La pandemia de la COVID-19 no solo tuvo efectos económicos en los hogares bolivianos, sino que el confinamiento y la reducción de los servicios públicos tuvo un fuerte impacto en unos ya altos índices de maltrato: según el Banco Mundial, el 58,5 % de las mujeres bolivianas reportaron haber sufrido violencia física o sexual de parte de una pareja alguna vez en la vida, la mayor de la región. Además, muchos programas de prevención de la violencia fueron suspendidos durante el confinamiento, y las Defensorías de la Niñez y Adolescencia trabajan con equipos de emergencia reducidos.
Es en el seno de los hogares y las familias donde se produce una mayor violencia contra niñas, niños y adolescentes, así como contra mujeres adultas. Esta violencia tiene efectos en la salud mental, sexual y reproductiva de aquellos que la sufren. Además, la violencia presenciada por niñas, niños y adolescentes los impacta física y psicológicamente de formas muy similares que cuando son víctimas directas, de ahí su necesidad de prevención (UNICEF).
Por otro lado, la pandemia ha evidenciado la necesidad de avanzar hacia nuevas maneras de educar, que reconozcan la necesidad de que cada niño y niña cuente con conectividad y acceso de calidad a Internet.