El año 2022, marcado por la invasión rusa de Ucrania y la crisis energética, ha sido difícil en Europa. Especialmente debido a sus consecuencias económicas y financieras, en las que destaca la inflación. Pero también ha habido logros obtenidos que marcan el camino hacia un futuro que augura más avances en materias como la ecología o las tecnologías.
También ha sido el año de los Fondos Next Generation, un plan de la UE para impulsar la recuperación tras la pandemia transformando la economía y creando oportunidades y trabajos estables dentro de los valores europeos.
Este año estuvo marcado por los precios al alza en la electricidad, en el que se intervino el mercado con un mecanismo de límites de precios. A pesar de ser el año más caro de nuestras vidas (lo que ha afectado a muchas familias con las que trabajamos), la electricidad en el mercado mayorista ibérico ha sido la más barata de Europa gracias a la llamada “solución ibérica”. A pesar de la recuperación del empleo, el desempleo juvenil sigue siendo mayor frente a otros nichos de población. La precariedad laboral juvenil caracteriza el mercado, y la desigualdad en el acceso al empleo se repite en cuanto a territorios, grado educacional o estudios superiores. Para abordar la situación en los próximos años es necesario fijarse en el acceso a una educación de calidad, mejorar la brecha tecnológica y enfocar los programas sociales hacia la sostenibilidad.
A final del año, entramos en un ciclo de recuperación económica, pero esta no parece estar llegando a todas las capas sociales. Es necesario equilibrar oferta formativa y demanda laboral, además de reforzar los servicios de orientación profesional entre la juventud para romper así con las brechas existentes.
También fue el Año Europeo de la Juventud, en el que los jóvenes marcaron el cambio climático como uno de los principales retos mundiales y de la UE.