La región de West Nile tiene un alto potencial y oportunidades para el desarrollo de la cadena de valor agrícola debido a sus vastas tierras agrícolas, agua y pastos. Sin embargo, la escala de producción sigue siendo relativamente escasa y la producción poco eficiente debido al bajo nivel de mecanización agrícola y al desconocimiento sobre prácticas agrícolas modernas.
Los factores naturales también condicionan una producción eficiente y a escala en la región. El cambio climático influye en patrones de lluvia cada vez más irregulares, plagas y enfermedades. Todo ello afecta a la degradación de los suelos, empobreciéndolos para la producción agrícola.
Las “granjas de patio trasero” son una forma tradicional de criar cerdos y cabras en los hogares de las familias más pobres. Las mujeres, que suelen ser las encargadas de los animales domésticos, carecen de formación y apenas realizan inversión alguna para criar animales de manera efectiva. Esto se traduce en una baja productividad y un bajo rendimiento de la producción, a pesar de la existencia de un mercado local.
Más recientemente, la pandemia de la COVID-19 y las subsiguientes medidas preventivas impuestas por el Gobierno de Uganda están teniendo un impacto negativo en los ingresos de los hogares. Estas medidas están afectando significativamente tanto al acceso de la población a servicios básicos como al mantenimiento de sus medios de vida.
La orientación al mercado de la mayoría de los pequeños agricultores es baja y su integración en las cadenas de valor es muy débil. Existe un gran potencial ya que, aun con todo, la producción agrícola es la fuente de sustento para más del 78% de la población de West Nile.