detención por inmigrantes, el secuestro, la separación de sus padres y cuidadores, la violencia, la explotación y el abuso; con mayores riesgos para las niñas. A la difícil situación de iniciar una nueva vida lejos de casa, la migración los expone a un desafío adicional: ejercer su derecho a una educación de calidad.
Muchas de las barreras al acceso a la educación y aprendizaje se originan en problemas estructurales previos en los sistemas educativos de la región, vinculados con el financiamiento, la infraestructura, la calidad y el grado de cobertura. A ello se le suman otros como las barreras administrativas, como, por ejemplo, la ausencia de un documento de identidad provisto por el país de destino para ingresar al sistema educativo; un peor desempeño académico debido a su situación de desventaja; y la discriminación, el racismo y la xenofobia.