La delincuencia organizada y la violencia creciente en Centroamérica y en otras zonas de América Latina ha obligado a cientos de miles de personas a dejar su hogar en sus lugares de origen en búsqueda de seguridad y refugio. Informes de Naciones Unidas señalan que la violencia contra menores y adolescentes en el Triángulo Norte de Centroamérica (Guatemala, El Salvador y Honduras) ha adquirido dimensiones extremas.
Esta situación pone en riesgo su seguridad, violenta sus derechos humanos y se ve agravada por el escaso acceso a la justicia tras sobrevivir a episodios de violencia. A este oscuro panorama, se suman la homofobia y la violencia contra población homosexual o transgénero, que también es víctima de crímenes de odio por su orientación sexual.
La migración forzada muchas veces es la única alternativa de protección. Mujeres, menores no acompañados, personas LGBTIQ+ e incluso familias completas migran en busca de una vida digna y segura.
La presencia de más mujeres o de personas de la comunidad LGBTIQ entre las personas que migran trae aparejado un mayor número de amenazas, entre las que sobresale la violencia sexual y de género.
La migración forzada y masiva de personas constituye un enorme reto humanitario para el país expulsor, los países de tránsito y los de destino, especialmente cuando la cantidad de personas que migran desborda las capacidades de las instituciones.